La diferencia entre el PP de Castilla y León y el de Valencia es que aquí no ha ocurrido una desgracia. Por eso se explica que Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta de Castilla y León, pueda permitirse –como anunció el miércoles durante el Debate del Estado de la Comunidad– convocar a todos los partidos para una ronda de diálogos sin rendir los presupuestos a la primera de cambio a la lista de exigencias que presentó Vox.
Valencia, tras la desgracia de las riadas de octubre, dejaba muy pocas opciones al actual Gobierno de la comunidad autónoma, comprobado que Mazón no tiene ninguna intención de dimitir, ni Alberto Nuñez Feijóo de exigírselo. Castilla y León no es Valencia.
Carlos Mazón, con tal de permanecer en el cargo y tener un éxito que anotar tras la catastrófica gestión de la DANA, habría firmado cualquier cosa y por eso acordó los presupuestos con VOX deprisa, bajo el pretexto de la reconstrucción. Lo difícil de explicar es que el resto del PP, que hasta hace dos semanas renegaba de los de Abascal y de poder alcanzar cualquier clase de acuerdo con ellos, ahora parece entregado en distintas autonomías a encontrar acuerdos rápidos con los que salvar los presupuestos de los Ejecutivos autonómicos en una operación en cascada.
El miércoles Alfonso Fernández Mañueco escenificó en el parlamento autonómico que Castilla y León no es una comunidad más en esa lista. Que tiene intención de sentarse con el PSOE y con el resto de formaciones tratando de alcanzar un acuerdo. Incluido Vox, aunque después de su fulminante abandono del Gobierno autonómico, no parece lo más lógico pactar unos presupuestos y en los términos que se vieron el miércoles en las Cortes de Castilla y León. Los presupuestos, en cualquier democracia, deberían negociarse, no rendirse.