Actualmente casi todos los padres intentan apuntar a su hijos a algún tipo de actividad deportiva extraescolar, ya sea en deportes populares como fútbol o baloncesto, u otros menos conocidos o solicitados en comparación, como el tenis por ejemplo. Sin embargo, a día de hoy, y en cuanto a la alimentación post-entrenamiento se refiere, la mayoría de dichos padres siguen cometiendo el mismo error que muchos otros han cometido durante las últimas décadas: alimentar a los más pequeños con ultraprocesados tras realizar ejercicio.

En estudios anteriores ya se ha sugerido que el organismo humano se adapta al ejercicio, quemando menos calorías al realizar la misma actividad. Así mismo, también se sabe que realizar ejercicio aumenta el apetito. Si a todo esto, además, se le suma la mala costumbre de consumir snacks procesados tras realizar ejercicio, las consecuencias pueden empeorar más si cabe.

Así lo sugeriría un nuevo estudio llevado a cabo por los investigadores de Salud Pública de la Universidad Brigham Young, dirigidos por la profesora Lori Spruance: la calorías consumidas mediante snacks tras los eventos deportivos de los niños son superiores a las que se queman durante el ejercicio.

La mala costumbre de dar ultraprocesados a los niños

Para llegar a esta conclusión, publicada recientemente en American Journal of Health Behavior, Spruance y sus alumnos observaron a 189 niños de entre 8 y 9 años que participaron en 4 ligas de deportes diferentes: fútbol, fútbol americano, béisbol y softbol. Se tuvo en cuenta tanto la actividad física que realizaban y los snacks o golosinas que consumían posteriormente a la realización de cada uno de los deportes.

Según comentan los investigadores, los padres llevaban snacks en el 80% de las ocasiones, y en cuando a bebidas se refiere, el 90% de estas eran refrescos azucarados. Por su parte, para seguir los niveles de actividad física, se usó el método SOFIT, donde se medía el nivel de actividad de cada niño en una escala del 1 al 5 (1 era "nada" y 5 "correr"), cada 10 segundos.

Los resultados finalmente indicaron que, de media, los niños gastaban alrededor de 170 kcal en cada evento deportivo escolar, mientras que su ingesta calórica promedio tras cada uno de estos eventos ascendía a unas 213 kcal de media. Así mismo, en cuanto a azúcar se refiere, cada niño consumía de media 26,4 gramos de azúcar. Este último dato llama más la atención si se tiene en cuenta que las recomendaciones actuales de azúcar para niños no deberían superar los 25 gramos en un solo día. De nuevo, las bebidas azucaradas que traían los padres a estos eventos eran las principales fuentes tanto de azúcares libres como de calorías en total.

Así mismo, este estudio también comprobó que de media los niños tan solo dedicaban 27 minutos a cada actividad física, siendo el fútbol el deporte más activo, y el softbol el que menos. Según las recomendaciones actuales, los niños deberían realizar hasta 60 minutos de actividad física diaria a partir de los 6 años, algo que no se cumpliría ni siquiera mediante este tipo de eventos deportivos extraescolares. De hecho, las nuevas guías de ejercicio físico publicadas en 2018 también recomiendan asociar actividades anaeróbicas, como levantamiento de peso, a partir de los 6 años de edad, algo que tampoco se cumpliría en el caso de la nueva investigación.

Los autores, además, puntualizan que posiblemente estas 43 kcal de diferencia entre el ejercicio realizado y los snacks consumidos posteriormente pueden no parecer demasiado, pero si se tiene en cuenta que los niños pueden realizar actividad física de estas características una o dos veces cada semana, esto implicaría el consumo de miles de calorías extra basadas en azúcares libres cada año.

De hecho, como comenta Spruance en un comunicado publicado en EurekAlert!, la realidad actual es que muchos niños se apuntan a este tipo de actividades deportivas extraescolares con el objetivo de recibir su "premio" después del ejercicio. Y si dicho premio se basa en bebidas repletas de azúcares libres, no se está ayudando a desarrollar hábitos saludables a largo plazo. Según comenta la profesora, la recompensa real debería ser la diversión, y no los snacks ultraprocesados como tal.

Por ello, tanto Spruance como sus colegas sugieren que los programas deportivos dirigidos a niños y adolescentes se beneficiarían de intervenciones dirigidas hacia el entorno alimentario. Y, de hecho, ella y su equipo ya están trabajando en futuros estudios intervencionistas en este sentido. Algunas pruebas piloto ya han demostrado que es posible disminuir la cantidad de snacks procesados y, a su vez, aumentar la cantidad de frutas y verduras tras estos eventos deportivos juveniles.

Como comentan los mismos autores, pequeños cambios pueden lograr una gran diferencia.

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