El refranero popular, tan rico y variado, siempre encuentra una expresión para todo. En muchas ocasiones, este bebe de las Sagradas Escrituras. Nadie es profeta en su tierra, me repetías en múltiples ocasiones. El origen de dicha expresión hunde sus raíces en el Nuevo Testamento, en el Evangelio según San Lucas. Capítulo 4 versículo 24 “Él les dijo: En verdad os digo, que ningún profeta es bien recibido en su patria.”. La verdad, sea dicha por delante, tú no eras ningún Santo, pero aquí tenías más razón que muchos de ellos.

En una pequeña reseña hecha por tu amigo y gran referente del arte Zamora, Don Antonio Pedrero Yéboles, al despedirse de ti, en una red social, ya resumió esa realidad, al decir que tanto te dolía “tu Zamora del alma”.

He revisado los distintos medios “desinformativos” locales, como a veces los llamabas, para ver si alguno se hacía eco de la noticia de tu sorpresiva y temprana marcha, el pasado 26 de agosto, pero, no, no había nada. Otra vez más, tenías razón. Me acuerdo cuando me comentabas, cuando murió tu amigo Claudio Rodríguez, seguro que ahora, por fin, reconocen en Zamora a ese gran prohombre de las letras, y así fue, dicho y hecho. Fue entregarse a los brazos de la parca, para que en su Zamora natal le llovieran homenajes, reconocimientos varios y diversos y hasta le pusieran una calle a su nombre.

Decías siempre que eras un hombre de honor que no de honores, y que no te gustaba salir en “los papeles” ni en las “afotos”, pero ocasiones hubo, y bastantes.

Cuando no existía Wikipedia, ni San Google, tú te lanzaste al vacío y empezaste a poner tus granitos de arena, en la Zamora que tanto te dolió, y que te vio marchar. Primero, en el ámbito deportivo, donde hiciste tus pinitos como corresponsal de prensa deportiva de ámbito nacional, y que era un campo que tanto te gustaba, siendo el primero de la Saga, el "Diccionario del Deporte Zamorano", en un lejano 1974, seguido de su hermano mayor “Guía deportiva de Zamora”. Siempre quisiste ser baloncestista, quizá por eso me animaras y apoyaras tanto en mis años jóvenes, cuando yo también quería ser como Michael Jordan o Pep Cargoll. Después escribirías tu gran obra, que tantas lágrimas, sudores y dinero te costó. Magnetófono en mano, fuiste recorriendo distintos rincones de la piel de toro, y parte del extranjero, para entrevistar, a la antigua usanza, a zamoranos de pro, de los que presumías ser amigo, y de entre los que destacan José Luis A. Coomonte, Jesús López Cobos, Andrés Vázquez, Claudio Rodríguez, Herminio Ramos, Hilario Tundidor, Antonio Pedrero Yéboles y un largo etcétera de peso. Creo que en la Biblioteca de Zamora hay algún ejemplar y porque altruistamente los donaste.

Además, fuiste también pionero, en hacer algo que parecía obvio, pero en lo que nadie antes había pensado, y voilà, fundador y primer director de la revista "Barandales", de la Junta Pro-Semana Santa hasta su segundo número, cuando te cesaron, para tu sorpresa y como denunciaste, por nepotismo del presidente de esa Junta. Y junto a ello también dirigiste revistas de Ferias y Fiestas de Zamora, de la Agrupación Montañera, entre otras.

Y hablando de Semana Santa, también recuerdo, que, como uno de los primeros hermanos de la Cofradía del Cristo del Amparo, de la que pasaste a ser Emérito, cuando “echaron” por primera vez todo el desfile procesional por la “primera”, y se decidió cambiar el itinerario para hacerlo más lucido y vistoso, te negaste a procesionar, por la decisión de la Cofradía de “venderse” supeditar el lucimiento a la tradición. Decisión quijotesca la tuya, por luchar contra el sistema establecido. Quizá por esa y otras muchas razones tu cuenta de correo era “quijotedelapanza”

Ejerciste en diversos periódicos locales y en alguna emisora de radio, con especial atención y énfasis en el séptimo arte, algo que no dejaste de hacer, cuanto fuiste a la Junta de Castilla y León, donde desempeñaste tus funciones como encargado de prensa, en las Delegaciones Territoriales de Zamora y Salamanca, y donde tuviste tus más y tus menos con el entonces Secretario Territorial, quien te hizo el vacío profesional, convirtiéndote en un vago “por imperativo legal” aunque no lograra amilanarte, y al que llevaste ante los Tribunales ante el acoso laboral que padeciste. No fueron los mejores años.

Pero, mientras, en tu tiempo libre, tu haber literario se iba laureando con “sólo” una veintena de premios literarios y periodísticos de carácter provincial, nacional y regional, siendo el que más orgullo te proporcionó, el primer premio de Narrativa Breve del II Certamen Literario "Las Tres Carabelas", concedido por el Sindicato Nacional de Escritores Españoles.

También tuviste tiempo para escribir sobre lo que más sabías y más te gustaba, el mundo del celuloide, y de nuevo conectado con la Zamora que tanto te dolía. En primer lugar “Un siglo de Cine en Zamora”, patrocinado, para tu desgracia, como decías, por el Ayuntamiento de Zamora, quien te censuró veladamente, lo que hizo que, cerca de 14 años después, y con dinero de tu propio bolsillo, escribieras la versión sin censura: "Un siglo y pico de cine en Zamora". El prólogo del libro es un bonito dardo. “Este ha sido el primer libro escrito sobre la historia del cine en Zamora, firmado “por un zamorano que ama el cine desde que tiene uso de razón y que ama igualmente – aunque también odia, por ese querer – a todo lo que huela a patria chica”.

Y hablando de cine, recuerdo las críticas de las distintas películas que “echaban” en los cines de la capital. Y también recuerdo el motivo por el que dejaste de escribirlas, o mejor dicho te invitaron a dejar de escribirlas. El director del medio donde colaborabas te “sugirió amablemente” que “pusieras bien” a las películas que se publicitaban en dicho medio. Como bien decías, hombre de honor que no de honores, dijiste que no podías hacer una crítica positiva a una película como “Rambo III” llena de “defectos especiales”. Y ahí se acabó tu relación con ese periódico.

El último libro que escribiste, esta vez a “dos manos” junto a tu amigo Jesús Martín, fue un recorrido divertido, cómico e histórico, sobre el dictador y su impronta en Séptimo Arte “Franco, el hombre que susurraba a los españoles”.

Recuerdo que en casi todas tus obras ponías que eras un hombre de las mujeres que amaste, pero el baluarte, sin el cual no habría sido posible tal prolífica y profusa carrera, ese ha sido mamá, esposa abnegada. Como intendente que soy, siempre que celebramos y honramos a nuestra patrona, Santa Teresa de Jesús, me viene a la cabeza tu imagen, mamá. Gestora, administradora, logista. Sacar con éxito adelante a cuatro hijos con el exiguo sueldo de un periodista con “p” minúscula no es un trabajo baladí. Nunca nos faltó de nada. Como una buena administradora, de manera callada y sacrificada, como la Santa, siempre ejecutaba el presupuesto familiar de manera eficaz y eficiente.

Y como no mencionar tu vena culé. Socio fundador de la primera peña barcelonista de Zamora. Pero no sé si eras más culé que anti-merengue o más anti-madridista que barcelonista, ahí, ahí andaba la cosa. Recuerdo que una vez me prometiste 500 pesetas si me hacía del “Barsa” para ver si así me cambiaba la chaqueta como Luis Enrique. Acepté encantando, pero después de recibir el preciado botín, blanqueé mis colores de nuevo…

Pero sí, a pesar de tus denodados esfuerzos por sacar lo mejor de la tierra, esta parece que nunca te lo ha sabido agradecer. Decías que tenías mala suerte, y quizá el haber sido colegiado en el Registro Oficial de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España con el número 13.131 o el haber nacido tal día como hoy, pero de hace ya 84 años, que precisamente fue también martes y 13, tuviera algo que ver.

Pero no es así, Zamora te debe, al menos, una. Seguro que me dejo muchas cosas en el tintero, quizá algún día, solo quizás, Zamora las saque.

A mi padre, Juan José Arroyo Gago.