A finales de febrero de 2020, cuando el goteo de noticias sobre el "nuevo coronavirus de Wuhan" habían saltado de las secciones de internacional y salud a la primera plana, y los nubarrones se cernían sobre el resto del planeta, Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra, tomo una determinación. Primero en su blog, MicroBIO, y después en The Conversation, detalló de forma precisa, didáctica y sencilla las 'diez buenas noticias' que la ciencia podía darnos sobre el SARS-CoV-2. En los meses venideros, y traducido a varios idiomas, el artículo lograría 21 millones de lecturas.

Han pasado ocho meses y el mundo ha cambiado. López-Goñi ha vivido la lucha contra la Covid-19 desde la trinchera de la comunicación científica, a través de una cuenta de Twitter de referencia en la divulgación, @microBIOblog, y colaborando con proyectos como RRSSalud, una iniciativa de detección, análisis y prevención de bulos sanitarios impulsada recientemente por la Fundación BBVA. Fruto de este trabajo es Preparados para la próxima pandemia [Destino], una obra en la que traza el estado de la cuestión sobre la crisis sanitaria, política, social y económica, y en la que lamentablemente las buenas noticias ya son escasas. 

El tono crítico de Preparados para la próxima pandemia es muy diferente al optimismo que insuflaba Diez buenas noticias sobre el coronavirus. 

El artículo surgió en un momento, el 29 de febrero, en el que empezaban a llegarnos buenas noticias de China. Las curvas ahí empezaban a bajar. Pero en los siguientes quince días empezaron a multiplicarse los casos en Italia, Irán, Corea del Sur... y todo se desmadró. De todas formas, se trataba de ver la botella medio llena. En momentos de crisis, uno necesita ver la luz al final del túnel, y por eso tuvo tanto éxito. Lo que yo venía a decir es que "la solución se encuentra en la ciencia y la cooperación", y ese es el leit motiv que impregna al libro: la ciencia y la cooperación nos sacarán tanto de esta pandemia como de las próximas.

Incluso con el horizonte pesimista de la segunda ola, hay una premisa que sigue vigente: nunca ha habido tanta colaboración científica y se ha trabajado tan rápido como frente a esta crisis.

Yo, en ese sentido, tengo un optimismo moderado. A mi me da más miedo la gestión política que el propio virus, porque estamos en un caos absoluto. Damos bandazos. El liderazgo es fundamental, y en España, no lo hay. Un líder no es el que dicta lo que hay que hacer, es quien promueve consensos. Y eso no se está haciendo. Lo que va a crear el virus, además, es una crisis económica brutal. Yo lo defino como una guerra tras la que viene la posguerra, que es la época en la que vamos a entrar ahora. Y que no haya un gran pacto político en temas básicos -Sanidad, Investigación, Economía, Educación- es dramático. El enfrentamiento político es lo mejor para el virus.

En su libro habla del error del 'cortoplacismo': medidas sin visión de futuro que nos han llevado a una situación en la que todo parece volver a empezar.

El político no ve más allá de las próximas elecciones. No le interesan las medidas a largo plazo de las que probablemente se beneficien las siguientes generaciones. Ahora nos estamos centrando en las UCIs, pero el foco hay que ponerlo mucho antes: tienes que evitar que la gente se infecte, enferme y tenga que ingresar en el hospital. Estas son medidas de Atención Primaria y de prevención, que son medidas menos espectaculares que otras cosas. En España, la desescalada fue rapidísima: no fue solo culpa de la gestión política, también nosotros como sociedad estábamos agotados. Pero lo que no depende del ciudadano es haber priorizado el ocio y el turismo cuando deberíamos haber estado preparándonos para la siguiente oleada, apuntalando el Sistema Sanitario y el de rastreo.

¿Hubo un exceso de confianza? ¿Se asumió, como se ha dicho, que "la segunda ola no sería como la primera"?

No sabíamos si iba a haber una segunda ola. La ciencia son incertidumbres: no es que falle, es que es así. Cuando le preguntan al científico "qué va a pasar", la respuesta normalmente es: "no tengo ni puñetera idea". Pero el político necesita certezas, y en parte entiendo que así es muy difícil gestionar. Una pandemia se asemeja un poco a una predicción meteorológica: no puede decirnos si habrá un huracán el próximo verano, lo sabrá una semana o unos días antes. Pero tenemos que cambiar nuestra concepción: ahora, lo que pasa en un país nos llega inmediatamente. Los problemas ya son globales, como plantea la iniciativa OneHealth a la que hago referencia. 

¿Es cierto que salen mejor parados los países que se han puesto en lo peor desde el principio, especialmente si ya tienen experiencia con pandemias?

El SARS fue una tremenda llamada de atención para Asia. Además, en Asia-Pacífico tienen frecuentes problemas de gripe: todos esperábamos que la próxima pandemia saliera de ahí. Tienen una cierta cultura y una preparación del sistema sanitario que no tenemos aquí. Hay otra cosa, y es que en un sistema dictatorial, allá donde la población es más importante que el individuo, probablemente una pandemia se maneje mejor. Por eso probablemente ha sido más difícil de controlar en los países democráticos donde, evidentemente, tenemos libertad.

¿Nos ha ido especialmente mal a España? Y en caso afirmativo, ¿ha tenido que ver la fragmentación política y por regiones?

Yo creo que sí. La falta de liderazgo, de coordinación, la excesiva politización... Somos un estado descentralizado, pero eso no quiere decir descoordinado. El ministerio de Sanidad está prácticamente desmantelado. Tampoco ha habido consensos, porque probablemente no nos demos cuenta de los tremendos efectos políticos, económicos y sociales que va a dejar esta crisis. La sociedad envejecida, los 'recortes' en Sanidad e Investigación... Sacamos pecho con los proyectos de vacuna española, pero no decimos que son grupos liderados por jubilados y que la mayoría de la gente no tenía contrato fijo. Es algo irrisorio. 

¿Estamos generando falsas esperanzas sobre la llegada de las vacunas para la Covid-19 para fin de año?

Como decía antes, tengo un optimismo moderado sobre las vacunas. No creo que la primera que aparezca en el mercado tenga la solución. No será un milagro. Pero el optimismo viene del hecho de que tenemos muchísimos candidatos que irán saliendo a lo largo de 2021 y 2022. Y de todo tipo, con nuevas tecnologías, como la RNA, con adenovirus, ect... Probablemente saldrán buenas vacunas, pero quizás no sean las primeras. Yo espero que con las vacunas, la inmunidad que desarrolle la población por contacto con el coronavirus y por que él mismo, ¡ojalá!, mute, se adapte al ser humano y se atenúe, el coronavirus acabe transformándose en uno de los que nos visitan cada año y producen una mortalidad, por decirlo así, socialmente aceptable. Pero tardará. Vamos a tener un 2021 largo y difícil.

Según explica, hay tal volumen de publicaciones científicas que pasamos del publish or perish ('publica o perece') al visible or vanish ('visible o desaparecido'). Es un problema similar al de la prensa actual: si publicas pero no te leen, no existes.

En efecto, la pandemia ha puesto en evidencia la crisis de la comunicación científica. Llevamos 70.000 artículos sobre la Covid-19, es una barbaridad. Nadie se los ha leído todos, y en cierta forma, es información oculta. Y encontraremos muchos bulos, mucha basura, pero quizás alguno tenga la solución. ¿Y cómo lo hacemos visible? A veces depende del editor, que lo destaque en portada, que llegue a la prensa y se hagan eco... La Inteligencia Artificial y el Machine Learning podría ayudarnos a encontrar esa información. Yo hago un guiño a la divulgación cientifica: que el propio científico se acerque a la prensa va a ser cada vez más importante. Unir una pandemia en tiempo real, el sistema de publicaciones científicas, la necesidad de comunicar de los medios y las redes sociales ha sido una bomba de relojería.

Sobre la transparencia en comunicación, usted la define como "contar todo lo que sé", sin "paternalismos", y que "dar muchas ruedas de prensa no es transparencia". Imposible no pensar en la figura de Fernando Simón.

No necesitamos a nadie que nos cuide, necesitamos que nos digan claramente lo que está pasando. Si hay datos que indican claramente que la tendencia es mala, hay que decir la verdad. Explicar y razonar las medidas, y que la gente vea su veracidad. Pero si dices "hay un comité de expertos", y nadie sabe quiénes son y qué hacen, eso crea dudas. La vez en la que dije 'chapó' por Fernando Simón fue cuando explicó en una pizarra cómo aplanar la famosa curva. Que los políticos hagan la rueda de prensa; aquí ha sobrado política y faltado pedagogía. Por ejemplo, el caso de la app, Radar Covid: ¿tú has visto alguna campaña nacional potente para descargarla? ¡Ni ellos se lo creen! El asesoramiento científico debe ser público y transparente: el político decidirá, pero el científico no tiene por qué estar de acuerdo. Fíjate en el caso de Anthony Fauci, el epidemiólogo jefe de EEUU, que se lleva las manos a la cabeza cuando habla Trump.

¿Podemos esperar alguna buena noticia a corto plazo? ¿Nos aboca la situación a un nuevo confinamiento domiciliario?

Yo creo que sí habrá confinamiento, pero se hará todo lo posible para que no sea  como el de abril. No se parará toda la economía, pero algunos sectores sí, porque estamos en una "situación de guerra". En mi opinión, lo último que habría que cerrar serían los colegios, no como la otra vez, que fue lo primero que cerramos, porque tienen un efecto colateral muy grande en el resto de la sociedad. Y esto no es para decir, "a ver si salvamos las Navidades". No: las Navidades ya no las salvamos. Lo que hay que intentar salvar... en mi caso, los Sanfermines en julio [ríe]. Pero yo creo que ni eso.

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