María José Goikoetxea Carmen D'Amelio

La lista es larga. Leche, huevos, frutos secos…Muchos alimentos pueden provocar una reacción alérgica. De hecho, en los últimos años se ha registrado un aumento en la incidencia en las alergias alimentarias. En España, se estima que cerca de dos millones de personas son alérgicas a algún alimento.

Los alimentos están compuestos por diferentes proteínas y algunas de ellas pueden ser potencialmente alergénicas, siendo capaces de inducir diferentes tipos de reacciones. El desarrollo de una alergia depende, sin embargo, de diversos factores entre los que se incluyen la genética, la frecuencia de consumo de los alimentos y el momento de su introducción, entre otros. Una etapa frecuente de la vida para desarrollar estas alergias es la niñez, especialmente durante los primeros años cuando se comienzan a introducir los diferentes alimentos.

En las personas con alergia alimentaria, se produce una respuesta exagerada frente a uno o más alimentos determinados. Esto es debido al desarrollo de anticuerpos, generalmente tras un contacto previo, que, al reconocer al antígeno o alimento en cuestión, ponen en marcha una serie de reacciones inmunológicas capaces de desencadenar los síntomas típicos de la alergia: picores, ronchas, edema facial, tos, dificultad para respirar, etc. Estos síntomas generalmente se producen de forma inmediata o dentro de las primeras dos horas tras la ingesta o el contacto con el alimento.

¿Es lo mismo que una intolerancia? No. La alergia, como se ha señalado, implica una respuesta inmunológica frente al alimento, en la que participan los anticuerpos. Éstos, ya circulantes en el individuo, reconocen al alimento como “extraño” o “nocivo”, produciendo síntomas generalizados en la mayoría de los casos. En cambio, la intolerancia se debe a una alteración en el metabolismo de los alimentos (por alteración en el funcionamiento o por déficit de una enzima digestiva) y suele producir síntomas digestivos como gases, dolor abdominal, diarrea….

Este es el caso de la leche: tras la ingesta de leche, un individuo alérgico podría tener síntomas que afecten tanto a la piel, como al sistema respiratorio y/o al digestivo. En cambio, una persona no alérgica con intolerancia a la lactosa (azúcar de la leche), tendrá únicamente síntomas digestivos.

¿Puede aparecer en edad adulta? Pese a que la niñez es una etapa frecuente para la aparición de las alergias alimentarias, éstas también pueden aparecer en edad adulta, incluso, en alimentos que hasta entonces no le habían ocasionado ningún problema. No existe una causa concreta que explique este fenómeno sino que depende de la capacidad alergénica de ese tipo de alimento, de la frecuencia que se ingiera o de otras alergias del paciente. Por ejemplo, una persona que tiene una alergia al polen podría presentar síntomas con frutas o verduras porque se produce una reacción cruzada frente a proteínas que están presentes tanto en el polen como en el alimento.

¿Es posible superar la alergia a un alimento? Depende el tipo de alimento. Hay alergias alimentarias en la edad pediátrica que se superan habitualmente con el crecimiento como la alergia al huevo y la leche. Se estima que a los cinco años, el 80% de los pacientes con alergia a la leche de vaca y más de la mitad con alergia al huevo logran superarlo de forma espontánea. Sin embargo, hay otros, como los frutos secos, que no suelen desaparecer con la edad.

En casos como la alergia al pescado se puede llevar a cabo un proceso de desensibilización. Mediante un proceso lento, pero progresivo, se va introduciendo ese alimento en la dieta. Se comienza con cantidades ínfimas hasta que la persona consigue tolerarlo. Es importante tener en cuenta la necesidad de llevarlo a cabo bajo la estrecha supervisión de un especialista. Es una técnica que se muestra más efectiva cuanto más temprano se comienza, ya que a partir de los 5 años de edad disminuyen las posibilidades de tolerar un alimento frente al que se ha vuelto sensible.

¿Ocurre solo si se consume directamente ese alimento? La reacción alérgica no depende de la cantidad ingerida sino de la sensibilidad a ese elemento. No solo hay que prestar atención a la pieza de fruta concreta o al fruto seco, sino también a aquellos productos que puedan contener trazas (cantidades muy pequeñas) del mismo, porque estén presentes en su composición o bien por contaminación accidental de otros alimentos.

Hay quienes ni siquiera necesitan ingerir ese alimento para reaccionar frente a él. Por ejemplo, los vapores del cocinado del pescado pueden desencadenar una reacción alérgica en muchos pacientes con elevada sensibilización a dicho alimento. A estos pacientes se les denomina “detectores de vapores”. En estos casos, la solución no solo pasa por evitar consumir dicho alimento, sino que no pueden estar expuestos durante su cocinado o durante el servicio del comedor del colegio.

*María José Goikoetxea y Carmen D’Amelio son doctoras en el Departamento de Alergología de la Clínica Universidad de Navarra. Dedicación preferencial a las alergias alimentarias.

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