Publicada

"Cuando una persona empieza a manifestar síntomas de cáncer suele ser muy tarde", así lo señala Sara García Alonso, quien, además de investigadora científica en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y miembro de la reserva de astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA) es experta en esta enfermedad.

A pesar de lo que se suele pensar, "la mayoría de casos no son hereditarios, sino moleculares". Tal y como detalla la investigadora oncológica, solo el 15% de los cánceres tienen un origen hereditario.

El otro 85% se debe a factores ambientales. "No podemos evitar tener cáncer porque eso forma parte de la vida", señala. Es decir, no hace falta tener antecedentes familiares para desarrollar un cáncer. 

Para explicar qué ocurre exactamente, la científica recurre a una metáfora muy visual: nuestro cuerpo funciona como un coche. En condiciones normales, las células saben cuándo deben dividirse y cuándo detenerse, como si tuvieran un acelerador y un freno bien calibrados. Pero en el cáncer, ese equilibrio se rompe. 

"Si se rompe el freno, como sucede con el cáncer, o la célula no tiene que dividirse, el freno sigue avanzando y si se ha roto, sigue", advierte. 

El freno, en este caso, son los llamados 'genes supresores tumorales', responsables de frenar el crecimiento celular cuando ya no es necesario.

Por otro lado, el acelerador son los oncogenes: genes normales que ayudan en la división celular, pero que, tras una mutación, provocan un crecimiento descontrolado.

¿Cómo se producen estas mutaciones?

Cada vez que una célula se divide, copia su ADN como una especie de "fotocopiadora molecular", pero esa copia no siempre es perfecta. "A veces, esa maquinaria comete errores y cambia una letra del ADN. Eso puede activar un oncogén o desactivar un gen supresor", señala García Alonso. 

Además, existen otros factores que aumentan el riesgo: la exposición al sol, la contaminación, ciertos productos químicos o incluso el propio proceso de respiración celular que genera radicales libres capaces de dañar el material genético

A todo esto se le suman los carcinógenos presentes en el tabaco, algunos alimentos procesados y otros hábitos perjudiciales como la carbonilla de la barbacoa. Tal y como explica la científica, todas estas mutaciones "ocurren en nuestro genoma". Sin embargo, se tienen que dar en "ese acelerador y en ese freno", detalla. "Al final es un poco lotería", confiesa.

Y es que, entender el proceso, no solo ayuda a prevenir, sino a fomentar una detección más temprana. "El simple hecho de estar vivos, ya implica que nuestro material genético adquiera mutaciones. Lo importante es conocer cómo funciona ese proceso para poder anticiparnos", concluye.