Ha llegado septiembre y, con él, la temida vuelta al trabajo y a las numerosas tazas de café que necesitas para retomar el ritmo que dejaste aparcado en vacaciones. Aunque tenemos más que claro que esta bebida excitante nos quita el sueño, hay otras consecuencias menos conocidas que sorprenden, incluso, a los científicos que las descubren.

El café, además de su sabor que agrada a muchos, contiene una variedad de moléculas con actividad biológica que producen efectos como la disminución de la fatiga o la activación del estado de alerta, los cuales explican su gran consumo en prácticamente los cinco continentes. Pero hay algunos efectos  que también conviene tener en cuenta.

Hace que todo sea menos dulce

Se sabe desde hace décadas que la cafeína es una poderosa antagonista de la adenosina, una molécula que no solo es la responsable de inducir el sueño y la relajación en el organismo, sino también, según los hallazgos de un equipo de investigadores de la Universidad Cornell, de activar ciertos receptores presentes en las papilas gustativas sensibles al sabor dulce.

Por eso los expertos creen que la ingesta de café altera el paladar y hace que otros alimentos y bebidas nos sepan menos dulces, provocando el paradójico efecto de que nos entren ganas de tomar más. Por así decirlo, nos lleva un pasito más cerca de caer en la tentación.

Hace la comida basura aún más mala

Caer en las garras de un grasiento plato de fast food siempre es menos aconsejable para la salud que una dieta sana y variada, pero lo que probablemente no sepas es que acompañarlo de un café hace que sea aún peor. Según un estudio de la Universidad de Guelph (Canadá), el pico en los niveles de azúcar en sangre tras el consumo de hamburguesas y demás pecados gastronómicos se duplica cuando la cafeína entra en juego, alcanzando niveles propios de una persona con riesgo de diabetes.

Puede combatir el 'jet lag'

Como casi todo el mundo sabe, tomar café a escasas horas de irnos a la cama aumenta el riesgo de quedar mirando al techo y contando ovejitas. Lo que puede que no te hayan contado es que ese insomnio podría no estar relacionado únicamente con el efecto estimulante de la cafeína, sino que podría deberse a la capacidad del propio café para alterar nuestro reloj interno.

Según han comprobado científicos de la Universidad de Colorado, el consumo de esta bebida retrasa el incremento de melatonina que nos hace dormir, haciendo creer al cuerpo que ha pasado, aproximadamente, una hora menos de las que han transcurrido en realidad. Lo más curioso es que esto podría servirnos para aligerar el temido jet lag que se produce tras viajar a otras franjas horarias. Eso sí, solo cuando viajamos al oeste, pues la sensación de desajuste horario se acentuaría si tomáramos un café cuando nos desplazamos dirección poniente, al menos según las conclusiones del estudio.

Reduce el dolor

Si trabajas en una oficina y te sueles sentir molido tras unas cuantas horas de intenso teclear frente al ordenador, una buena taza de café podría convertirse en tu mejor aliada. No solo porque te activa, sino también, según unos científicos noruegos, porque disminuye esa sensación de dolor. Otros estudios han concluido que, además, podría reducirlo tras un entrenamiento deportivo, así que, ya sabes, prueba a tomarte un cafelito cuando salgas del gimnasio.

Dificulta que se cierren las heridas

Cuando sangramos, las plaquetas son las responsables de tapar provisionalmente las heridas hasta que el daño ocasionado se repara. Hacen, por tanto, que dejemos de sangrar. Sin embargo, según las conclusiones de un estudio publicado en 2008, la ingesta de café merma su capacidad para pegarse unas a otras y a las paredes de los vasos sanguíneos. Sucede igual con el descafeinado, así que no parece ser la cafeína la culpable de esta consecuencia adversa.

Cambia el efecto de algunas medicinas

Antes de tomar cualquier medicación, asegúrate de preguntar al médico o al farmacéutico, o al menos de leer en el prospecto, si sus efectos se podrían ver alterados a causa de la ingesta de café. Se ha demostrado que en algunos casos reduce la absorción (y, por tanto, la efectividad) y en otros la incrementa (como sucede con los antidepresivos). También puede pasar que sea el medicamento el que prolongue algunas consecuencias del café, así que infórmate primero cuando tengas que tomar alguna medicina.

Ayuda a hacer la digestión (pero no lo tomes en ayunas)

Tomarse un café después de comer, como es habitual para muchos, tiene sentido desde el punto de vista fisiológico: la cafeína aumenta los niveles de los ácidos estomacales que se encargan de hacer la digestión (o, más concretamente, de la gastrina, la hormona que regula su liberación). Sin embargo, si te pides un cortadito de buena mañana, sin algo sólido en el estómago, se puede tornar perjudicial y, entre otras cosas, provocarte una acidez que no sabes muy bien a qué se debe. Bueno, ahora ya sí, y pasa incluso con el descafeinado.

Te aleja de la tumba

Está sobradamente demostrado: tomar café alarga la vida. El mayor estudio al respecto, con más de 500.000 participantes de distintos países europeos, reveló que el consumo regular de esta bebida disminuye el riesgo de mortalidad. Una segunda investigación, con 185.000 personas de diversos orígenes (afroamericanos, latinos, etc.), lo corrobora, y además señala que no influye cómo preparemos el café o cómo nos guste beberlo. Según un tercer trabajo, la reducción del riesgo de caer en brazos de la parca puede ir del 6 al 12 % en función de nuestra dosis diaria.

La clave, como en casi todo, es la moderación. La dosis hace el veneno, así que el cafelito o el par de cafelitos diarios que te tomas para sobrellevar la vuelta a la rutina no solo no tienen por qué perjudicarte, sino que pueden ser beneficiosos para ti si no los acompañas de un sinfín de calorías. Cuidado con el azúcar, los dulces… Ya sabes: el café no engorda, pero todo lo que le vas sumando sí.

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