Las claves
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No, los semáforos no cambian a rojo justo cuando vas a pasar tú. En realidad, se rigen por un patrón matemático que tiene por objetivo evitar que tu ciudad se convierta en un sindiós. No todos tienen la misma duración, pero sí existe una horquilla aproximada de tiempo.
Así lo ha explicado la profesora de matemáticas Laura Gómez, que divulga en las redes sociales bajo el nombre de LauriMathTeacher. Como ha demostrado ya en otras ocasiones, las matemáticas están por todas partes y también en dispositivos como los semáforos.
"Los tiempos de un semáforo se calculan midiendo cuántos coches llegan, a qué velocidad y cuánto tardan en llegar", explica esta experta. Es decir, lo primero que necesitan saber quienes los programan es la afluencia de tráfico y la velocidad permitida en la zona.
Y Gómez pone un ejemplo: "Si en un cruce pasan 600 coches por hora, eso es un coche cada seis segundos. Si el verde sólo dura cinco segundos, pasaría un coche solamente. ¡Atasco asegurado!". Habría, por tanto, que ampliar el tiempo de luz verde.
Para conseguir que el tráfico sea más o menos fluido, esta profesora explica que se aplica una fórmula al cambio de luces de los semáforos. Esta experta la desarrolla en una pizarra, pero advierte que se trata de una versión más simplificada que la que se suele usar.
"El tiempo para despejar los coches, más los coches acumulados, más el margen de seguridad", enumera Gómez. "Y eso más o menos oscila entre los 60 y los 90 segundos, dependiendo de la anchura de la avenida, del tráfico y más factores".
Existen semáforos que cambian antes de color si pulsamos un botón y otros que utilizan cámaras. Algunos muestran una cuenta atrás del tiempo que tenemos para cruzar, pero la base del cálculo de este tiempo es el método Webster, la fórmula clásica.
Una fórmula imperfecta
Se trata de la fórmula original que Gómez simplifica en su publicación de redes sociales. La idea de este método es repartir el ciclo semafórico —la secuencia completa de las luces de un semáforo— de manera que conductores y peatones esperen lo menos posible.
El ciclo óptimo es el mínimo necesario para que no se formen colas. Y, básicamente, en los cruces en los que se concentran muchos coches y tardan en pasar el ciclo será largo, y los cruces por los que pasan pocos coches, el ciclo será más corto.
Las calles por las que pasan más coches reciben más tiempo de luz verde para ellos. Ahora bien, existe un tiempo tope, que debería rondar los 90 segundos, de ciclo semafórico por muchos coches que pasen por una calle. De esta manera, los peatones no esperan mucho.
Webster también explicó que hay que tener en cuenta el tiempo perdido, es decir, esos momentos en los que no cruza nadie, los coches están arrancando, el semáforo se pone en ámbar, y que generalmente se relacionan con los ciclos cortos.
Es decir, los semáforos que cambian de color de manera muy seguida. En cualquier caso, todos hemos comprobado que los semáforos, por mucho que estén dirigidos por fórmulas matemáticas, no son perfectos y se siguen formando atascos casi a diario.
Esto se debe a que el método Webster presupone un tráfico perfecto en el que los coches llegan de forma casi regular y no tiene en cuenta accidentes o movimientos imprevistos por parte de conductores y peatones. Además, a lo largo del día el flujo de coches varía.
