El riesgo de reinfección es una de las pesadillas recurrentes de los epidemiólogos al hacer frente a la pandemia por COVID-19, la enfermedad provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2. ¿Y si una persona pudo contagiarse en la primera ola de la primavera, pasar el aislamiento y la enfermedad, sanar y desarrollar anticuerpos, y volver a contraerla -con riesgo para su salud, pero también para sus contactos- con la llegada del otoño? Sería el suplicio de Sísifo: empujar ladera arriba la piedra del confinamiento y la crisis sanitaria para verla rodar abajo cada vez que nos acercamos a la cima.

Lo cierto es que las notificaciones de posibles reinfecciones llevan dándose desde los primeros días de la pandemia, particularmente en Corea del Sur. Sin embargo, en aquél momento se atribuyeron a falsos negativos en las pruebas PCR, es decir, pacientes a los que se había dado de alta demasiado pronto. Con el tiempo y el aumento de los casos de estudio, se ha comprobado por otra parte que el fenómeno de la seronegativización existe, y ocurre pronto. Notablemente, para el 14% de los españoles participantes en el estudio nacional de seroprevalencia que perdieron la inmunidad en los dos meses que duraron los estudios.

Ahora, un estudio llevado a cabo por investigadores del King's College de Londres, publicado en el servidor de 'preprints' medRXiv y a la espera de revisión por pares, abunda en las lagunas de la inmunidad frente al SARS-CoV-2. Sus conclusiones apuntan a que podría reinfectar a una persona en distintas ocasiones separadas en pocos meses como hace otro coronavirus mucho más "domesticado", el del resfriado común. Ante esta perspectiva, concluyen, el mundo debe dejar de lado la hipótesis de la "inmunidad de rebaño" que se lograría cuando la mayoría de la humanidad hubiera pasado la enfermedad, y centrarse en el desarrollo de vacunas.

El motivo hay que buscarlo en nuestro sistema inmune, la red de protección contra los patógenos invasores: virus, bacterias, parásitos, toxinas y microorganismos nocivos por citar unos cuantos. Entre las unidades especializadas de este ejército se encuentran los linfocitos B que producen los anticuerpos, unas proteínas con forma de Y también llamadas inmunoglobulinas. Son específicos para cada antígeno, por lo que para ser realmente efectivos deben contar con el "recuerdo" de haber luchado contra la enfermedad, bien porque ya se pasó previamente o porque han sido "entrenados" mediante la vacunación.  

En este estudio, los investigadores analizaron la respuesta inmune de 90 pacientes atendidos en hospitales londinenses y comprobaron que el 60% había desarrollado una respuesta inmune fuerte contra el coronavirus, con abundante producción de anticuerpos. Pero solo un 17% retenía esa potencia pasados los tres meses. Algunos habían visto decrecer sus niveles de anticuerpos 23 veces en ese periodo y, para algunos, las defensas se habían vuelto indetectables en los tests serológicos. La conclusión es que la reinfección por COVID-19 es posible incluso para quien se ha recuperado por completo, especialmente si existe un componente estacional.

"Esto confirma lo que ya sabíamos sobre las infecciones por coronavirus en seres humanos, que la respuesta de anticuerpos puede desvanecerse rápidamente con el tiempo y que esto puede dar lugar a la reinfección de un individuo que previamente había pasado la enfermedad", valora profesionalmente Lawrence Young, profesor de Oncología Molecular de la Universidad de Warwick (Reino Unido). Sin embargo, la situación no es tan catastrófica como puede parecer: aunque los anticuerpos ya no estén, la experiencia impresa en el sistema inmune le permitirá abordar la infección de modo a pasarla con síntomas leves o de forma asintomática.

"Estudios previos sobre los llamados "coronavirus del catarro común" sugieren que la reinfección se asocia con enfermedades menos graves, en el caso del resfriado estacional, o con ausencia total de enfermedad", escribe Young. "En el caso tanto del MERS como del SARS [coronavirus responsables de dos pandemias previas], los anticuerpos capaces de neutralizar la enfermedad desaparecían con el tiempo, pero incluso dos años después, la mayoría de individuos que había pasado la enfermedad mantenía cierta cantidad de anticuerpos, por mínima que fuera".

Además, los linfocitos B son solo una parte del arsenal: entran en juego los linfocitos T, mediadores de la respuesta inmune en el momento inicial en el que no se han generado anticuerpos específicos. Un estudio recién publicado en Nature apunta a que estas células reactivaron el recuerdo inmune de personas que habían sufrido el SARS en 2003 al encontrarse con su "pariente", el SARS-CoV-2. Y el fenómeno se llegó a dar incluso en personas que no se habían enfrentado hasta ahora a ninguno de los coronavirus pandémicos.

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