Temperaturas en la superficie marina este viernes.

Temperaturas en la superficie marina este viernes. Arte EE / Puertos del Estado

Ciencia

El Mediterráneo es el nuevo Caribe: el drama de que la temperatura del agua suba hasta los 30ºC

La superficie del agua está entre 4 y 5 grados por encima de lo normal en esta época, lo que puede dar lugar a fenómenos atmosféricos extremos.

14 julio, 2023 03:10

La segunda ola de calor de este verano ha llegado a su fin, pero su recuerdo ha quedado impregnado en las aguas del Mediterráneo, donde las temperaturas se mantendrán, hasta finales de esta semana, entre los 26 y los 28 grados desde Almería a Barcelona.

Los expertos advierten de que estas altas temperaturas, más típicas de finales del verano que de su inicio, pueden favorecer la aparición de tormentas tropicales en Baleares y las costas de Levante fenómenos insólitos y devastadores como los medicanes, huracanes mediterráneos.

"Lo normal es que el agua vaya calentándose a partir de abril, mayo… Pero este año, y también el pasado, empezamos a tener unas anomalías llamativas, de dos y tres grados por encima de las temperaturas que serían normales", explica el meteorólogo y divulgador José Miguel Viñas.

"Es algo que también estamos observando en el Atlántico Norte, no solo en la zona costera sino también mar adentro, desde Canarias a la Península. Llama la atención".

Estas anomalías han aumentado en las últimas semanas con hasta 4 y 5 grados de diferencia respecto a la media de los últimos años. Técnicamente se conoce como una ola de calor marina y de intensidad fuerte.

La semana próxima, en puntos concretos de la costa y Baleares, se rozarán los 30 grados en la superficie del mar, una temperatura más propia de entornos tropicales, como el mar Caribe. 

Los datos son claros: en los últimos 40 años, la temperatura media del Mare Nostrum ha aumentado en 1,4 grados, según registra el proyecto Mediterranean Sea Surface Temperature de la Fundación Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo.

En comparación con el periodo 1982-2011, las temperaturas registradas el último día  con datos (el miércoles 12 de julio) son entre 3 y 5 grados más altas en la mayor parte del Mediterráneo occidental, la que se sitúa entre la Península Ibérica y la italiana, con puntos de especial intensidad en la zona del Cabo de Gata, la costa Azul francesa y el suroeste de la península itálica.

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Con dichas temperaturas, los fenómenos asociados a este clima anormalmente cálido pueden llegar a asemejarse a los tropicales: tormentas tropicales y huracanes.

Cuanto más caliente esté la superficie, más vapor de agua se concentra en la parte baja de la atmósfera. Aunque esto no provoca de por sí una tormenta, "sí que llega, digamos, más combustible a través del aire húmedo, y eso se traduce en fenómenos más intensos: granizos de gran tamaño, lluvias torrenciales, etc."

Ese caldo de cultivo puede provocar fenómenos infrecuentes en esta parte del mundo y que sistemas tormentosos tropicales puedan formar huracanes bastante lejos de su hábitat natural, las aguas caribeñas.

"Si algún sistema se acerca por esas aguas más calientes de lo normal, hay muchas posibilidades de que se desarrolle como sistema tropical", comenta Viñas. "Es algo que venimos observando en los últimos años: prácticamente no había registros de ningún sistema de huracanes que se acercara a Portugal o Canarias, y en los últimos años hemos visto que algunos se han acercado bastante".

Agua que no se renueva

En el Mediterráneo son incluso más infrecuentes, debido al clima seco de la región. Se tienen constancia de apenas un centenar de 'medicanes' en el último siglo. Palma de Mallorca vivió uno, pequeño, en 1966, que se transformó en lluvias torrenciales en la Comunidad Valenciana.

"En realidad no son, formalmente hablando, huracanes como los que vemos que afectan al Caribe o al Golfo de México, pero tienen características tropicales", explica el meteorólogo. Por ejemplo, presentan un ojo en su parte central, "una zona libre de nubes, un descenso del aire que provoca el agujero, y eso no ocurre en una borrasca normal de latitudes medias, solo en sistemas tropicales". En realidad, sería un híbrido entre las borrascas europeas y los huracanes caribeños.

Por suerte, la cuenca mediterránea es mucho más pequeña que la del océano atlántico, por lo que no da oportunidad a formarse un ciclón del tamaño de los que se ven en aguas abiertas.

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El lado malo, sin embargo, es que, al ser un mar cerrado con un único punto de conexión con el exterior –el estrecho de Gibraltar– la capacidad para renovar sus aguas es muy limitada y las temperaturas se pueden mantener excepcionalmente altas durante meses.

Y esto no solo afecta a la cantidad de granizadas, lluvias torrenciales o medicanes que alcancen nuestras costas, sino a los ecosistemas marinos, poblaciones de peces, algas, etc. que no puede adaptarse rápidamente a un ambiente tropical y que tendrá consecuencias fatales en la biodiversidad si se mantienen las temperaturas superficiales tan altas.

De hecho, el Mediterráneo ha sido calificado como de relativamente alta vulnerabilidad en el último informe del IPCC, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. "Todo está ocurriendo muy rápidamente y eso implica dificultades para la adaptación de la fauna y la flora, también para nosotros mismos", explica Viñas.