Una persona apática
Me aburre tu opinión reciclada
Es ese activismo barato que vemos en redes sociales deja entrever una inseguridad ridícula; porque si no te posicionas, eres un desalmado.
Hace tiempo aprendí que discutir casi nunca vale la pena. Muchas veces porque quien tienes delante no está en disposición de escuchar; otras, porque no quieren cambiar su opinión, no están abiertos a entender distintos puntos de vista y virar el discurso.
Los cambios son una derrota para quien piensa que tiene razón en vez de sacar partido del aprendizaje, y ahí está el problema. Lo bueno de cumplir años es ganar experiencia, o así lo he vivido yo siempre. Pero ocurre que, en general, la sociedad se estanca, se conforma y no vive. Por ende, no aprenden.
Cuando no te pasa nada nuevo, es muy difícil evolucionar a través de factores externos. No es lo mismo vivir, a que te lo cuenten. Da miedo, sí, porque sufres por la inseguridad del riesgo y tratas de esquivar tus equivocaciones. Mis mayores aprendizajes han sido propiciados por grandes errores y fracasos. Una de las cosas que sacas de todo esto es la capacidad para resolver problemas a una velocidad de vértigo. Con eso ya me compensa, pero hay mucho más.
Entiendo que haya quien no quiera esta dinámica de vida a veces frenética, a veces desquiciante; divertida y agotadora a partes iguales, esa viveza de rascar minutos al reloj. Pero, como lo tolero, también exijo que no nos hagan perder el tiempo al resto.
La media de la sociedad española es muy baja en muchos parámetros (la mayoría, diría yo); no hay más que echar un vistazo a nuestra clase política. Y no hablo solo del Gobierno. Pero tratan de convencernos de que todos somos iguales cuando no es cierto. Y parece que lo han conseguido. Ahora cualquiera saca pecho con comentarios absurdos sobre temas de los que no tienen ni idea en base a ese derecho adquirido de decir lo que primero que se les pasa por la cabeza.
Es ese activismo barato que vemos en redes sociales deja entrever una inseguridad ridícula; porque si no te posicionas, eres un desalmado. No sé, reflexionad un poco. Haceos preguntas. Leed. Y luego ya, si es que lo habéis entendido y os apetece compartirlo, publicadlo.
Hay un tema que me pasó un amigo cuando me divorcié y es la razón de que esta columna se titule así: Te lo puedes quedar. La canción es “Sonata para divorciados”, de Villanueva. Es una fantasía de letra que muestra la indiferencia que te provoca alguien que ya no te importa. Eso me pasa en general: me aburren las opiniones recicladas, poco reflexivas y nada constructivas: me dan igual. Vivo mucho más en paz, en serio.