Hubo un tiempo, no hace mucho y hace tanto, en que la fiesta de Villalar fue de casi todos. Fue en 2006 cuando, después de treinta años de manifiestos acordados solo por las fuerzas políticas y sindicales de izquierdas, se logró un documento al que se sumaron el PP y la patronal. Aquel manifiesto se tituló “Por un nuevo Estatuto de Autonomía que permita a la Comunidad seguir avanzando” y fue el primero de una etapa. El Día de Castilla y León estuvo más cerca que nunca de ser una fiesta compartida más allá de las ideologías, exceptuando siempre al combativo leonesismo.

Aquel lejano 2006, en la mesa de negociación estaba sentado el actual presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, y supuso la culminación del proceso de incorporación del PP a la campa de Villalar, impulsado desde un tiempo antes por el expresidente Juan Vicente Herrera. Una cabal y costosa integración de la derecha, mayoritaria en las urnas, en una fiesta que ese mismo año comenzó con una pedrada dirigida al presidente pero que impactó en la entonces responsable del Servicio Regional de Protección Civil.

Durante esta etapa, Villalar sí parecía una celebración (casi) en comunidad. Con su histórico peso reivindicativo, plasmado en dulzainas y pancartas. Con un manifiesto, casi siempre de mínimos, que era la voz de una Castilla y León que nunca pudo aspirar a más que a una identidad compartida de mínimos. Seis años duró la utopía (imperfecta, como son las utopías realizables) y 2012 fue el último manifiesto conjunto. Una polémica sobre las diferencias entre el texto que se leyó en la campa y el que se había pactado en la negociación voló ese frágil puente que jamás ha querido reconstruirse.

La llegada de Ciudadanos al ejecutivo y sus reparos con Villalar (por regionalista) empezaron a volver a alejar al PP de la campa. Vox, mientras gobernó y desde que preside las Cortes, se ha esforzado en diluir la fiesta (por roja), distanciando todavía más a los populares. El PP ha ido cayendo, quizá encantado, en las trampas de sus ex para devolver Villalar a la izquierda. Este 2025 culmina esta involución con una presencia exigua de la Junta en la localidad vallisoletana, apuntalada por la dispersión de actos por todas las provincias. Tampoco pisará Mañueco la campa, aprovechando el luto por el Papa Francisco. Queda enterrado aquel esfuerzo de Herrera.

Desde 2022 hay manifiesto... de izquierdas. Este año, con otro texto excluyente, agresivo y electoralista. Un documento de máximos que impide que todos los castellanos y leoneses que lo deseen puedan encontrarse cómodos mañana en la campa. La izquierda moralista no pierde oportunidad de apropiarse del espíritu comunero, igual que se adueñan sin reparos del significado de libertad, diversidad, feminismo y democracia. Los populares se equivocan regalando Villalar a las minorías.

Quizá no sea casualidad que una derrota celebre a una comunidad autónoma incapaz de contagiar a (casi) todos un sentimiento, un proyecto y una identidad autonómica.