Eva María Ruano posa en el mostrador de su ultramarino en Portillo Cedida
Eva (55), dueña de un ultramarino y víctima de una crítica en Internet: “Ni estuvo aquí ni vendo lo que dice”
Una reseña falsa pone en jaque la reputación de una autónoma rural en Portillo (Valladolid), que descubre la vulnerabilidad de los negocios ante los juicios en la red: “Gracias a todos los que sin conocerme me habéis dado ese empujoncito de no te rindas”, se sincera.
Más información: Olga, de Melilla a un pueblo de Valladolid para ser la resistencia ante el cierre de quioscos: "Vivo feliz con mi negocio"
Una simple reseña en Internet puede hacer más daño de lo que pensamos. Este es el caso de Eva María Ruano, 55 años, madre de tres hijos y dueña de la tienda de ultramarinos Ruaneva en la localidad de Portillo (Valladolid).
Esta autónoma ha aprendido una lección amarga que se ha hecho, desgraciadamente, muy familiar para tantos pequeños comerciantes. La fragilidad de su reputación en Internet por culpa de las opiniones de los usuarios.
Una sola reseña falsa y sin pruebas bastó para poner en duda la higiene de su negocio, cuestionar su honestidad y sembrar la sospecha entre quienes buscan información en la red antes de comprar.
En una localidad como Portillo, donde viven unos 2.000 vecinos durante el invierno y donde la tienda de Eva es uno de los pocos comercios abiertos todos los días del año, una acusación así duele. Y, sobre todo, hace daño.
La alerta llegó a su móvil la pasada semana. Google le notificó que alguien había dejado una valoración. Eva, que apenas presta atención a las reseñas porque su clientela es de confianza y su día a día transcurre cara a cara, abrió el enlace. Entonces vio el texto:
“Lugar sucio, nada de higiene. No entiendo cómo puede pasar las inspecciones de sanidad… compré jamón york, caro de narices, y cuando vi las cucarachas se lo di a un perro”.
“Surrealista total”, recuerda Eva. Y no solo por las acusaciones, sino por algo elemental, en su tienda no existe jamón york al corte. Ni maquinaria para ello. No lo ha tenido nunca, porque la inversión es muy alta y su negocio está pensado para vender productos envasados, pan del día, artesanos locales, vinos y esos artículos que los vecinos olvidan o necesitan de urgencia, de los famosos “por si acaso”.
“Aquí a diario no viene gente de fuera”, explica. “Sé perfectamente lo que vendo y a quién atiendo. Esa persona no ha estado nunca en mi tienda”, afirma.
Eva defiende también la historia del local. El establecimiento que hoy acoge Ruaneva fue en su día el Bar Chaparro, levantado en torno a 1960 por el constructor Ángel Senovilla y reformado más tarde por sus hijos.
Cuando Eva compró esta casa antigua, encontró un bar lleno de encanto, con sus azulejos originales y una inscripción que conservaba la firma del constructor. Decidida a mantener esa identidad, reformó lo imprescindible en 2019 y convirtió el local en una tienda con el alma de siempre.
Es, como ella dice, “la tienda de los olvidos”. Y también un apoyo para el turismo de fin de semana, que encuentra aquí pan de horno de leña, el tradicional bollo blanco de Portillo, chorizos artesanos envasados y un poco de todo.
Imagen de todo lo que puedes encontrar en la tienda
Eva abre todos los días del año, excepto los lunes por la tarde. “Al pie del cañón”, dice.
Tras leer la reseña, Eva reaccionó rápido. Respondió públicamente, explicó que no vendía embutidos al corte y pidió a la autora que rectificara, “porque esto puede hundir a un pequeño comercio”. Después subió a redes sociales varias fotos de su tienda: limpísima, ordenada y luminosa. Lo que no esperaba fue la oleada de apoyo.
Vecinos, conocidos y también completos desconocidos, de Portillo, de Almería, de diferentes puntos de España, se volcaron con ella.
“Un garbanzo negro no estropea un puchero”, escribió Eva en Facebook, citando a su abuela. “Gracias a todos los que sin conocerme me habéis dado ese empujoncito de no te rindas”.
Reconoce que si ya de por sí ser “autónoma es una asfixia”, “si encima te dejan una reseña mintiendo, los que vienen los fines de semana lo ven y ya no entran”, lamenta.
Eva no sabe quién está detrás del comentario, aunque venía su nombre, ha buscado en Internet “pero ya sabes que se puede mentir”. Pero sí sabe una cosa: las redes sociales pueden hacer daño real. “Podría haber puesto un ticket, una foto… algo. Pero nada. Solo mentiras”.
Cinco años de esfuerzo
Eva abrió su tienda en 2020, justo el año de la pandemia. Tenía todo preparado para inaugurarla el último fin de semana de marzo, pero el confinamiento retrasó la apertura. Aun así resistió. Y logró que Ruaneva se convirtiera en un pequeño referente para el municipio.
Azulejos originales que se mantienen de cuando la tienda fue un bar
A sus 55 años, después de una vida trabajando como camarera y cuidando de sus hijos, encontró en este proyecto una ilusión. Una forma de vivir en su pueblo, aportar a su comunidad y mantener un local histórico que habría podido desaparecer.
Por eso, quizá, dolió tanto la reseña. Eva no busca polémica, solo pide justicia para eliminar la reseña en Google y respeto. “Deje usted de hacer daño al pequeño comercio de pueblo”, escribió a la autora. “Porque aquí nos cuesta llegar a fin de mes”.