El pasado 15 de septiembre dedicaba mis comentarios en esta casa a la intención, oculta, del Presimiente Sánchez, de inventarse una Ley de Amnistía con la que comprar los siete votos que le faltan a SuperSanchez para repetir como presidente del Gobierno. En aquella ocasión, trataba de diferenciar la amnistía del indulto y adelantaba que la Constitución Española prohíbe los indultos generales y ni siquiera hace referencia alguna a la amnistía, excepción de la de 1.977 con la que se cerraba el régimen franquista y se abría un nuevo periodo democrático en nuestro país.

Pues bien, ayer dudaba si dedicar mis comentarios nuevamente a la amnistía que se está tratando de imponer en España, y a la que la Comisión de las CCAA dedicó una sesión monográfica en la mañana de ayer, o reincidir en la situación que se vive, y esto de vivir es un decir, en el Oriente Próximo. Y una vez más la actualidad manda y volvemos a España, puesto que desgraciadamente el conflicto palestino parece que va para largo, aunque lo de la amnistía tampoco parece que se vaya a resolver a corto plazo.

Y es que en la entrevista que Pedro I el Mentiroso tuvo con el jefe del Estado no pudo acreditar tener asegurado más respaldo que el de sus propios diputados y los de EH Bildu, es decir, menos de los que tenía Núñez Feijóo en ocasión semejante. Ni siquiera los integrantes de SUMAR le garantizaron su respaldo, aunque se mostraban convencidos de que al final llegarían a un acuerdo para repetir un gobierno de coalición, que desde las izquierdas gustan en llamar "progresista", pretendiendo hacer creer que Junts y el PNV pueden pasar por partidos progresistas.

Y no vamos a olvidar por mucho que lo intenten, que el Presimiente se mostró contrario a la amnistía hasta tres días antes de las elecciones. Pero celebradas las elecciones y hechas las cuentas, Pedro I el Mentiroso nuevamente "cambió de opinión", y de la misma manera que lo que él mismo calificó como rebelión el golpe de los separatistas catalanes para después hacer desaparecer el delito de sedición, y descafeinar el de malversación con la única finalidad que ganarse el respaldo de los separatistas, o sea, de los golpistas del 2.017, afirmó que la amnistía era constitucional.

Pero el tema es mucho más grave, porque el cobarde inquilino de la Moncloa se ha negado a pronunciar siquiera la palabra amnistía, algo que él mismo había negado hasta hace unos días, incluso negándose a responder cuando se le preguntaba sobre ello en el Parlamento o en las pocas comparecencias en que ha permitido la presencia de periodistas. Claro que para eso tenía a su fiel escudero Rodríguez Zapatero viajando de plató en plató defendiendo la posibilidad de una amnistía, " como tienen todos los países de nuestro entorno, o como ya tuvimos nosotros en el 77 ", como si la situación política actual en España fuera comparable a la que encontraron los constituyentes en aquel año, claro que la formación jurídica de mi paisano no le llegó más que ser PNN en la Facultad de Derecho de León, y por supuesto sin ganar oposición alguna.

Ciertamente a los separatistas no se les puede negar que dicen la verdad: la amnistía se da por descontada, como repetidamente nos recuerdan los representantes de Junts y ERC, pero afirmando los líderes de ambas formaciones que es tan sólo un paso en su hoja de ruta, que se continúa con el referéndum y la autodeterminación.

Mientras tanto, la inefable Yolanda Díaz, nos confiesa que en su visita a Waterloo, cuyo coste al erario público sigue ocultando, dice que aprendió mucho del prófugo Puigdemont, algo posiblemente cierto dado el nivel de conocimientos de la aprendiz. Y para disimular, de la misma forma que nos contó que aquel encuentro fue por iniciativa de Sumar y sin encargo alguno de Su Sanchidad, ahora dice que habrá gobierno progresista de coalición pero que el acuerdo está lejos.

Y como la izquierda cree que la calle es suya, no toleran que la ciudadanía salga a la calle en Madrid o Barcelona para expresar públicamente su rechazo a la amnistía, por cierto sin quemar contenedores, volcar coches, romper escaparates o apedrear policías. Y eran muchas decenas de miles de manifestantes.

Y para ir terminando, ayer tuve la paciencia de ver íntegra la sesión de la Comisión del Senado de las CCAA, que no olvidemos, es la Cámara Territorial, en la que se pretendía que los presidentes de las CCAA y los de Ceuta y Melilla se pronunciaran respecto de una posible Ley de Amnistía, que pretende acabar contra la igualdad entre españoles, amén de una compensación económica impensable.

El primer aspecto a señalar fue la ausencia del Presimiente y de la totalidad del Gobierno, para evitar tener que pronunciarse sobre este tema, y la más que probable llamada desde Ferraz a los tres presidentes socialistas de Asturias, Castilla la Mancha y Navarra, para evitar que dijeran lo que piensan, especialmente García Page.

Más sorprendente fue la presencia del presidente catalán, Pere Aragonés, que abrió la sesión para defender, por supuesto en catalán, la aprobación inmediata de una ley de amnistía, primer paso hacia una consulta a la ciudadanía sobre su voluntad de permanecer en España. Ni que decir tiene que la consulta sería exclusivamente a los ciudadanos catalanes. Y para dejar clara su voluntad de diálogo, al terminar "plegó papeles, fuese... y no hubo nada". Buen talante democrático. Eso sí, dijo lo que todos, menos Sánchez, esperábamos.

Por supuesto, los presidentes de las CCAA presentes y los de Ceuta y Melilla, con la excepción del catalán se mostraron radicalmente en contra de la amnistía y de tratamiento privilegiado que proporcionan las negociaciones de Pedro Sánchez con los golpistas.

Y algunos se preguntarán, y los vascos, ¿qué dicen? Ya sabemos que EH Bildu apoya a SuperSanchez sin pedir contrapartida alguna ¿Alguien se lo cree? Algún día nos enteraremos. De momento conviene recordar a aquello de "nunca pactaremos con Bildu, si quiere se lo digo veinte veces... ¿os acordáis?. Y el PNV, pues felices y contentos, desde les consideran "progres" y también tienen votos imprescindibles para la investidura. Y tranquilos, aplicando la vieja doctrina de Arzallus: "que otros agiten el árbol, que nosotros recogeremos las nueces".

Y el tema va para largo, así que la presidente del Congreso no convocará el Pleno de Investidura hasta que se le ordene desde la Moncloa.

Hasta el viernes que viene.