Hace ocho años Bill Kochevar se encontraba participando en una carrera ciclista cuando un terrible accidente dañó su médula espinal y lo dejó postrado en una silla de ruedas, con todo su cuerpo de hombros para abajo totalmente inmóvil.

Un tetrapléjico recupera la movilidad de brazos y manos gracias a una neuroprótesis

Hoy tiene 56 años y, gracias al trabajo de un equipo de investigadores de la Case Western Reserve University y cirujanos de Cleveland, ha podido volver a alimentarse por sí mismo, después de recuperar la movilidad de su brazo derecho.

Ciencia ficción en la vida real

"El procedimiento es un poco como salido de Star Trek". Esas fueron las palabras del médico de Kochevar cuando le propuso participar en el estudio, pero aún así él no dudó en ofrecerse como voluntario, con la esperanza de poder recuperar al menos una parte de la independencia que perdió en aquella fatídica carrera.

Y así fue como comenzó este proceso, que tuvo su inicio en 2014 y ha terminado recientemente con su publicación en The Lancet y la alegría de Bill, que ha conseguido parte de lo que tanto ansiaba.

El paso inicial consistió en la colocación de una serie de sensores en el brazo y la mano del paciente, que pasó un primer año recibiendo estímulos y ejercicios de fortalecimiento de los músculos, que habían quedado totalmente atrofiados después de tanto tiempo de inactividad. Una vez pasado este tiempo, todo estaba listo para probar la interfaz brazo-computadora instalada bajos su cráneo, que suplía la carencia de funcionalidad de la médula espinal a través de un programa informático que recibía y traducía los estímulos del cerebro y los enviaba directamente hasta el brazo.

Kochevar tuvo que aprender a "pensar" lo que quería para que su brazo se moviera y en un principio fue complicado, pero poco a poco lo consiguió y tras el primer año de entrenamiento pudo tomar una taza de café en 11 de cada 12 intentos, con un promedio de entre 20 y 40 segundos para conseguirlo. Más tarde, también ha podido beber agua de un vaso, sujetar una esponja seca, rascarse la nariz, comer un pretzel y  tomar cucharadas de un plato de puré de patatas.

Los investigadores responsables del estudio piensan que con el tiempo se podrá hacer una interfaz más avanzada, que permita movimientos más complejos; pero, aún así, y a pesar de que ya el año pasado se dio un caso similar con un joven de 24 años,  la Asociación de Lesiones de la Espina Dorsal de Reino Unido llama a la cautela a los pacientes; que lógicamente deben tomar esta noticia con alegría, pero sin olvidar que no deja de ser un tratamiento experimental, que sólo se ha llevado a cabo con una persona. Ojalá algún día llegue a ser mucho más que eso.