Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos el pan está presente en todas nuestras comidas. Si no empezamos el día con una tostada, seguramente tomaremos después un bocadillo o acompañaremos la comida y/o la cena con un trozo. El pan está muy presente en la dieta diaria de las personas que viven en España. Sin embargo, en los últimos años muchos expertos han empezado a desaconsejar este alimento.

¿Cómo es posible que sea malo un producto de toda la vida? No todos los panes nos perjudican, pero es cierto que la gran mayoría de los que encontramos no nos hacen ningún bien. Esto se debe a que están elaborados con harinas refinadas. Es decir, que la harina con la que se han cocinado estos panes procede de un trigo al que se le ha quitado el salvado. Aunque pueda parecer una tontería, esto marca la diferencia.

A simple vista un pan elaborado con la harina completa es más oscuro que el pan blanco que resulta de las harinas refinadas. Eso sí, no siempre el color es una prueba determinante de que el tipo de harina que se ha empleado contiene todas las partes del trigo. Lo que debemos hacer es comprobar que el pan que compramos se comercializa como integral. Esto garantiza que la harina con la que está hecha contiene ese salvado.

Harinas refinadas

Pero, ¿por qué es mejor este pan que el blanco que comemos todos los días? Los carbohidratos del pan de harinas refinadas se simplifican a gran velocidad en nuestro sistema digestivo. De hecho, Miguel Ángel Martínez-González, epidemiólogo de la Universidad de Navarra y autor del libro Salud a ciencia cierta explica que, prácticamente, el pan blanco se convierte en azúcar al contacto con nuestra saliva.

Si bien todos sabemos que reducir el azúcar de nuestra dieta para mejorar nuestra salud, muchos de nosotros ignoramos que lo estamos tomando indirectamente a través de otros productos. Este es el caso del pan blanco. Después de tomarlo, sus carbohidratos se convierten rápidamente en glucosa y, de la misma manera, esta sustancia es absorbida por el torrente sanguíneo en un período muy corto de tiempo.

Para estabilizar el nivel de glucosa en sangre, el páncreas debe producir una buena cantidad de insulina. Esto resulta un esfuerzo importante para este órgano que puede tener consecuencias a la larga: o bien puede pasar que el páncreas deje de fabricar la insulina necesaria, o bien nuestras células pueden volverse resistentes a esta hormona. En estos dos casos, manifestaremos diabetes. Los alimentos que elevan mucho los niveles de azúcar en poco tiempo —los de alto índice glucémico—, además, favorecen el sobrepeso.

Más que pan

Tanto las barras de pan, como los picos, las regañás o cualquier otro producto hecho a base de pan blanco tiene este efecto. Cambiar a los panes integrales es especialmente importante si no hacemos mucho deporte en nuestro día a día. Sin embargo, estos panes sólo contienen harina de trigo, agua, levadura y sal. Existe en el supermercado otro tipo de pan muy habitual que engorda esta lista de ingredientes con creces.

El producto básico de tostadas y sándwiches, el pan de molde, es una de las peores opciones que podemos echar a nuestra cesta. La gran mayoría de ellos están elaborados con las mismas harinas refinadas que el pan normal: de ahí su inmaculado color blanco. Por tanto, podemos esperar que tengan también un alto índice glucémico: todos, salvo aquellos que se elaboran con un 100% de harinas integrales.

Sin embargo, los panes de molde se guardan otro problema y es que para elaborarse necesitan más ingredientes que el pan de barra y no son, precisamente, saludables. Una gran parte de ellos contienen azúcares añadidos, pero también grasas vegetales que suelen ser de peor calidad que el de oliva. Además, contienen varios aditivos que, si bien son seguros, sobrecarga de ingredientes convierte a este producto en un ultraprocesado. Es decir, un producto relacionado con el sobrepeso e, incluso, con una mayor mortalidad, tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL.

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