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Paseo por los espectaculares paisajes de Escalhão, el Duero de Figueira

27 enero, 2019 14:17

El sábado es un día siempre abierto a múltiples posibilidades de ocio y aventura. Teniendo como excusa la celebración de la 3ª Feira de Produtos Regionais de Escalhão -en el concejo de Figueira de Castelo Rodrigo-, el viajero puso rumbo al Duero portugués. La bella freguesía de Escalhão -algo así como escalón, porque toda ella no es más que un espectacular escalón que muere en el Duero- acogía una muestra de produtos artesanos de mucha calidad, además, un Raid TT -en el que participó el viajero- y otras actividades como una montería de jabalí y mucha animación musical también, con degustación de platos originales del territorio como ese 'rancho' de garganzos, macarrones y menudos y carnes de cerdo. Y, cómo no, el vino de Colinas do Douro -toda una excelencia-.

El viajero llega a Escalhão a primera hora de la mañana, entre brumas y escarchas en los paisajes yertos de la Beira de frontera. Nada llama la atención más que el belicoso cerro de Castelo Rodrigo -Aldeia Histórica de Portugal- y la Marofa. Según se acerca a este municipio, situado en la zona fronteriza con España, la impresión cambia y muestra la importancia que tuvo en su momento. El presidente de la Freguesía, Paulo Gabriel, que recibe al viajero junto al vicepresidente de la Câmara Municipal de Figueira, Nelson Rebolho Bolota, y el amigo Hugo Santos, explica que fue sede de municipio hasta principios del siglo XIX, con carta foral otorgada en 1650 por el rey D. João V, quien ya en 1648 había dado a la localidad el titulo de "Honra", en reconocimiento a la destacada participación de sus habitantes en la Guerra de Restauración portuguesa, en la que, según recuerda una placa en la iglesia, el 17 de octubre de 1642 los moradores, ayudados solo por 35 soldados, "se defendieron en un reducto que hicieron junto a la iglesia contra cuatro mil quinientos infantes y cuatrocientos caballos … y mataron gran cantidad de ellos…” -se refiere a castellanos, claro-. También llama la atención del viajero su imponente iglesia de N.ª Sra. dos Anjos (de los Ángeles), antigua fortaleza. Como le aconteció a José Saramago, "Cuenta con llegar a una aldea perdida y da con una villa de buen tamaño, desahogada de calles y con grandes árboles en la plaza No puede el viajero entrar en la sacristía, donde dicen que hay buenas pinturas al fresco, pero vio con calma la iglesia, que justifica la jornada. Es quinientista el edificio, de amplio trazado, y no faltan en él piezas de alto valor artístico..."

Es la hora del almuerzo -siempre abundante, como todo en la gastronomía portuguesa- y el estruendo de motores mezclado con los ladridos de decenas de perros es estrepidante. Todo preparado, por una parte, para los cazadores llegados de toda la zona norte de Portugal -Porto, Coimbra, Braga, Bragança y las Beiras- y motos de trial y todoterrenos. Esta es una clara demostración de que los pueblos, condenados a la despoblación, claro que tienen solución y maneras de vida para su subsistencia. Es poner a la luz ideas y proyectos y realizarlos con eficacia, dedicación y ganas. Posiblemente, en esta jornada Escalhão haya recibido más visitantes que todo el año -incluyendo la llegada de emigrantes- como también lo que conlleva en economía al ofrecer productos de primera calidad en los stands que la Câmara cedió.

Por paredones entre olivos, almendros y viñedos

En un viejo, pero de increíble potencia Land Rover -parecía sacado de los viejos tiempos militares-, el viajero emprende el sendero junto a Nelson -el propietario- y Hugo, entre otras tantas decenas de TTx4 y casi igual número de motos TT. Si todo comenzó entre roquedales perdidos en la nada, monte bajo de arbustos varios y retama, avanzar por estos caminos de herradura siempre es un ruta de sorpresas. Es el bajar, y bajar entre empinadas cuestas de desniveles imposibles donde en predios y paredones emergen olivos, viñedos y almendrales por miles. Es ganar al terruño lo que la naturaleza propone. Quintas / Fincas de marcas importantes en el libro vitivinícola internacional se pierden en la confusa y desigual orografía del terreno que muere en el Duero calmo.

De Escalhão a Almendra -en el concejo de Foz Côa-, luego a la querida por sentimental aldea de Barca d'Alva, y subida por la parte imposible de la inmensa falla da Sapinha hasta el punto de partida. De por medio quedan muchas vivencias, mucha convivencia, muchos amigos, los que son y los que se suman. También parajes de belleza inigualable como el territorio del Vinho do Porto en sus inicios -es Barca d'Alva-, como la inerte por dejación y vergüenza política Linha do Douro, y el río ahora calmo de turistas y cruceros, y también las naranjas que perfuman de azahar el territorio dourense... Y el puente romano, de construcción que data del XIV sobre la ribera de Aguiar. Dicen que por aquí pasaba la vía imperial que unía Guarda con Astorga. Declarado Monumento Nacional el 4 de enero de 1922, en un escarpado pareja de ribera donde solo quedan visibles algunos metros de la primitiva calzada que fue utilizada por los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela.

Aún sin el magnífico espectáculo de las almendras en flor -allá por febrero y marzo los paisajes son un manto de belleza de blancos algodonosos y rosas pálidos del que el viajero dará buena cuenta con la Feria das Amendoeiras em Flor de Figueira de Castelo Rodrigo- este territorio ofrece a nuestros ojos una belleza maravillosa de horizontes sin fin y colinas de alineaciones geométricas. También el Duero, en su placidez cansina del cañón es un espejo donde convergen paisajes, aldeas y vidas de antaño y de hogaño. Sin lugar a dudas, Figueira con Escalhão y también Barca d'Alva, se convierten en lugares casi únicos de visita, ocio y disfrute donde los sentidos vagan en impulsos fascinantes de color y aromas, y a eso se le llama emoción, ay!

REPORTAJE GRÁFICO LUIS FALCÃO