Pablo García Santos

Salud Psiquiatría

De "el Gran Hermano te vigila" a creerse Napoleón: estos son los delirios más comunes en el mundo

La prevalencia y el tipo de delirios son similares en países con distintos niveles de ingresos o diferentes proporciones de ateísmo en la sociedad.

3 septiembre, 2023 02:22

Es un recurso fácil en novelas de suspense y thrillers de sábado por la tarde, tanto que a veces parece algo completamente de ficción. El protagonista o uno de los personajes cree que lo persigue el Gobierno, que le controlan la mente o que algo le deja mensajes en detalles banales del día a día. También es un recurso cómico cuando algún 'don nadie' piensa que es un enviado de los cielos.

Pero los delirios son reales y los sufre una de cada 14 personas en el mundo, principalmente el de tipo persecutorio. Lo más sorprendente es que, a pesar de las diferencias culturales entre países, la cantidad y tipo de ideas delirantes es similar.

Lo que sí depende de las sociedades son los detalles del delirio. Por ejemplo, un estudio de 1993 halló que las creencias de que alguien los quiere envenenar eran más frecuentes en Alemania que en Japón. La alucinación de tipo paranoide, sin embargo, tenía más que ver con la brujería entre los individuos de la tribu sudafricana de los xhosa, el grupo étnico al que pertenecía Nelson Mandela.

Un análisis de 123 estudios de prevalencia de las ideas delirantes publicado en la revista Clinical Pscychology Review da cuenta de los tipos de delirio más frecuentes en todo el mundo y los relaciona con su nivel de ingresos, su desigualdad o la religiosidad de su población, entre otros factores. Aunque solo incluye a 30 países, estos son lo suficientemente variados como para ser representativos.

De entre estos trastornos, el más frecuente es el persecutorio: el 64,5% de las 10,484 personas incluidas en la revisión tenían alucinaciones sobre estar siendo seguidos. La segunda ilusión más frecuente, con un 39,7% (una misma persona puede sufrir varios tipos de delirio), es la de referencia, la creencia de que hechos u objetos aleatorios tienen en realidad un importante significado, con frecuencia negativo.

En tercer lugar se encuentran los delirios de grandeza, la sobreestimación del papel de sí mismo en el mundo, a la altura de los más grandes líderes o artistas, con un 28,2%. El delirio de control, que se basa en la creencia de que los sentimientos, impulsos o pensamientos están controlados por una fuerza externa, lo sufre el 21,6% de los pacientes. La quinta plaza es para el delirio religioso (18,3%), en que la persona siente que se comunica con Dios o piensa que tiene una misión salvadora.

Desigualdad de ingresos y delirio religioso

Los autores del estudio, comandados por la psicóloga de la Universidad de Sheffield Sophie Collin, recalcan que no hay diferencias en las cifras en función del nivel de ingresos de los países estudiados, la prevalencia del ateísmo en la sociedad o la jerarquización de la misma.

Sin embargo, sí que vieron que los delirios religiosos y de control son más frecuentes en países donde hay una mayor desigualdad de ingresos en la población.

Al apreciar la similariedad de las temáticas de los delirios, Collins y sus compañeros concluyen que es posible que reflejen dilemas humanos y retos existenciales universales.

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"El delirio es un síntoma del pensamiento", explica Jorge Cervilla, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Granada, a EL ESPAÑOL. "Es una idea errónea pero la persona la mantiene de forma patológica, no le puedes convencer con lógica".

Aunque existe el llamado trastorno delirante, en que este tipo de alucinaciones son la única manifestación, el delirio en realidad es un síntoma de otras enfermedades, como la esquizofrenia, el trastorno bipolar o la depresión grave.

Por ejemplo, es bastante frecuente que en la fase eufórica del trastorno bipolar se den delirios de grandeza, en los que la persona tiene una autoestima desmedida. En cambio, en la depresión ocurre su opuesto, la creencia (extrema) de no ser capaz de nada.

Orígenes biológicos y psicológicos

El equipo de Cervilla ha hallado una cierta predisposición familiar en el origen de estas enajenaciones, que se manifiesta en una tendencia a interpretar las cosas de forma errónea, "que puede darse tanto por educación como por una capacidad innata".

Sin embargo, su grupo ha determinado que existen en estas personas ciertos déficits cognitivos, "sutiles disfunciones en la atención, la memoria, la capacidad de abstracción… que hace que la persona interprete mal las cosas".

Una parte biológica que confluye con la psicológica, "en la que puede influir mucho el ambiente en el que te críes". No se trata de los sesgos que tenemos todos que nos hacer ver las cosas de un modo u otro, sino que, "al interpretar un hecho, el paciente se queda solo con aquellos elementos de la realidad que confirman su idea errónea y obvia todo lo que no le interesa". También se precipitan a la hora de saltar a las conclusiones en una cascada de ideas erróneas. "Se monta un peliculón", resume Cervilla.

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Además de estudiar el origen, el psiquiatra y su grupo de la Universidad de Granada han elaborado un estudio de prevalencia de este síntoma en Andalucía, con cerca de 5.000 personas a las que se les pasó un cuestionario.

De esta forma concluyeron que en torno al 7% de la población tiene algún tipo de delirio, pero solo la mitad se puede considerar de forma patológica. El resto tiene "síntomas atenuados, subclínicos", que no necesitan tratamiento.

De todos los delirios, la mitad es de tipo persecutorio, seguido por el delirio de referencia. El tercer lugar varía entre los sexos: en mujeres son más frecuentes los delirios de tipo somático, una hiponcondría exagerada, y erotomaníaco, "cuando creen que alguien de su entorno, o un famoso, está enamorado de ellas". En hombres, los celos ocupan la tercera posición.

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Cervilla observa que, pese a la predisposición que han observado en las personas, los delirios necesitan un detonante para dispararse. Suele ser el estrés "y, en muchas ocasiones, el consumo de drogas, especialmente el cannabis".

También influye el aislamiento. En soledad es más frecuente la aparición de ideas delirantes, incluso se ha visto que en personas con problemas de audición o visión ocurren de forma más habitual.

Por eso hay que tener especial cuidado con esta sintomatología en un momento en que cada vez hay más personas mayores y más aisladas de su entorno. De hecho, la incidencia del delirio –los nuevos casos– se mantiene estable con el tiempo, pero la prevalencia –el número total de afectados– lleva aumentando por esto.

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Aunque estos pacientes suelen responder bien a la medicación (antipsicóticos), el problema es que muchos no se la quieren tomar. "Habitualmente, acuden a la consulta presionados o 'engañados' por su familia, y es delicado intentar convencerle de que se tomen la medicación".

Porque al paciente su delirio no le parece tal. "Se les convence de forma indirecta, señalando que esa idea que le obsesiona no le deja dormir... Cuando se toman la medicación, mejoran mucho". Eso sí, se logra atenuar la idea pero esta persiste.

Es por esto que Cervilla hace un llamamiento a no dejar de lado a personas con el trastorno. "Alguien con delirio no es alguien a quien rechazar, no tienen problemas de entendimiento y hay que intentar acercarse a ellos, que vean sus ideas de otra manera, su no sufran y busquen ayuda". Es vital en una patología que, más allá de los mitos y las películas, "puede ser dramática, revienta a las familias por dentro".