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Región

Toro, austeridad con sabor añejo en una Semana Santa entrañable

29 marzo, 2018 21:24

La Semana Santa de Toro fue declarada de Interés Turístico Regional en diciembre de 2007. Ello fue posible al valorar su antigüedad, sus momentos singulares y únicos, la imaginería de incalculable valor artístico y los desfiles procesionales que guardan sabor añejo, la herencia legada por los ancestros. Circunstancia que quedó firmada en esta noche de Miércoles Santo con el Vía Crucis Procesional, que es lo mismo que decir que 'La Expiración' y la adoración a 'Jesús Yacente', con sus cánticos genuinos como el 'Himno del Cristo de la Expiración Estación 12', o las 'Cinco Llagas', ya bajo las bóvedas de La Colegiata. Por tanto, haremos un recorrido por la historia de la Semana Santa toresana, de las más antiguas de España, pese a quien pese.

La historia de la Semana Santa toresana ya está documentada en el Siglo S. XV con la existencia de la Hermandad Penitencial de la Vera Cruz, algo que se tendría que tener muy en cuenta cuando se habla de Semana Santa en Zamora. A su nacimiento contribuye la sensibilidad de los franciscanos, suscitando la compasión de los creyentes por los sufrimientos de Cristo en la Cruz. Esta antigua cofradía, con sede en el convento de San Francisco el Grande, contaba con cofrades de Luz y de Disciplina, éstos acudían el ‘Jueves de la Cena’ a la procesión flagelándose, y solían ser de condición social más modesta que los de ‘Luz’, que acudían alumbrando. La procesión, con una gran Cruz, partía del convento al anochecer hacia la Colegiata donde hacía estación, para regresar bien entrada la noche, al convento. Estos hechos son el mejor sello de identidad histórico de la Semana Santa de Toro –una de las más antiguas de España-.

Surgen también otras cofradías amparadas por los muros del convento, y con el tiempo, se va perdiendo la rigurosidad; se incorporan imágenes, surge la imaginería y aumentan los desfiles procesionales. En 1777 Carlos III prohíbe los desfiles de disciplinantes y se reforman las cofradías.

Con las desamortizaciones, la exclaustración de los monjes y también debido a la guerra de la Independencia, la primitiva cofradía de la Vera Cruz se ve obligada a abandonar el convento con sus viejos pasos: El Huerto de los olivos y La Flagelación de Antonio Tomé, el Cristo de la Veracruz del S. XVI, que protagonizaban la procesión llamada del ‘tropel’, para buscar refugio en la iglesia de San Sebastián de los Caballeros. Las otras dos existentes la del ‘Dulce Nombre de Jesús’ y la de ‘Nuestra Señora de la Concepción y Luz’, ya fusionadas , dieron lugar junto con la de ‘Nuestra Madre de las Angustias Soledad’, a la que hoy se conoce con el nombre de Jesús Nazareno, Ánimas de la Campanilla y Nuestra Señora de las Angustias Soledad, que hallaría aposento, más tarde, en la iglesia de Santa María de Roncesvalles y Santa Catalina. El 13 de abril de 1957 un incendio destruyó este templo consumiendo todos los pasos procesionales, siete en total, algunos de calidad como el Nazareno de Antonio Tomé de principios del S. XVIII, la Soledad de Felipe de Espinabete y un Cristo de la Expiración también del XVII.

Protagonismo de las cofradías, del pueblo toresano

El protagonismo de la Semana Santa corresponde a sus cofradías. Desde aquellos primeros tiempos, allá por el siglo XV, se celebra en Toro la Semana de Pasión, al más puro y austero estilo castellano. Lo más importante de un pueblo son sus raíces, a las cuales se aferran con firmeza los toresanos, porque saben que no existe futuro sin poner la vista en el pasado.

La Semana Santa de Toro es perceptible por los cinco sentidos. Sus imágenes mecidas cadenciosamente por los esforzados cargadores; cientos de nazarenos y penitentes dando luz y color con sus túnicas, hachones y caperuces; marchas procesionales y tambores destemplados que llegan hasta el último rincón de la ciudad. Aromas de incienso, cera y flores al paso de las imágenes en sus pesadas mesas; y el abrazo esperado de familiares que, cada año, llegan al lugar para vivir en familia estos días de Pasión. Todo en estos días tiene sabor a lo de antes, a lo que nos contaron nuestros abuelos, a todo lo vivido intensamente en familia. El momento de abrir los baúles para sacar las viejas túnicas con el olor persistente a naftalina. La preparación anticipada y ritual de todo lo que precede a la salida de casa… al amanecer del Viernes Santo. Cada cofradía tiene sus pasos e imágenes que saca a la calle en los diferentes días de la Semana Santa, respetando lo preceptivo de las Ordenanzas , o la costumbre sabida por todos, de cada una de ellas.

Toro ‘viste’ a sus Santos para ofrecer silencio en la Expiración y adoración al Yacente

Toro está inmerso de lleno en la Semana de Pasión. Si ayer fue el Nazareno quien recorrió sus calles acompañado por La Soledad, en este Miércoles ha sido otro paso el que recorre las históricas calles de esta ciudad históricam y hagamos buena la redundancia.

La jornada penitencial comenzó con el acto conocido como ‘Vestir santos’. En la iglesia de Santa Catalina tiene lugar lo que en Toro se conoce como ‘vestir santos’, que no es más que preparar y vestir a las diferentes imágenes que posteriormente intervendrán en los actos procesionales. Concluido este trabajo, el abad de más edad de la Cofradía de Jesús Nazareno invita a bacalao al ajo arriero a los participantes.

A partir de las 22.30 horas tuvo lugar el segundo de los actos religiosos de la jornada –y el más importante- como es la procesión del Vía Crucis, que organiza la Cofradía Asociación del Santo Sepulcro, con alrededor de 600 cofrades. Los hermanos visten, en esta ocasión, los hombres túnica y caperuz de paño blanco ceñida con cordón de cáñamo. El caperuz, en su parte delantera lleva en paño rojo la cruz de Malta. Y las mujeres visten igual pero el ceñidor es de seda blanco y la cruz más pequeña y no va en el centro sino a la altura de su clavícula izquierda.

Todos los cofrades realizan el ‘juramento del silencio’ ante ‘Cristo al Expirar” (una imagen restaurada, cuyos orígenes datan del siglo XVII, siendo sus autores conocidos Esteban Rueda y Sebastián Ducete), en esta ocasión ha tenido lugar en la Plaza Mayor, concretamente a las puerta de la Iglesia del Santo Sepulcro. A continuación, el alcalde de Toro, Tomás del Bien, depositó el bastón de mando a los pies de la Cruz pidiendo el ‘juramento del silencio’, comenzando la Procesión del Vía Crucis (organizada por la Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad) desfilando en silencio, solo interrumpido por el sonido distanciado de las cornetas, de los tambores destemplados y del lúgubre tañer de una campana que también desfila en procesión.

La procesión, después de dejar bellas estampas en su recorrido, con colores para todos los gustos -como bien supo aprovechar el amigo y fotógrafo Manuel Balles- finalizó en la Colegiata, con el rezo y canto de ‘Las cinco llagas’, que no son más que cánticos dedicados a cada una de las cinco llagas de Cristo, y la adoración al ‘Yacente’ –conocido popularmente en la ciudad como ‘El Muertico’-(escultura de 80 cm., del siglo XVII, proveniente de talleres existentes en Toro en aquella época), colocado delante del altar mayor. Seguidamente se obsequió a cofrades y autoridades con una cazuela de sopas de ajo.

Toro bien vale una visita

A unos treinta kilómetros de la capital, la que fuera sede real y capital de provincia conserva numerosos vestigios de su pasado esplendor. Declarado Conjunto Histórico Artístico, Toro posee una magnífica situación sobre el valle del Duero al que merece la pena asomarse desde el mirador de El Espolón. Al lado, la Colegiata de Santa María, del siglo XII, es uno de los más bellos ejemplos del románico, rematada por una original cúpula en cuyo interior destaca el Pórtico de la Majestad, impresionante conjunto escultórico policromado del XIII.

Imprescindible es también visitar las numerosas iglesias románicas de ladrillo, de influencia mudéjar, así como los antiguos palacios - en el de las Leyes se celebraron las Cortes en 1505- y casas señoriales que jalonan la ciudad, junto a monasterios y conventos. Todos ellos guardan importantes obras de arte bajo su aparente sobriedad.

El viejo entramado urbano de Toro ofrece al viajero una cálida acogida. Como también la amistad de sus gentes, donde siempre es bien recibido. Como sus vinos y su gastronomía… Una visita a Toro bien merece.

REPORTAJE GRÁFICO LUIS FALCÃO