Al escritor Fernando Arrabal le ha sido concedido el Premio Castilla y León de las Letras. Una concesión que le hace justicia a este escritor tan vinculado a nuestra tierra en sus orígenes como en sus sentimientos.

Y es que Arrabal, aunque nacido en la africana ciudad de Melilla, siempre se ha sentido mirobrigense, pues fue en Ciudad Rodrigo dónde pasó su infancia y donde aprendió a leer y escribir, que es como nacer para un escritor, como siempre recuerda.

De la mano de la teresiana madre Mercedes, este africanito, como ella le llamaba, inició su andadura literaria que sigue cultivando a sus ya 91 años cumplidos. Su historia como escritor es tan dilatada como su creatividad inabarcable, siendo el autor teatral español más representado en el mundo. Amén de creaciones cinematográficas, periodísticas, ensayos y hasta dibujante y pintor de pasmosa brillantez.

De Fernando puede decirse con razón que todo lo hace super bien y a sus admiradores y amigos, entre los que me encuentro, no deja de sorprendernos día a día.

Fue a mí toma de posesión como alcalde, pregonero del Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo, en el teatro que lleva justamente su nombre. Y ha tenido a bien prologarme mi libro sobre “El final de ETA”.

Con él he vivido momentos irrepetibles, como cuando fuimos a los toros en la plaza de Las Ventas y recibió un dibujo del pintor César Palacios, a la sazón, arenero de la plaza, lo que le impresionó doblemente.

Y es que Fernando es pura sensibilidad, pero también entrañable humanidad que nunca olvida sus orígenes y su infancia que es su memoria como la definió Francisco Brines. Allí en la playa de Melilla con su padre militar, luego condenado a muerte por el franquismo por ser fiel a la República, como él, fue sentado en el banquillo del Tribunal de Orden Público en un juicio esperpéntico del que finalmente fue absuelto.

Ahora, este justo premio castellano leonés vuelve a reconocer su gran valía de escritor sublime y hombre ejemplarmente de bien.