Fue una constante que se repitió a lo largo de nuestra infancia y que, aún hoy, sigue estando muy presente en el imaginario colectivo. Cada verano son muchísimas las personas que acuden a la playa para disfrutar del sol y las olas. Sin embargo, hay un momento sagrado -tal vez prohibido- en el que lo último que debes hacer es meterte en el agua para darte un baño. Se trata de las dos horas después de comer ya que, según nos han repetido hasta la saciedad desde que éramos unos críos, podemos sufrir un corte de digestión.

Esta idea no es más que un mito que ha ido pasando de generación en generación y que, en realidad, nada tiene que ver con un fallo en nuestro sistema digestivo. Cuando sufrimos lo que comúnmente se conoce como "corte de digestión", lo que ocurre en nuestro cuerpo es un shock debido al cambio brusco de temperatura que se da al meternos en el agua fría. Este shock se conoce médicamente como hidrocución y no se encuentra relacionado con la cantidad de comida que hayamos ingerido ni el tiempo que haya pasado desde la ingesta. De hecho, puede ocurrir con el estómago vacío.

Las señales de alarma que indican que podemos estar sufriendo este síncope tras entrar en contacto con el agua fría se caracterizan una alteración de la frecuencia cardiaca, palidez, dolor de cabeza, mareos, visión borrosa y finalmente puede producirse un desmayo. En el transcurso de la hidrocución también pueden producirse vómitos, de ahí que se piense de forma errónea que se produce un "corte de digestión". No es así. En el caso de que el síncope sea de forma súbita, la muerte puede llegar de forma instantánea a través de una parada cardiorrespiratoria.

Así lo explica el profesor de Bioquímica de la Universidad Politécnica de Valencia y divulgador J.M. Mulet en su último libro, ¿Qué es comer sano?: "Meterse en el agua después de comer puede implicar un enfriamiento súbito si el agua está muy fría y te metes de golpe. Meterse en el agua también puede implicar un ejercicio intenso si te pones a nadar a lo loco o hay mucha corriente. [...] Si te da un mareo o un desmayo en el agua puede ser mortal. De ahí que el mito tenga cierto sentido. Sin embargo, su enunciado no es correcto".

Tal y como explica Mulet, el tiempo que tardamos en hacer la digestión puede variar en función de la cantidad de comida que hayamos ingerido y del tipo de comida. Nuestro sistema digestivo requiere menos tiempo para procesar una ensaladita de tomate que un cocido, por ejemplo. Pero no existe ningún problema con meterse al agua después de haber disfrutado bajo la sombrilla de un plato de gazpacho y unos trozos de sandía. Tampoco si hemos comido un cocido, por ejemplo, siempre y cuando nos adaptemos poco a poco a la temperatura del mar.

"Puedes meterte en el agua siempre que sea poco a poco para evitar un cambio de temperatura brusco y no realices ningún ejercicio intenso. Pero lo de decir que no me ducho porque acabo de comer y estoy haciendo la digestión no cuela como excusa", finaliza con sorna el científico en el libro.

Así, para evitar sufrir un síncope por hidrocución es conveniente evitar pasar mucho tiempo al sol antes de introducirnos en el agua. Del mismo modo, también es aconsejable evitar sumergirse de golpe en aguas excesivamente frías que puedan provocar un choque brusco de temperatura. Tampoco es recomendable sumergirse en el mar después de haber estado echando el clásico partidito de fútbol de las cinco de la tarde a 35 grados. El sentido común, en este caso también, suele ser el más común (y recomendable) de los sentidos.