A Isidro Aguillo se nota que le gusta su trabajo. Es responsable del Laboratorio de Cibermetría del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, donde se encarga de monitorizar la actividad científica en la web, una forma de evaluar la calidad de la ciencia que se hace en todo el mundo de una forma objetiva y saber quién y dónde se hace la mejor ciencia.
"Mi preocupación no es la excelencia, me suele gustar más fijarme en la mediocridad", afirma de una forma un tanto socarrona. Y, como en todos los ámbitos, en la ciencia también hay 'fantasmas' que inflan su trabajo hasta niveles difícilmente justificables.
Por eso le gusta Google Scholar (o Académico), una base de datos de trabajos académicos (artículos, tesis, patentes, capítulos de libros o ponencias en congresos) libre, gratuita y extensísima.
"Me parece genial porque es transparente", explica a EL ESPAÑOL. "Cualquier persona en cualquier lugar del mundo puede verla. Además, ves los datos fundamentales de una persona de golpe: Web of Science o Scopus son más complicadas".
Se refiere a las dos bases de datos que tradicionalmente han dominado el mundo científico. Recogen los artículos aparecidos en las publicaciones de mayor prestigio y elaboran indicadores de calidad... A los que se puede acceder pagando una gran cantidad de dinero.
Al igual que con las revistas científicas tradicionales (Nature o Science), las universidades e instituciones académicas se gastan una parte considerable de sus presupuestos en suscribirse a estos servicios.
Y, al igual que con las revistas científicas, han ido surgiendo con los años alternativas gratuitas que luchan contra el elitismo investigador. "Las nuevas bases de datos bibliométricos tienen dos características: son gratuitas y su cobertura es mucho mayor. Si Web of Science o Scopus no llegan a los 100 millones de registros, Google Scholar supera los 400 millones".
Además, mientras que las anteriores tienen "una cobertura bastante buena" de ciencias "fuertes" como la medicina, la física o la química, Google abarca también disciplinas sociales y humanísticas "pero también tecnológicas, como ciencias de la computación, ingenierías u otras ramas como la botánica".
Cómo medir la calidad de la ciencia
Estas ventajas tienen su contraparte. Trasteando con Google Scholar, Aguillo empezó a encontrarse un fenómeno curioso: perfiles de alumnos universitarios que acumulaban decenas o cientos de miles de citas a sus trabajos.
La cita es la unidad fundamental de medición de la calidad científica. Es lógico: cuanto más citado sea un trabajo en otros artículos, más importante es. Por ejemplo, el artículo de 1953 que describía la doble hélice del ADN, trabajo que sin duda está en el top 3 de la ciencia del siglo XX, tiene cerca de 20.000 citas según Google Scholar. Lo mismo pasa con las revistas académicas, las universidades o los propios científicos.
En su perfil de X (la red social antes conocida como Twitter) puso algunos de estos casos. Por ejemplo, un estudiante de Comunicación Digital de la Universidad Rey Juan Carlos acumulaba nada menos que 106.688 citas. Otro de arquitectura en la Universidad de Sevilla iba por las 84.123 y un alumno de máster de la UNED contaba con 15.757.