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Los envites contra la ciencia continúan en Estados Unidos. Desde la llegada al poder de Donald Trump se han vivido despidos masivos en las principales instituciones de investigación del gobierno. También se ha recortado la financiación en este ámbito. La nueva cruzada está dirigida contra las revistas científicas. Ya hay tres que han recibido la carta de un fiscal federal en Washington en la que sugiere, sin pruebas, que están sesgadas contra ciertas opiniones e influenciadas por presiones externas. Una de ellas es The New England Journal of Medicine, considerada la revista médica más prestigiosa del mundo.

Los mensajes acusaban a estas revistas científicas de ser "partidarias en varios debates científicos" y contenían preguntas acusatorias sobre sesgo y una selección de artículos partidaria. El autor de las misivas es Edward Martin Jr., que, además de su trabajo, es activista republicano y ya ha sido criticado antes por usar su cargo para atacar a opositores del gobierno.

Joaquín Sevilla, catedrático de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), cree que un hecho como este puede poner en peligro a las revistas, sobre todo teniendo en cuenta que radican en el país. Eso permite que el propio gobierno pudiera actuar contra ellas, limitando sus fondos, entre otros. Además, supone una amenaza contra su integridad y su credibilidad.

"¿Aceptan contribuciones de científicos con puntos de vista contrapuestos? ¿Qué hacen si los autores cuyo trabajo publicaron podrían haber engañado a sus lectores? ¿Son transparentes respecto a la influencia de simpatizantes, financiadores, anunciantes y otros?". Estos eran los interrogantes que planteó el fiscal federal, según ha informado el periódico The New York Times.

Para Isidro Aguillo, vicedirector técnico del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IPP-CSIC), esto es algo "muy peligroso", pero hay que mirar más allá para entenderlo. El experto interpreta esta situación como un intento de ciertos sectores, que ya se han manifestado antes contra la ciencia, de llegar a un terreno que antes no alcanzaban, la academia.

Las revistas científicas, sobre todo las de alto nivel, pueden ser una herramienta para elevar al debate cuestiones pseudocientíficas como si estuvieran a la misma altura de la posición académica, teoriza Aguillo.

Este tipo de amenazas pueden, además, afectar a ciertos criterios de publicación, advierte Sevilla. "Las editoriales no dejan de ser un negocio". El miedo a perder la financiación puede llevar a algunas revistas a tener reticencias a publicar ciertos temas que puedan resultar molestos para el Gobierno, expone el catedrático. No obstante, reconoce que eso también dependerá del tamaño de la publicación.

No sería raro, agrega Aguillo. El directivo del IPP-CSIC recuerda que en el país norteamericano ya se han tomado medidas como establecer una serie de palabras prohibidas en investigación, como mujeres, diverso, LGTB y transgénero para los artículos. La llegada de esta medida estuvo acompañada de una amenaza a los científicos de perder la financiación pública con la que contaban si la usaban en sus artículos. Esto llevó a varias instituciones a revisar sus publicaciones en línea.

El riesgo de perder credibilidad

Este asunto puede poner en riesgo la credibilidad de las revistas científicas desde dos perspectivas. Por un lado, si las editoriales decidieran ceder a ciertas amenazas para no poner en riesgo parte de su financiación, les pasaría factura, cree Aguillo. Por otro, eventos como este y las numerosas críticas que ya han recibido anteriormente por personajes como Robert F. Kennedy Jr., secretario de salud de Estados Unidos, pueden ir erosionando también su reputación, apunta Sevilla.

De hecho, este tipo de situaciones se ha convertido más o menos en algo habitual. El republicano definió en un podcast a The New England Journal of Medicine como una revista médica que ha participado en "mentirle al público" y "retractarse de la ciencia real", cuenta The New York Times.

No hay que olvidar que algunas de las mejores revistas científicas del mundo están afincadas en el país norteamericano. En caso de que ocurriera lo que vaticina el directivo del IPP-CISC y las publicaciones decidieran ceder a ciertas críticas, "Las revistas europeas ocuparán esa posición en cuanto a rigurosidad y calidad", destaca el experto.

Aguillo teme que este tipo de prácticas puedan amparar a sectores fuera de la corriente reconocida. Los procesos de revisión por pares son la clave de la comunicación científica. Si se entiende que en ese procedimiento pueden incluirse profesionales no convencionales, pueden llegarse a publicar artículos que parezcan académicos, pero que difundan pseudociencias.

El impacto de las cartas

El vicedirector técnico del IPP-CISC interpreta estas cartas dudando de la integridad de las revistas científicas como "un ataque a una isla de calidad". Se refiere de esta forma a la academia, un ámbito del que negacionistas como Kennedy Jr. han sido excluidos históricamente por ir en contra de cuestiones que están más que demostradas.

Esta es una gota más en un vaso que parece que intenta ahogar a la investigación. Para ver el impacto de esta suerte de amenazas en forma de carta hay que esperar al futuro y ver cómo reaccionan las editoriales. Aguillo defiende que dependerá de la capacidad de resistencia que tengan las grandes revistas. "En el momento en que se levante un mínimo su umbral de calidad, las pequeñas irán detrás".

Sevilla reconoce que este tipo de publicaciones "nunca han sido santas". Siempre ha habido poderes que han podido influir en algunas revistas usando la financiación, como las farmacéuticas, ejemplifica Aguillo. Sin embargo, estaban "bastante localizadas" las que tenían más y menos prestigio, continúa el catedrático.

El tipo de injerencia política que está intentando efectuar Estados Unidos desequilibra la situación y puede poner en tela de juicio cualquier revista científica, dice Sevilla. "Hasta que sepamos de quién fiarse y quién no, va a ser complicado", concluye.