Durante años, la fruta se ha puesto en el punto de mira por su elevado contenido en azúcar. Incluso hoy en día muchos profesionales sanitarios llegan a aconsejar reducirla o eliminarla de la dieta si se busca mejorar enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2, una patología que afecta a 1 de cada 7 adultos en España.

Sin embargo, numeroso estudios han llevado a desdeñar la idea de que cualquier tipo de azúcar es igual, y que cualquier fuente de azúcares tiene el mismo efecto. No es lo mismo comer fruta que consumir un refresco con fructosa añadida de forma artificial, como bien ha explicado recientemente la Dra. Jennifer Rooke en un reciente artículo en la edición inglesa del medio The Conversation.

Rooke, especialista en medicina preventiva y medicina del estilo de vida, y profesora de salud comunitaria en la Facultad de Medicina de Morehouse, relata el caso de una de sus pacientes diagnosticada de diabetes tipo 2 mal controlada y obesidad. En 2019 decidió iniciar una dieta basada en plantas, aumentando su consumo de fruta y verdura, y evitando bollería, galletas y demás ultraprocesados, además de reducir los alimentos de origen animal.

La paciente perdió 8.5 kg en apenas seis meses, y mejoró sustancialmente sus parámetros metabólicos sanguíneos. Sin embargo, la pandemia COVID19 canceló sus visitas, y cuando Rooke volvió a saber de ella, había vuelto a recuperar peso y había vuelto a empeorar su analítica. La razón es que su médico especializado en diabetes le indicó que "estaba comiendo demasiado azúcar" en su dieta basada en plantas.

Le limitaron los alimentos altos en carbohidratos, como frutas y verduras ricas en almidón, a cambio de comer más pescado y carne. Además también la invitaron a comer más dulces y galletas con edulcorantes artificiales, pero sin azúcar. Pero como bien explica la doctora, el azúcar de la fruta no es 'simplemente azúcar'.

El organismo necesita carbohidratos, proteínas y grasas para sobrevivir. La glucosa es el carbohidrato simple con el que funciona el organismo, siempre que esté disponible. Es el que mejor se procesa y de forma más rápida. En su forma natural, las fuentes de carbohidratos son granos enteros, frutas, verduras, frutos secos y semillas.

El ser humano evolucionó para desear el sabor dulce de la fruta madura, obteniendo así a su vez los nutrientes necesarios presentes en ella, incluyendo vitaminas, minerales y fibra. Además, las frutas son ricas en fitonutrientes y antioxidantes, muchos de ellos con propiedades protectoras frente a diferentes enfermedades.

Por su parte están los carbohidratos refinados, sobre todo los azúcares simples añadidos de forma artificial a los alimentos. Se trata de carbohidratos despojados de sus nutrientes, densos calóricamente, y demasiado fáciles de procesar. El ejemplo más común son los refrescos azucarados, que contienen azúcar libre en formato líquido, más fácil de absorber y procesar si cabe.

El problema llega cuando el ser humano satisface su búsqueda de alimentos dulces mediante refrescos y alimentos ricos en azúcares refinados, en lugar de echar mano de frutas. Se sacia el deseo de un sabor dulce, se obtiene una cantidad ingente de calorías, pero se obvían todos los nutrientes necesarios.

El problema: los carbohidratos refinados

Con el tiempo, este consumo de carbohidratos refinados crean un círculo vicioso que lleva a la obesidad y a las enfermedades cardiometabólicas, como la diabetes tipo 2 o las enfermedades cardiovasculares.

Como explica Rooke, aunque el azúcar refinado no es tóxico para las células, su combinación con grasas y proteínas de los alimentos sí puede producir AGE o productos finales de glicación avanzada, que sí lo son.

Del mismo modo, los niveles elevados de glucosa en sangre pueden dar lugar a lipoproteínas de baja densidad glicosiladas. Ambos tipos de sustancias se han relacionado con un aumento de riesgo de enfermedades cardiometabólicas, siendo la más común la diabetes tipo 2.

El problema real en la diabetes tipo 2 no es ni el azúcar ni el consumo de carbohidratos de forma específica. Es la pérdida de la funcionalidad de las células beta pancreáticas o su destrucción, lo que en consecuencia lleva a una tolerancia de la insulina que descompone el azúcar en energía o a una reducción de su secreción.

Si la insulina funciona mal, o no se segrega en la cantidad adecuada, los niveles de azúcar sanguíneo se elevarán, provocando la diabetes tipo 2 y todas sus consecuencias.

Las células beta pancreáticas son vulnerables a los radicales libres oxidados producidos por dietas inflamatorias como la Dieta Occidental. Pero los antioxidantes de las frutas pueden paliar la situación. El consumo de fruta entera reduce el riesgo de diabetes tipo 2, y se sabe que a mayor consumo de fruta, menor riesgo.

Una dieta baja en carbohidratos que excluyera la fruta no sería la mejor opción para perder peso y mejorar la salud, según Rooke. Habría que fijarse en el tipo: no es lo mismo llevar a cabo una dieta basada en plantas rica en carbohidratos frescos, como frutas, verduras, granos integrales y semillas, que llevar a cabo una dieta rica en carbohidratos refinados, azucares libres y alimentos ultraprocesados en general.

Incluso dietas muy populares, como la dieta cetogénica, tienen sus riesgos. Se sabe que, a largo plazo, es fácil sufrir déficits de determinados nutrientes, incluyendo una falta de fibra que no se observa en las dietas basadas en plantas. La mejor forma de "desintoxicarse del azúcar" sería aumentar el consumo de frutas y verduras, a la par que se evita el consumo de ultraprocesados.

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