"Los niños pueden quedar marcados psicológicamente para siempre". Los especialistas son tajantes. Un proceso de divorcio no tiene por qué resultar nocivo para unos niños si los padres lo gestionan de forma correcta. En cambio, si se trata de un proceso traumático, como es la situación a la que se han enfrentado los hijos de Juana Rivas y Francesco Arcuri, de 11 y tres años, los posibles traumas que se generen en la infancia podrían tener consecuencias para toda la vida.  

"Durante un divorcio como éste, los niños suelen experimentar grandes niveles de ansiedad y depresión. Una depresión que, durante la infancia, suele manifestarse en forma de enfado e irritabilidad", explica Gabriel Pozuelo, psicólogo infantil especializado en trastornos de ansiedad y depresión. Según este especialista los niños además podrían desarrollar dificultades sociales y emocionales, y llegar a somatizar todo lo que está ocurriendo a su alrededor al no tener las herramientas suficientes para gestionarlo.

Los "factores de personalidad"

Pero la cosa no acaba aquí. Los trastornos o traumas que sufrimos durante nuestra infancia suelen volver a manifestarse durante la etapa adulta. En el caso de los hijos de esta pareja, que han permanecido en el foco mediático durante semanas, con una huida de por medio, es más que probable. "Todo dependerá del niño y de las circunstancias, pero en procesos tan traumáticos se pueden generar unos factores de personalidad que nos acaben condicionando para siempre", explica Timanfaya Hernández, psicóloga legal y forense con experiencia en casos de violencia de género.

Estos factores infantiles a menudo desencadenan trastornos de conducta, trastornos de tipo afectivo, inseguridades y miedos que, a posteriori, afectan a nuestras relaciones sociales. Pero, sin duda, las consecuencias más graves tienen que ver con trastornos de tipo mental. "Un trauma infantil puede acabar por convertirse en una depresión en la etapa adulta", afirma Pozuelo. "Es bastante habitual", remacha.

Tras un mes de huida, Juana Rivas entregó a sus hijos a la Guardia Civil de Granada el pasado lunes. El padre, Francesco Arcuri, acudió a recogerlos para llevárselos de vuelta a Carloforte, el pequeño pueblo italiano en el que, desde este jueves, vivirán con él, a miles de kilómetros de distancia de la madre y tras un año y medio de separación. Esta situación también podría pasar factura a los pequeños. "Si tenemos en cuenta que han perdido durante un año y medio el contacto con el padre, es más que probable que haya problemas de adaptación, tanto a nivel familiar como a nivel social. Que manifiesten tristeza por estar lejos de su madre. Y, por supuesto, que se genere un rechazo hacia el padre", advierte el psicólogo.

El hotel rural que regenta Francesco Arcuri en la localidad de Carloforte (Cerdeña).

La alienación parental

Este rechazo podría estar condicionado por un concepto que en psicología se denomina como alienación parental. Este síndrome, que se refiere al abuso emocional que ejercen algunos padres sobre sus hijos con el objetivo de malmeter y de que rechacen al otro progenitor, es un concepto que no ha sido reconocido científicamente. Ni la OMS ni la Asociación Americana de Psiquiatría lo recogen como un tipo de trastorno que se da en los menores que se enfrentan a un proceso de divorcio. 

Sin embargo, la juez del Juzgado de Instrucción número 2 que lleva el caso de la madre de Macarena se ha apoyado en él para obligar a Juana Rivas a devolver a sus hijos a Francesco Arcuri. Un argumento que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) desaconseja utilizar y contra el que ya han presentado una queja diversos colectivos feministas. "Es cierto que la alienación parental no está certificada científicamente, pero eso no quiere decir que no exista", advierte Pozuelo, que asegura que se encuentra con "muchísimos casos" de niños que cuentan en consulta cómo su madre o su padre malmeten contra el otro progenitor.

Según el relato de los psicólogos, es "inevitable" que la actitud de un niño se vea influenciada por lo que escucha en el ámbito familiar de boca de sus padres. "Y si con quien tiene un mayor vínculo es con una madre que les ha podido hablar de una situación de violencia doméstica, los niños experimentarán una situación de angustia, tensión y somatización, posicionándose contra el padre de forma natural", señala por su parte Hernández.

¿Cómo debería haber actuado entonces Juana Rivas en pos del bien de sus hijos? ¿Hizo bien al emprender la huida o debería haber entregado a los pequeños? Esta psicóloga especializada en violencia de género lo tiene claro: "Desde el punto de vista humano puedo entenderlo. Pero desde el punto de vista psicológico, es un error. Alargamos una situación traumática para ellos, con una mayor exposición, una mayor vulnerabilidad y, ahora, una situación judicializada en la que se comete un delito que tendrá consecuencias".

Noticias relacionadas