Una mascarilla tirada en el suelo.

Una mascarilla tirada en el suelo. EFE

Salud Covid-19

Las mascarillas no se irán con el fin de la sexta ola: cuándo tendremos que llevarlas

Un nuevo estudio avala la eficacia de las mascarillas en interiores. Su futuro se circunscribirá a cualquier tipo de infección respiratoria.

8 febrero, 2022 03:45

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Las mascarillas han sido el objeto más simbólico de estos dos años de pandemia y este jueves, tras un lapso de tiempo de poco más de un mes, volverán a ser opcionales en exteriores. Seguirán siendo obligatorias en espacios públicos interiores como supermercados, cines, bares o salas de concierto por tiempo todavía no concretado.

Los especialistas en salud pública creen que, una vez nos hayamos olvidado de la pandemia, su uso se restringirá a ciertos ambientes concretos, como los sanitarios, en los que se recomendará a los pacientes si tienen síntomas respiratorios, pero no creen que los profesionales deban usarlas en todo momento.

No obstante, apuestan por que sigan siendo obligatorias en interiores hasta que la incidencia baje hasta cifras que determinen que la transmisión está controlada. Es decir, por debajo de los 50 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días, cifra que se consiguió durante unos días de octubre, pero en aquel momento el umbral era más bajo (25 casos por 100.000 habitantes).

Llevar o no la mascarilla es interpretado como toda una declaración de intenciones. Así, durante los seis meses en que se levantó la obligación de usarla en exteriores era habitual ver a personas que la seguían usando por la calle.

Al mismo tiempo, un pequeño grupo ha desafiado la norma poniéndosela en interiores solo cuando una autoridad le conminaba a hacerlo: en ocasiones, esto ha supuesto una amenaza a la vida de quien lo pedía. Un grupo más grande, en cambio, la utiliza mal a sabiendas, dejando la nariz sin cubrir a pesar de que se ha dicho por activa y por pasiva que se trata de un mal uso.

"En los ambientes sanitarios debe permanecer el uso de la mascarilla", afirma con rotundidad Juan Antonio Sanz, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria. "En ambientes sanitarios y cuando nos encontremos enfermos".

En su hospital (en Laredo, Cantabria), ya empezaron a probar con mascarillas para las personas que entraban en urgencias durante la última temporada de gripe pre-Covid. "En Europa había poca cultura de la mascarilla; más en Asia, aunque asociada a la contaminación".

Recetar mascarillas en el médico

En su opinión, una vez finalizada la pandemia solo las personas con síntomas respiratorios que acudan al hospital o al centro de salud tendrían que usarlas, así como los médicos con sus pacientes aunque "a lo mejor no la mayor parte del tiempo". No es partidario de generalizarla entre los profesionales sanitarios sin más, sino atendiendo a la situación, y en algunos entornos, como los administrativos, puede no llegar a ser necesaria.

"Si llegamos a un día en que se haya pasado la pandemia, es posible que nos encontremos en una situación como la anterior", con un uso muy reducido del cubrebocas. "Si seguimos con mini-pandemias, con incidencias relativas, a lo mejor hay que utilizarlas pero no en todas las circunstancias".

Salvador Peiró, investigador en Salud Pública de Fisabio, la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana, es más rotundo. "En personas sintomáticas de infección de vías respiratorias altas lo deberíamos haber hecho toda la vida".

Según él, lo ideal es que el médico las prescriba cuando sean necesarias, "que no entre en el autobús sin ella". También en los centros de salud, con salas de espera llenas de gente, mucha de ella crónica y polimedicada, o en centros de mayores. Los médicos lo harán dependiendo del caso.

Pero no todas las mascarillas son iguales. Un estudio de los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) ha determinado que las de tipo N95/KN95 son las más eficaces para prevenir infecciones por Covid: un 83% menos de probabilidades de contagio en espacios públicos cerrados en comparación con las personas que no llevan ningún tipo de mascarilla.

En el caso de las quirúrgicas, la probabilidad es algo más baja, del 66%. En cambio, para las de tela, la diferencia entre llevarla o no llevarla no es significativa (estadísticamente hablando). Eso sí, cuanto más utilizas cualquier tipo de mascarilla, menores son las probabilidades de contagio.

"En principio habría que descartar casi por completo las de tela", apunta Peiró. "También es cierto que no generan tanta basura. "Si se desarrollan mascarillas reciclables con capacidad de filtrado similar a las FFP2, pueden ser útiles".

Estudios sobre la eficacia de las mascarillas

El estudio de los CDC se trata de uno de los pocos realizados sobre su uso real. La mayoría de los estudios sobre la eficacia de las mascarillas se basa en pruebas de filtrado en laboratorio, así como análisis retrospectivos comparando la velocidad de expansión del virus en zonas donde ha sido obligatoria frente a las zonas donde no lo ha sido.

El estudio de los CDC se basó en la información proporcionada por personas que se habían hecho una prueba de detección de la Covid en el estado de California entre el 18 de febrero y el 1 de diciembre de 2021. Un total de 1.828 personas fueron encuestadas por teléfono: 652 habían dado positivo; el resto, dieron negativo. Unas 534 informaron además del tipo de mascarilla que utilizaron.

A estas personas se les preguntó con qué frecuencia usaban mascarillas en espacios públicos cerrados y se ajustaron los resultados por edad, sexo, etnia y domicilio. También se tuvo en cuenta el estado vacunal de cada persona.

El 6,7% de los que dieron positivo en el test (44 personas) afirmaba no llevar nunca mascarilla, por el 3,6% (42 individuos) de los que dieron negativo. Por el contrario, 393 de los positivos (60,3%) y 819 de los negativos (69,6%) informaron llevar siempre mascarilla en espacios públicos cerrados.

El informe ha tenido sus críticas. Vinay Prasad, profesor asociado de Epidemiología y Bioestadística en la Universidad de California y uno de los más renombrados escépticos (no negacionistas) respecto a las políticas públicas contra la Covid, criticaba el bajo porcentaje de personas respondedoras al teléfono (13% en el caso de los positivos, 8% en el de los negativos) y posibles sesgos entre quienes han respondido en un grupo y otro, así como un posible sesgo de 'deseabilidad social' a la hora de contestar las preguntas.

"El estudio del CDC está muy bien y es rotundo", afirma Peiró. No obstante, ve sentido a las críticas de Prasad, que ya elaboró anteriormente un informe sobre la escasa evidencia de la eficacia de los cubrebocas. Los grupos estudiados "son no comparables en muchos sentidos. Normalmente, la gente que utiliza las mascarillas creen que pueden tener más riesgo de Covid grave y adoptan comportamientos de mayor seguridad", por lo que la reducción del contagio puede deberse a otras medidas preventivas, como la distancia social.

Con todo, el informe de los CDC excluyó a las personas que no habían estado en espacios públicos cerrados en los últimos 14 días, por lo que tenían que tener un mínimo de exposición.

"Pero sobre la capacidad de reducir la transmisión hay muchísimas pruebas", afirma Peiró: "Puede ser difícil de cuantificar, pero su capacidad para reducir los contagios es clarísima".

A finales de año pasado, un meta-análisis publicado en el BMJ determinaba que la mascarilla reducía en un 53% la probabilidad de infección, aunque la medida individual más efectiva era la distancia social.

En este meta-análisis también hacen referencia a otros estudios, que no fueron incluidos en la investigación por su heterogeneidad, en que se comparaba la mortalidad de países con mascarilla obligatoria y con las que no la impusieron, concluyendo que se reducía un 45,7%. En Estados Unidos, la comparación entre estados resultó en una reducción del 29% frente a los que no obligaron a usar cubrebocas.

La dificultad en realizar estudios de salud pública es la piedra en la que se apoyan críticos y escépticos (y, en último término, negacionistas) para refutar estos resultados. "[Los estudios] son difíciles de diseñar en las condiciones lo suficientemente estrictas para que el único factor diferenciador sea la mascarilla", explica Juan Antonio Sanz.

Sobre todo porque las investigaciones se hacen mirando hacia atrás, a lo que ha pasado, no a lo que está por pasar, donde se puede tener un mayor control de las variables que influirán en el resultado.

"Tengo claro que las mascarillas han frenado la transmisión", despeja las dudas Sanz. "Desde luego, su eficacia en interiores es clara. En exteriores, se reduce de forma exponencial". Sin embargo, hay expertos en Salud Pública, como Daniel López Acuña, director de Acciones en Salud de la OMS, que se han mostrado contrarios a eliminar la obligatoriedad de cubrebocas en exteriores debido a que seguimos con una incidencia muy alta.

Para el futuro post-pandémico, Peiró apunta, por su parte, que no solo se tenga en cuenta la mascarilla sino también la calidad del aire en interiores. "La de los cines, las discotecas, los lugares de trabajo… Hemos aprendido mucho de la Covid y hay cosas que tenemos que aplicar, sin distinciones".