La teoría del cisne negro fue desarrollada por el economista y filósofo Nassim Nicholas Taleb para hablar de eventos con un impacto transversal en la sociedad y que son, de forma engañosa, fácilmente explicados de forma retrospectiva a pesar de su alta improbabilidad.

El ejemplo paradigmático de cisne negro son los atentados del 11 de septiembre. Las piezas del rompecabezas comienzan a encajar en el momento justo en que se produce el hecho, pero (casi) nadie había visto la potencial amenaza con clarividencia.

El propio Taleb ha negado que la gran recisión de 2008-2010 y la pandemia de Covid-19 sean cisnes negros, no sin cierta polémica sobre la predicibilidad de estos eventos y sus consecuencias. Donde no ha habido ninguna duda, en cambio, ha sido en la erupción del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma, y no solo porque la isla, así como el archipiélago canario en general, tenga una gran actividad volcánica, sino porque los investigadores ya habían predicho a principios de año una "erupción potencial". Faltaba conocer la fecha.

Entre Sherlock Holmes y Minority Report, la investigación liderada por José Fernández Torres, del Instituto de Geociencias, seguía la pista de un 'crimen' que todavía no se había cometido. Publicó sus resultados en Scientific Reports, una revista del grupo Nature, el pasado enero, reconstruyendo paso a paso los hechos que darían lugar a la erupción ocurrida este domingo en la zona sur de la isla.

La sorpresa para Fernández y su equipo ha sido otra: no imaginaban que ocurriría tan pronto. La propia investigación concluye que estaban viendo el "comienzo de disturbios volcánicos en la isla de La Palma, probablemente décadas antes de una erupción potencial".

Erupciones en La Palma y lengua de lava de Cumbre Vieja. Lina Smith

Fernández es investigador del Instituto de Geociencias, un órgano creado en 2011 producto de la integración de dos centros, uno dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y otro de la Universidad Complutense de Madrid.

Está especializado en Geodesia y su aplicación a peligros naturales, utilizando para ello técnicas tanto de observación terrestre como espacial. De esta forma crea modelos aplicables a la interpretación de desplazamientos y variaciones de gravedad en áreas volcánicas y sísmicas, así como deslizamientos y hundimientos del terreno.

Fernández no está solo. En este estudio le han acompañado dos colegas del Instituto de Geociencias, Joaquín Escayo y Antonio G. Camacho, así como Juan F. Prieto, de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros en Topografía, Geodesia y Cartografía de la Universidad Politécnica de Madrid, y los miembros del grupo de Teledetección, Antenas, Microondas y Superconductividad de la Universidad Politécnica de Catalunya Zhongbo Hu y Jordi J. Mallorquí.

Eumenio Ancochea, catedrático de Petrología de la Universidad Complutense y una de las eminencias españolas sobre vulcanismo, completa la parte española del equipo de trabajo, que a nivel internacional incluyó a Sergey V. Samsonov, del Canada Centre for Mapping and Earth Observation; Kristy F. Tiampo, de la Universidad de Colorado (EEUU), y Mimmo Palano, del italiano Instituto Nazionale di Geofisica e Vulcanologia.

Una pequeña deformación

"Empezamos a hacer investigaciones en La Palma en 2006", explica Fernández a EL ESPAÑOL, "cuando comenzamos a instalar una red de GPS que cubría la isla". Fue tras una serie de temblores que ocurrieron a finales de 2017 cuando comenzaron las pesquisas.

"Nos extrañó que no hubiera habido deformación [del terreno] y revisamos todos los datos que habíamos tomado: imagenes por radar, gravimetría... Encontramos que sí había habido deformación, pero tan solo de unos pocos centímetros, y en una zona donde no la habíamos encontrado antes, el Valle de Aridane".

El valle separa las dos unidades volcánicas de la isla: la del norte, geológicamente más antigua, y la del sur, donde se encuentra el 'edificio' de Cumbre Vieja, con una grieta que se extiende por 17 kilómetros y que acaba en el lecho oceánico.

Estas anomalías se correspondieron con otras detectadas con mediciones de gases volcánicos en 2011, que "correspondían al paso de magma del año anterior". Además, se corroboró con otra anomalía química que se detectó en el agua de una fuente en 2010.

El magma fue ascendiendo a lo largo de un periodo que no tuvo gran actividad sísmica, usando fracturas existentes desde una capa situada a 25 kilómetros de profundidad hasta otra entre 8 y 10 kilómetros. "Las anomalías estaban un poco más al norte pero el magma venía desde el sur, aprovechando caminos no cerrados de la erupción de 1949 y zonas frágiles que no se habían consolidado".

El equipo de Fernández logró detectar estos cambios gracias al uso de nuevas herramientas que permitían una modelización más exacta de la trayectoria del magma, pasando de una concepción en bolsas de cierta forma geométrica a un "material fracturado, poroso, que va rellenando huecos".

Enjambres sísmicos

El segundo hecho crucial para la erupción del volcán de Cumbre Vieja se dio a finales de la década pasada, cuando se registraron dos enjambres sísmicos. Durante el primero de ellos, en octubre de 2017, se dieron un total de 122 temblores. El segundo, en febrero de 2018, generó 79.

Estos eventos "probablemente abrieron nuevas fracturas y ofrecieron nuevos caminos de ascenso para los gases magmáticos", favoriendo a su vez el desplazamiento del magma hacia la superficie y hacia el sur, por debajo de Cumbre Vieja.

La distribución y localización los gases y las anomalías en las mediciones geoquímicas que llevaron a cabo Fernández y su equipo permitieron rastrear la migración del magma "desde el sur a la parte central de la isla".

El profesor del Instituto de Geociencias CSIC-UCM y su equipo dio por cerrado el estudio en abril de 2020. Al mismo tiempo que recopilaban la información para publicar un artículo, avisaron al Instituto Geográfico Nacional y, a través de ellos, al Instituto Vulcanológico de Canarias, Involcan, "ya que nos parecía importante que lo supieran".

Fernández cree que se está haciendo una gestión de la crisis "razonablemente buena. La prueba es que no ha habido pérdidas y se están determinando con tiempo las evacuaciones necesarias, consiguiendo que no haya víctimas".

Al vulcanólogo le interesa ahora saber qué ha ocurrido entre abril de 2020 y la actualidad, cuál ha sido la trayectoria del magma hasta salir a la superficie, pero se muestra satisfecho con cómo el modelo que publicó su equipo hace nueve meses se ha ajustado a la realidad. "Conseguimos que nos cuadrara todo sin forzarlo".

Respecto a la probable antelación de la erupción "décadas antes", Fernández resalta que "la reactivación empezó hace 11 años" y que no les ha extrañado que haya ocurrido tan 'pronto': "Se parece a la erupción del 49, cuya primera actividad sísmica se dio en el 36".

De cualquier forma, recalca que, de estos procesos sísmicos, "solo el 20% llega a dar lugar a una erupción; en el resto, el magma se acumula, se estabiliza y se solidifica. Un proceso de reactivación no tiene por qué acabar con una erupción". Hay cosas que todavía no se pueden predecir. De momento.

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