Las personas de una gran parte del mundo hemos hecho un espacio en nuestros hábitos alimenticios para acoger a la pizza italiana. En España, de hecho, la pizza ya se ha convertido en la segunda comida que más consumimos, por detrás de la ensalada verde. Así lo recoge el Informe del consumo alimentario que el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación elaboró sobre el año 2018.

Sin duda, algunas de las claves que hacen tan popular a la pizza son su sabor, que gusta a todos, y la rapidez con la que puede servirse. La mayoría de las pizzas que consumimos son, o bien del súper preparadas para terminar de cocinarse en el horno de casa, o bien encargadas a algún restaurante. Aunque también existe quien prefiere cocinarlas en casa. En este artículo de EL ESPAÑOL se explica cómo hacer una pizza casera y saludable.

La pizza es la opción perfecta para una cena en la que no queremos cocinar demasiado y también para cualquier celebración en casa. En estas ocasiones, no es raro que sobren porciones y que las dejemos abandonadas en la encimera de la cocina para darnos un segundo homenaje al día siguiente. Lo cierto es que la pizza fría y del día siguiente tiene una legión de admiradores en todo el mundo que la toman de aperitivo e, incluso, de desayuno.

Una pizza poco de fiar

¡Ojo! Dejar la pizza durante toda la noche a temperatura ambiente no es la mejor opción desde el punto de vista de la seguridad alimentaria. Aunque vayamos a comernos la pizza a la mañana siguiente es posible que, en ese tiempo, haya sido invadida por microorganismos con la capacidad de originar una toxiinfección al consumidor. Por esta razón, lo mejor es que en cuanto sepamos que va a sobrar pizza metamos esos trozos en la nevera.

Es cierto que no existen un gran número de casos de intoxicaciones por esta causa, pero esto no significa que deba considerarse como una práctica segura. Hay que tener en cuenta que, además, una pizza está formada por una gran variedad de alimentos que van desde las lácteos hasta los pescados y, por tanto, unos pueden estropearse antes que otros. Meter la pizza a tiempo en el frigorífico puede ahorrarnos terribles consecuencias.

De hecho, a pesar de que siempre hemos pensado que las sobras de comida deben estar frías cuando se introducen en el frigorífico, no siempre es así. El principal problema de meter comida caliente en el frigorífico es que esta suba la temperatura de los alimentos de alrededor y los ponga en riesgo. Sin embargo, tal y como se explica en este artículo de EL ESPAÑOL, existen ciertos trucos para enfriar comida caliente en el frigorífico sin afectar al resto del contenido del electrodoméstico.

La pizza que revive

Aunque todos conocemos a alguien que adora la pizza fría del día siguiente —o, incluso, puede que seamos nosotros mismos esa persona—, existen trucos para recalentarla de manera que su textura se asemeje a la de la noche anterior. Según este artículo de EL ESPAÑOL, el año pasado se popularizó en redes sociales un método que únicamente emplea una sartén antiadherente. Los microondas, a pesar de ser nuestra primera opción, dejan la pizza como un chicle.

El método en cuestión consiste en colocar la porción de pizza sobre la sartén y calentarla a fuego medio durante un par de minutos. Después hay que verter un poco de agua en la sartén, pero nunca directamente sobre la pizza, sino a un lado de esta. Por último, se tapa la sartén con una tapa para que el vapor del agua derrita el queso y dé jugosidad a la pizza sin llegar a reblandecer el pan.

La gran mayoría de las pizzas que solemos consumir en casa son ultraprocesados y, por tanto, debemos limitar su consumo al máximo. Entre sus ingredientes pueden encontrarse carnes procesadas, exceso de azúcar y sal y grasas de baja calidad. Pero, además, la pizza es un alimento con un alto número de calorías con el que es muy fácil sobrepasar el consumo mínimo diario de energía. Sobre todo porque en la mayoría de las ocasiones se combinan con bebidas alcohólicas o refrescos azucarados.

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