El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, durante su intervención ante la Asamblea General de la ONU del pasado mes de septiembre y su padre, Benzion Netanyahu, recibiendo el Doctorado Honoris Causa en la UVa en abril de 2001, en un montaje de EL ESPAÑOL

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, durante su intervención ante la Asamblea General de la ONU del pasado mes de septiembre y su padre, Benzion Netanyahu, recibiendo el Doctorado Honoris Causa en la UVa en abril de 2001, en un montaje de EL ESPAÑOL

Valladolid

El desconocido vínculo de Netanyahu con Valladolid: un reconocimiento envuelto en polémica con la guerra de Gaza

El padre del primer ministro de Israel, el historiador sionista revisionista Benzion Netanyahu, recibió un título honorífico en la ciudad que ha sido puesto en cuestión tras la masacre en Palestina.

Más información: El Gobierno exige a Israel que "proteja los derechos" de los detenidos de la Flotilla: "Defienden una causa justa"

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El conflicto entre Israel y Palestina ha sido uno de los más sangrientos y dramáticos del siglo XX y de lo que va de XXI, se encuentra enquistado desde hace casi ocho décadas y hace justo dos años se recrudeció hasta cotas hasta hace poco inimaginables.

El 7 de octubre de 2023, el grupo islamista Hamás llevó a cabo un ataque sin precedentes contra Israel, acabando con la vida de 1.400 personas y secuestrando a otras 200. Un golpe que fue respondido con intensos bombardeos por parte de la Fuerza Aérea israelí sobre Gaza y después con una invasión del territorio gazatí.

La respuesta israelí fue fulminante: bombardeos masivos, bloqueo total y una ofensiva terrestre que con el tiempo se convirtió en una operación prolongada, diseñada para desmantelar por completo el poder militar y político de Hamás. Desde entonces, el conflicto se ha cobrado la vida de más de 67.000 palestinos, según las autoridades locales, y ha dejado Gaza prácticamente inhabitable.

En esta situación, ha cobrado especial protagonismo el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, cada vez más cuestionado entre los ciudadanos israelíes y aislado en el seno de la comunidad internacional.

El dirigente cuenta con un desconocido vínculo con Valladolid, y es que su padre Benzion Netanyahu (Varsovia, 1910- Jerusalén, 2012) fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valladolid el 27 de abril de 2001, en un acto en el que estuvo presente en persona el actual primer ministro de Israel. Un reconocimiento envuelto en polémica tras los hechos de los últimos dos años.

Una ventana a la paz

Después de 24 meses de conflicto encarnizado, la pasada semana pareció abrirse una ventana a la paz. Mientras los líderes de Hamás e Israel se reúnen en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheikh, hay una sensación contradictoria en el aire: esperanza contenida, miedo a la decepción, y un cansancio que se percibe incluso en los comunicados oficiales.

Pero el plan de paz propuesto por el presidente estadounidense Donald Trump ha devuelto un halo de esperanza. El documento propone un alto el fuego supervisado, la desmilitarización de Hamás, un intercambio de rehenes, y la creación de una autoridad interina bajo tutela internacional para gobernar Gaza hasta que se celebren elecciones.

Sin embargo, el plan llega en un momento políticamente frágil. En Israel, el primer ministro Benjamín Netanyahu enfrenta un fuego cruzado: por un lado, las presiones de Washington y de las familias de los rehenes que claman por un acuerdo; por otro, la rebelión interna de su ala ultraderechista, que rechaza cualquier negociación que permita a Hamás conservar una mínima cuota de poder.

En Gaza, las divisiones internas dentro del movimiento islamista también se han agudizado. Las incursiones recientes de Hamás contra clanes locales, como el al-Mujaida en Khan Yunis, evidencian que la autoridad del grupo se erosiona incluso entre los suyos.

Mientras tanto, sobre el terreno, la situación humanitaria alcanza niveles insoportables. Los hospitales funcionan sin medicamentos ni electricidad. El agua potable escasea, los refugios están desbordados y miles de familias viven entre ruinas.

Las agencias humanitarias denuncian que el bloqueo israelí sigue impidiendo la entrada de suministros esenciales, incluso después de los anuncios de tregua. Israel, por su parte, insiste en que el acceso humanitario se utiliza para introducir armamento y que el control férreo de las fronteras es una cuestión de seguridad nacional.

En medio de este tablero, los rehenes se han convertido en la pieza más sensible. Israel afirma que una veintena sigue viva en Gaza; Hamas, por su parte, asegura tenerlos bajo custodia “segura” y condiciona su liberación a la retirada israelí de las zonas urbanas y al ingreso masivo de ayuda humanitaria.

Los negociadores egipcios y estadounidenses intentan construir un puente entre ambas posturas, pero cada día que pasa bajo los bombardeos erosiona la confianza y multiplica el resentimiento.

El conflicto, en su segundo aniversario, se ha convertido en un espejo deformado de las guerras del pasado: una lucha asimétrica, transmitida en directo, con la población civil atrapada entre la política y el fuego. Los campos de refugiados crecen sobre los escombros, y los cementerios ya no dan abasto.

En Tel Aviv, Jerusalén o Khan Yunis, la palabra "paz" suena a un eco lejano, una promesa repetida tantas veces que ha perdido sentido. Aun así, en Egipto, los diplomáticos se sientan hoy alrededor de una mesa con la esperanza de que algo cambie.

Ningún acuerdo puede devolver las vidas perdidas ni borrar el sufrimiento acumulado, pero tal vez, si la guerra da una tregua, las familias que ahora viven a oscuras puedan mirar el cielo sin miedo a que vuelva a caer fuego. Esa, por ahora, es la única esperanza que resiste en Gaza.

Un cuestionado Netanyahu

Durante los dos últimos años, la figura del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha cobrado un especial protagonismo. Netanyahu, que ya ocupó el cargo entre 1996 y 1999 y entre 2009 y 2021, ha sido el líder que más tiempo ha estado en el cargo, superando incluso al fundador del Estado de Israel en 1948, David Ben-Gurión.

El dirigente israelí, imputado por corrupción, fue duramente criticado por no lograr prever el ataque de Hamás del 7 de octubre y ha llevado a cabo una dura represión contra los palestinos para tratar de lavar su imagen que provocó que la Corte Penal Internacional dictase hace un año una orden de detención por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad contra él.

Durante el último año, los ataques indiscriminados de Israel tanto en Gaza como la invasión y bombardeos sobre el Líbano e Irán, han sido duramente criticados y han conducido cada vez a un mayor aislamiento de Tel Aviv por parte de la comunidad internacional, exceptuando a su gran valedor, los Estados Unidos, y a otros países de su línea política como la Argentina de Javier Milei.

Netanyahu atraviesa uno de los momentos más frágiles de su larga carrera política. Tras casi dos años de guerra con Gaza, el primer ministro israelí enfrenta una tormenta que combina presión internacional, desgaste interno y un creciente rechazo popular.

Aunque ha mantenido el poder gracias a una coalición con formaciones ultraderechistas, esa misma alianza ahora amenaza con desmoronarse: los socios más radicales lo acusan de "rendirse ante Hamás" por considerar el plan de paz propuesto por Donald Trump, mientras sectores moderados del gobierno lo culpan de haber prolongado una guerra sin rumbo claro.

En las calles, miles de israelíes vuelven a protestar frente a la residencia oficial en Jerusalén, exigiendo elecciones anticipadas y la liberación de los rehenes "por encima de cualquier cálculo político". Netanyahu, por su parte, insiste en que no aceptará un acuerdo que deje a Hamás con poder en Gaza y se presenta como garante de la seguridad nacional.

Sin embargo, su imagen antes la de un estratega inflexible se ve cada vez más asociada al estancamiento y la división. Mientras la comunidad internacional impulsa un alto el fuego y su popularidad cae a mínimos históricos, el veterano líder camina sobre un filo: entre la supervivencia política y el riesgo real de caer por su propio peso.

El vínculo con Valladolid

Pocos lo recuerdan, pero hace más de dos décadas, el apellido Netanyahu resonó en Valladolid con un significado muy distinto al que hoy domina los titulares internacionales. Fue el 27 de abril de 2001 cuando la Universidad de Valladolid (UVA) otorgó su máximo reconocimiento académico, el Doctorado Honoris Causa, al historiador Benzion Netanyahu, padre del actual líder israelí.

La ceremonia tuvo lugar en el solemne Paraninfo de la universidad vallisoletana. Benzion, entonces un anciano de 91 años, llegó acompañado de su hijo Benjamín, que ya había sido primer ministro por primera vez entre 1996 y 1999. El padrino de Benzion a la hora de recibir tan solemne distinción fue el prestigioso catedrático de Historia Medieval Julio Valdeón Baruque.

Aquella mañana, el ambiente era de celebración académica: el historiador recibía el homenaje por su obra sobre la historia de los judíos en la España medieval y su reinterpretación del papel de la Inquisición. Sin embargo, con el paso de los años, esa distinción se ha convertido en un capítulo incómodo para la institución universitaria.

Benzion Netanyahu, nacido en Varsovia en 1910 y emigrado al entonces Mandato Británico de Palestina, dedicó su vida a estudiar la relación entre judíos, conversos y cristianos en la España del siglo XV.

Desde la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, defendió tesis que cuestionaban la versión tradicional sobre las conversiones forzadas, proponiendo que el antisemitismo español tenía raíces raciales más profundas que religiosas. Su libro más conocido, 'The Origins of the Inquisition in Fifteenth Century Spain', publicado en 1995, fue el motivo principal del reconocimiento en Valladolid.

Posiciones polémicas

Historiador de profesión, Benzion Netanyahu se especializó en la historia de los judíos en la España medieval y tuvo una gran influencia ideológica sobre su hijo. Sionista revisionista declarado, fue partidario del Gran Israel y se opuso en 1948 a la partición de Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío.

Se mostró favorable en varias ocasiones a la deportación de los árabes de Palestina y su corriente ideológica terminó inspirando la fundación del partido Likud en 1973, que actualmente lidera su hijo. En su vida académica se especializó en historia y tuvo como mentor a Josef Klausner, uno de los grandes académicos e intelectuales revisionistas y tío abuelo del escritor Amos Oz.

Tras impartir docencia en varias universidades en el extranjero, Benzion regresó a Israel tras la muerte en 1976 de uno de sus tres hijos, Yonatan, en la Operación Entebbe de rescate de rehenes en un aeropuerto de Uganda, quedándose viudo en el año 2000, pocos meses antes de su investidura como Doctor Honoris Causa en Valladolid.

Durante toda su vida mantuvo fuertes posturas de derecha nacionalista, que le llevaban a criticar todo acuerdo territorial con los palestinos y a calificar de amenaza a las formaciones progresistas del país.

Durante la ceremonia en Valladolid aquel ya lejano 2001, Benzion Netanyahu agradeció el honor en un discurso breve, cargado de emoción, en el que habló del "legado compartido" entre el pueblo judío y España. Su hijo, entonces diputado del Likud, escuchó entre los asistentes, sin imaginar que, años después, su apellido quedaría marcado por la masacre de un pueblo.

Peticiones de retirada

Con el estallido de la guerra en Gaza, hace ahora dos años, y las acusaciones por crímenes de guerra que hoy pesan sobre el Gobierno israelí, aquel vínculo con Valladolid ha sido reexaminado bajo una nueva luz.

Colectivos universitarios y asociaciones estudiantiles han solicitado de forma reiterada a la Universidad de Valladolid que retire el Honoris Causa concedido a Benzion Netanyahu, argumentando que "su ideología sionista radical y las políticas de su hijo chocan con los valores de derechos humanos que debe representar la academia pública".

Desde la UVa, sin embargo, la respuesta ha sido más matizada: recuerdan que el reconocimiento fue otorgado por méritos estrictamente científicos, y no políticos.

Hoy, el eco de aquella ceremonia parece casi un anacronismo. Pero el episodio deja una imagen curiosa: la del entonces joven político Benjamín Netanyahu, sentado en un histórico paraninfo castellano, aplaudiendo a su padre por rescatar la memoria judía de la España medieval. Una escena que, vista desde el presente, mezcla historia, ironía y una inevitable sombra política.