Un medicamento es, según la Real Academia de la Lengua, una sustancia que, administrada interior o exteriormente a un organismo animal, sirve para prevenir, curar o aliviar la enfermedad y corregir o reparar las secuelas de ésta. Pero si un fármaco cumple esas funciones de forma simultánea, su éxito está garantizado. Es lo que ocurre con uno de los más antiguos, la centenaria aspirina, de la que no sólo se conoce su potencial terapéutico, sino también su capacidad para prevenir problemas. Con una salvedad: en lo que hasta ahora todos los organismos sanitarios están de acuerdo es en que es útil para la llamada prevención secundaria; es decir, la de personas que ya han sufrido una dolencia -en concreto, cardiovascular-, y quieren evitar un segundo episodio.

Pero ya desde hace años existe un debate científico sobre si la aspirina podría ser una herramienta útil también para las personas completamente sanas, para evitar o disminuir sus posibilidades de enfermar en un futuro. Son dos los tipos de patología que se presupone podría prevenir: el cáncer -sobre todo el colorrectal- y las enfermedades cardiovasculares. Cada cierto tiempo, un nuevo estudio apoya o desmiente ambas hipótesis y, periódicamente, los organismos sanitarios que se encargan de elaborar las recomendaciones para los médicos y, por ende, para los pacientes, se pronuncian al respecto.

El último episodio lo acaba de protagonizar el Grupo de Trabajo sobre Servicios Preventivos de EEUU (USPSTF, de sus siglas en inglés), que ha recomendado el consumo de aspirina a personas sanas para prevenir simultáneamente los infartos cardíacos, los cerebrales y el cáncer colorrectal. La principal novedad del documento, publicado simultáneamente en la revista Annals of Internal Medicine, es que acota mucho los destinatarios de esa recomendación. Es decir, aboga por la aspirina para quienes están sanos, pero tienen muchas papeletas de dejar de estarlo.

¿Quiénes deberían tomar aspirina?

Según el organismo sanitario estadounidense, el ácido aceltisalicílico a dosis bajas es una buena medida preventiva para adultos de entre 50 y 59 años que tengan al menos un 10% de riesgo de sufrir una dolencia cardiovascular en los siguientes diez años pero que, además, no tengan más riesgo de lo normal de padecer hemorragias, tengan una expectativa vital de al menos 10 años y se "comprometan" a consumir el medicamento durante al menos un década.

Para Juan Cosín, vocal de la Sección de Cardiología Clínica de la Sociedad Española de Cardiología, para cumplir ese perfil, el paciente tendría que tener al menos dos factores de riesgo de enfermedad cardiovascular; es decir ser, por ejemplo, fumador y obeso.

Este experto, que se considera crítico con el uso de aspirina en prevención primaria, cree sin embargo que el trabajo es positivo porque establece "un grupo muy concreto" en el que los beneficios del uso continuado del medicamento superan a los riesgos, sobre todo el de aumento de sangrado gastrointestinal, el efecto adverso más temido de la aspirina.

Aunque como cardiólogo Cosín no sería prescriptor de aspirina en pacientes sanos, sí que conoce el asunto y recuerda que el fármaco ha demostrado reducir "los infartos no mortales", pero no la mortalidad cardiovascular.

¿Y en España?

Asimismo, subraya que las recomendaciones de la USPSTF no son de aplicación en España, al menos no de forma inmediata. "Nosotros nos regimos por la Sociedad Europea de Cardiología, que claramente dice que no se debe utilizar en prevención primaria", aclara.

Sin embargo, considera que el nuevo documento puede cambiar las cosas y hacer "empezar a asociar la reducción de ambos riesgos", el de enfermedad cardiovascular y cáncer colorrectal.

Miguel Ángel Hernández, del Grupo de Utilización de Fármacos de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC), sí sería prescriptor de aspirina para sanos. El experto cree que este documento tiene dos características positivas: que acota mejor el grupo de destinatarios y que vincula la prevención de la enfermedad cardiovascular y del cáncer de colon.

Con respecto a éste último punto, Hernández subraya que lo más importante, mucho más que generalizar la aspirina, es hacer que lleguen a todas las comunidades los programas de cribado de este tipo de tumor, la misma posición que mantiene la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).

En cualquier caso, cree que si esta recomendación se trasladara a España, habría que hacer varias modificaciones. Por ejemplo, en nuestro país no se utiliza la misma escala de riesgo que usa la USPSTF, por lo que habría que traducir el mismo a las formas de medir en España que, además, varían según cada comunidad autónoma.

Pero Hernández sí opina que la nueva publicación "abre la puerta a revisar y actualizar" lo que cada región dice sobre el uso de aspirina en prevención primaria. Habrá que ver qué nos depara el próximo capítulo de este interminable debate científico.

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