Una pareja británica recibió la clase de noticia que ninguna madre ni padre quiere escuchar: la ecografía del tercer trimestre había detectado un problema con su bebé en gestación. La pequeña tenía una masa anómala formándose en la mandíbula, que podía responder a una multitud de factores: algunos menos graves, como un quiste, otros más, como la displasia fibrosa, y algunos raros pero no inéditos, como el teratoma, el "tumor monstruoso". La realidad terminó siendo mucho más extraña.

El bulto en la parte inferior de la recién nacida, que vino al mundo a las 40 semanas y sin dificultades, era en realidad una protuberancia con un orificio rodeado de tejido de mucosa. Es decir, según refieren los especialistas que lo trataron en la revista BMJ Case Reports, una segunda boca en miniatura en el carrillo derecho. La pequeña, sin embargo, no mostraba más anomalías de cuello y cabeza, ni presentaba problemas respiratorios o de deglución, por lo que la familia recibió el alta con normalidad.

Las cosas, sin embargo, se volvieron aún más insólitas en las siguientes semanas. La pequeña ganaba peso correctamente y era, a todas luces, una bebé saludable, pero en la revisión de los 15 días pudieron observar cómo la segunda boca se abría para dejar salir un líquido transparente que, según coligieron, era saliva. También había comenzado a asomar una lengüecita accesoria que, con una actividad no poco inquietante, se acompasaba con los movimientos de la principal cuando la niña mamaba leche.

La lengua accesoria asomando de la segunda boca. BMJ Case Reports.

Se le realizó un escáner craneal, y lo que pudieron observar entonces es que la niña tenía perforada una segunda cavidad oral en la mandíbula que presionaba y desplazaba a la primaria. Peor todavía, estaba rodeada de una masa de tejido osificada en la que estaban situadas las pequeñas glándulas salivares y, según descubrieron, se estaban formando dientes. De seguir desarrollándose, esta segunda boca terminaría provocando los serios problemas de los que la pequeña se había librado por el momento.

A los seis meses de edad, la niña fue intervenida para extirpar la totalidad del tejido blando y óseo sobrante, y reconstruir la mandíbula para ajustarla correctamente al cráneo. Se trató de una intervención extremadamente delicada, ya que debían inutilizar y retirar las cavidades dentales accesorias sin dañar las auténticas, cuidando al mismo tiempo de no dañar los nervios y provocar parálisis facial a la paciente, ni de perforar alguna de las numerosas venas que irrigan el rostro.

Se le extirparon además seis molares benignos de buen tamaño que crecían en la mejilla. En el posoperatorio, la niña desarrolló una hinchazón en la zona operada, una acumulación de fluido que se fue reabsorbiendo por sí misma en los siguientes meses. Lo que sí han observado es que tiene dificultades con algunos movimientos del labio inferior, lo que podría indicar que, a resultas de la deformidad, algunos nervios de la zona no se llegaron a desarrollar correctamente.

Llegando al fondo de la cuestión: ¿Por qué le creció a la bebé una segunda boca "en miniatura" y autónoma? Los investigadores apuntan al fenómeno de diprosopia o duplicación facialuna malformación congénita extremadamente rara por la cual se desdoblan algunos órganos faciales, incluso la totalidad de ellos.

No es lo mismo que un "gemelo parásito", que puede dar lugar a deformidades parecidas e igual de llamativas pero que se da cuando un feto absorbe a su gemelo in utero, y algún órgano del asimilado se desarrolla como miembro extra en el cuerpo de su hermano.

La pequeña británica no es un caso de "gemelo parásito", pero tampoco es una diprosopia al uso, porque esta ocurre cuando se duplica erróneamente el arco faríngeo, el 'armazón' del rostro que se va formando durante la gestación. En este caso concreto, el arco faríngeo de la paciente no mostraba ninguna anormalidad.

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