Carmen camina por la plaza muy cómoda. Lleva su miedo en el bolso, encerrado en un pequeño neceser junto a las gafas. Cerca, pero inactivo. Muchos meses de terapia a la espalda. Se cruza con Juan, que todavía tiene el miedo en el estómago, a modo de válvula estrechándose a cada recuerdo, intermitente. A modo de amo de llaves. “Es que se le ha cerrado estómago”, dice su madre. Elvira la escucha encogida, con el miedo en los hombros hace años, siempre ese dolor ahí, la mano cruzada cada poco para apretar bajo el cuello.

 Los niños tienen el miedo en los pies, salen corriendo. Pablo lo lleva puesto en la voz, cada palabra lo delata. Y Paula... Paula tiene el miedo en la cara. A veces todos tenemos el miedo en la cara.

El miedo se pasea por nuestro cuerpo, va cambiando de lugar, nos habita o nos ronda. Con suerte nos deja tranquilos una temporada. Es parte de nuestra vida. Nos pasamos mucho tiempo negociando con él. Y midiéndolo. Ahora es grande, ahora es pequeño. Ahora nos encierra en una habitación (hay muchos cautivos perpetuos). Ahora lo encerramos nosotros a él (los hay que nunca han temblado).

El Teatro Calderón será estos días un lugar terrorífico, si la palabra admite un valor cuantitativo. El Foro de la Cultura dedica este año su vocación pensante a esta emoción suprema. La escudriñarán un puñado de valientes filósofos, escritores, periodistas, criminólogos, cineastas... Como siempre desde hace ya ocho ediciones, se agitarán curiosas cocteleras de las que el público saldrá con su mirada cambiada de sitio. Esta vez, es posible que también con su miedo pululante trasladado de área corporal.

“¿Quién dijo miedo?” es el título escogido, una exclamación que empuja a la acción. Atrevámonos. El miedo, presente en las representaciones artísticas que ha hecho el hombre desde la antigüedad, reina en nuestros días también en memes que son el colmo de la síntesis: “-Hazlo. / -Pero tengo miedo. / -Pues hazlo con miedo”. Una viñeta y tres frases que pueden acotar toda una existencia.

Hay quien tiene miedo a la oscuridad, quien tiene miedo al ridículo, quien tiene miedo al qué dirán o miedo al futuro incierto. También a quemarse si cocina, a caerse si corre, a estrellarse si conduce… A que le hagan daño. O a no desprenderse jamás del daño que le han hecho. Miedo a lo desconocido, miedo al dolor, a la violencia, miedo al horror.

¿Qué hacemos con todo ese miedo? Tratamos de superarlo, ignorarlo, conjurarlo y, en esta interesante oportunidad, a salvo en un teatro, un templo de la cultura, vamos sobre todo a compartirlo y a intentar entenderlo. Presas del miedo, armados de valor.