Existen comidas o cenas donde, sin hacerlo conscientemente pero sin querer evitarlo, el ser humano tiende a los excesos. Además, se trata de excesos claros: no es lo mismo estar "lleno" que comer "hasta reventar". Las sensaciones de saciedad de ambas situaciones son claramente diferentes. La primera, la cual implicaría plenitud con la comida, sería el objetivo fisiológico de comer. La segunda, por su parte, no es más que un exceso sinónimo de gula.

El problema sería que el metabolismo humano no fuese capaz de procesar dicha gula, es decir, aguantar que se llene el estómago mucho más allá del límite de llenado habitual. Pero, según un nuevo estudio a cargo del Centro de Nutrición, Ejercicio y Metabolismo de la Universidad de Bath, el organismo humano es sorprendentemente efectivo para hacer frente a estos excesos.

En este caso, los investigadores se basaron en el consumo de pizza, con el objetivo de diferenciar las sensaciones de "plenitud" o "estar lleno", respecto a los excesos o vulgarmente conocido como "comer hasta reventar".

Para el estudio, un grupo de hombres jóvenes de entre 22 y 37 años se ofrecieron a comer casi el doble de pizza de lo que comerían habitualmente, duplicando a su vez el consumo calórico que llevarían a cabo habitualmente en una comida o cena normal. Y, aún así, su metabolismo mantuvo a raya la cantidad de nutrientes que fluían por su torrente sanguíneo.

En definitiva, esto significaría que tener algún desliz puntual en cuanto a excesos alimentarios se refiere no daría lugar a consecuencias negativas inmediatas, al menos a nivel metabólico. El problema sería, según los investigadores, mantener estos excesos de forma prolongada en el tiempo.

Según comenta el investigador principal responsable del estudio, Aaron Hengist, son sobradamente conocidas las consecuencias a largo plazo de llevar a cabo excesos alimentarios de forma habitual: obesidad, diabetes tipo 2 o enfermedades cardiometabólicas, entre otras patologías. Lo que no se tenía tan claro es qué podría suceder con estos excesos cuando se producen de forma puntual, o si realmente habría algún tipo de efecto inmediato tras producirse dichos excesos.

Y la respuesta, según este estudio, sería que el metabolismo es más efectivo de lo que cabría imaginar: se puede lidiar con un exceso calórico masivo y puntual sin que haya ninguna consecuencia en especial.

Para demostrarlo, en el estudio se hizo comer a los participantes más de 3.000 kilocalorías de golpe, equivalente a una pizza familiar y media. Sin embargo, hubo variabilidad entre los participantes: algunos eran capaces de consumir hasta dos pizzas y media de tamaño familiar de golpe, sin mayores consecuencias.

Evidentemente, como recuerdan los investigadores, este ingente consumo calórico sobrepasa las pautas estándar para un adulto promedio en todo un día, y más si cabe si se tiene en cuenta de que se trataba de una comida única. Y, aún sobrepasando todo los limites en una sola comida, el metabolismo de estos voluntarios aguantó bien el golpe: los niveles de azúcar sanguíneo (glucosa) no se elevaron respecto a una comida normal, a cantidad de insulina sanguínea se elevó un 50% más de lo habitual (con el objetivo de controlar el azúcar sanguíneo secundario a las comidas).

Además, los lípidos sanguíneos (triglicéridos y ácidos grasos no esterificados) tan solo se elevaron un poco respecto a una comida habitual, a pesar de que los participantes consumieron más del doble de grasa recomendada para una sola comida. Y, de hecho, este punto es interesante para los investigadores, dado que en investigaciones previas se sugirió que los lípidos sanguíneos aumentarían proporcionalmente al consumo de cantidades bajas o moderadas de grasa.

Las hormonas intestinales que regulan la secreción de insulina y la sensación de saciedad sí se modificaron, como es el caso de GLP-1 y el péptido YY, los cuales aumentaron con el exceso de alimento.

Por otra parte, los investigadores también analizaron la sensación de apetito y el estado de ánimo de los participantes a lo largo del tiempo. Cuatro horas después de la comida, los pacientes se sentían somnolientos y sin apetito, incluso cuando se les ofrecía bollería. Esto, según los investigadores, sería sorprendente: los centros de recompensa cerebral generalmente son específicos frente a los alimentos, por lo que no sería totalmente lógico esperar que comer pizza cambiase el deseo por otros alimentos, como los dulces; algo que a su vez explicaría por qué siempre solemos tener "espacio" para los postres.

Así pues, según los investigadores, si bien es cierto que se sabe que los seres humanos tendemos a comer en exceso, y esto a su vez es causante de múltiples enfermedades si se mantiene a largo plazo, existe poca evidencia científica sobre qué sucede al comer en exceso de forma puntual en una sola comida y cómo actúa el metabolismo al respecto.

Este estudio sugeriría, según refieren, que los seres humanos seríamos capaces de controlar una comida equivalente al doble de los alimentos necesarios para alcanzar el llenado o plenitud estomacal, y que estamos bien adaptados a un aporte excesivo de nutrientes en una sola gran comida.

El principal problema sería, por tanto, mantener estos excesos alimentarios durante el tiempo, dado que se almacenarían en forma de grasa corporal y acabaría provocando un estado de sobrepeso y/o obesidad. Sin embargo, en un individuo sano, comer en exceso en una sola comida y de forma puntual, no tendría consecuencias inmediatas en el metabolismo. 

Aún así, los investigadores son cautos respecto a sus resultados y sugieren que sería necesario replicar su estudio en otros grupos: todos los participantes eran hombres jóvenes y sanos; el resultado podría ser diferente en mujeres, en individuos mayores, o en individuos que ya sufren sobrepeso u obesidad. Por tanto, por el momento, el mejor consejo sería evitar los excesos siempre que sea posible.

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