Castilla y León

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Valladolid

Crónicas gastronómicas desde el “santuario taurino” de Mojados

20 septiembre, 2020 12:53

Aunque son tiempos difíciles por la dichosa pandemia, no hay que olvidar a los amigos ni al ocio, de cuando en cuando. Y en esta ocasión todo salió a pedir de boca, rematando una jornada de las más completas que uno recuerda. Regresaba de grabar un reportaje para Grana y Oro a nuestro buen amigo el ganadero Jesús Pérez, léase Toros de Brazuelas, en la vecina Alcazarén.

Antes, paré donde mi amigo Félix Sanz; el carnicero de Arrabal quién desde hace unos años elabora productos cárnicos en su fábrica de Mojados, a pie de carretera, bajo el nombre de “Cárnicas Luguillas”. Félix es amigo de hace años y, a pesar de nuestras diferencias ideológicas, mantenemos una buena y agradable relación.

El caso es que me “provocó” para comer y luego echar un mus. Faltaba Cesar Lomas, -quién se nos fue de turismo a Denia con el irrepetible alcalde rojo de Castroverde, Cecilio Lera- y les hacía falta un puntal. Completaron el mantel y el tapete verde otros dos buenos amigos como el floristero boecillano-lagunero Miguel Poveda “Pove” y el pollero por antonomasia Chuchi Vallejo. Ya estábamos los cuatro.

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Como quiera que uno regresaba de “El Refugio de Brazuelas”, paré a saludar a mi amigo Perico de Frutos, quién continúa cosechando triunfos sonados en su “Cossío” del alma. Y en ese momento recibo la llamada de Félix confirmando nuestro encuentro. “No te muevas de ahí, comemos en “El Cossío”. “Pove” ya había llamado a Perico para reservar.

Y ahí empezó lo que sería la agradable, amena, distendida e insuperable jornada sabatina compartida con tres amigos: dos “pardillos” y Félix.

Perico nos reservó una mesa redonda para los cuatro en el salón taurino por excelencia y, tras anotar la comanda, fueron llegando los manjares en riguroso orden de pedido. A saber: unas gambas blancas a la plancha, de tamaño considerable, que fueron un auténtico deleite al paladar.

A continuación, nos llegó una robusta pata de pulpo a la plancha, guarnecida con finas papas y pimientos de Padrón. Deliciosa de sabor y agradable de comer, pero podía haberse sometido a una última “soba” para disimular su dureza.

El asador de la casa, -dudo que haya una muestra más variada y abundante de carnes a la brasa, parrilla, horno o sartén como en el santuario taurino y del buen yantar de Perico- nos había elaborado lechazo en sus dos variantes: al horno de leña y en pincho a la brasa. Insuperable remate al que le metimos mano y tenedor con auténtica codicia. No faltó la ensalada de rigor.

De postre una suntuosa tarta de hojaldre para los tres, mientras que Félix se “abrochó” un arroz con leche que, a tenor de su risueña expresión debía estar de lujo.

El bebercio también fue de sumo interés, pues ellos se “atizaron” un ribereño “Carmelo Rodero”, mientras que uno, fiel a sus inveteradas costumbres, tomó una copa de “cigales” de la casa con la consabida gaseosa. No había por estos lares la famosa e insuperable bejarana “Gaseosa Molina”, y me sirvieron “fuentepinos”, lo siento querido Gonzalo Santonja.

Cafetito de rigor, copa larga o corta, y al tapete verde perfectamente disfrazados, aunque no es época de carnaval. Pero había que guardar las normas y las formas. Ya hemos relatado que Félix y un servidor ganamos con holgura, así que no vamos a insistir para no humillar a nuestros rivales. Ellos mostraron su derrota pasando por caja.

Y uno se sintió como Sancho cuando gobernó su ínsula barataria…