Siglo XXI, año 2023, planeta Tierra.

Los docentes y los padres y madres de familia conviven con una generación de alumnos totalmente digital. Lo que parecía un futuro distópico es ahora una realidad. En este momento, los adultos están contra las cuerdas.

Este salto generacional que en otras ocasiones puede que no haya sido tan acusado o llamativo, está generando conflictos. La tecnología ha avanzado de forma exponencial en los últimos veinte años y ha creado ciertas diferencias irreconciliables.

Los profesores y maestros pertenecen a las generaciones X (personas nacidas entre 1965 y 1980, por lo que tienen entre 43 y 58 años), o generación Y, también llamados Millennials (personas nacidas entre 1981 y 1996, por lo que tienen entre 27 y 42 años). En cambio, los estudiantes pertenecen a la generación Z o Centennials (nacidos entre 1997 y 2012, por lo que tienen entre 11 y 26 años) o a la Alfa, los más pequeñitos.

Los niños, en vez de nacer con un pan debajo del brazo, lo hacen con una Tablet, y esto hace que, a la hora de aprender, les cuesto lo mismo descubrir cómo usar un bolígrafo o como utilizar un smartphone.

Los profesores, que pensaban que los alumnos se enfrentarían a un mundo similar al suyo, se han llevado un tremendo batacazo al descubrir que no ha sido así. Tremendo porque estas nuevas generaciones no solo son ajenas a muchos aspectos del aprendizaje analógico, sino que han crecido con internet como herramienta de uso diario para cualquiera de sus actividades, haciendo de la red algo necesario para su día a día.

Las grandes redes de la sabiduría se encuentran ahora en páginas webs o aplicaciones, dando de lado a las enciclopedias y diccionarios y dejando vacíos los pasillos de las bibliotecas. Siempre habrá un tutorial en YouTube que pueda explicarle cualquier cosa que necesite sin tener que moverse de su casa.

Todas estas herramientas digitales han mejorado la inclusión educativa de alumnos al poder diversificar las estrategias docentes, así como han favorecido la búsqueda de trabajo de personas que de otra manera no hubiesen tenido cabida en un mercado laboral encorsetado y algo obsoleto. Gracias a estos avances se han creado muchos nuevos puestos de trabajo que hace años podrían parecer una utopía o pertenecientes a una sociedad demasiado futurista e irreal.

Debemos darnos cuenta como adultos que estas generaciones inevitablemente son diferentes, se aburren con facilidad, le cuesta mantener la atención porque su mundo se mueve muy deprisa. Tan rápido que en muchas ocasiones es abrumador.

Está claro que algunas cosas deben permanecer constantes, porque han funcionado y funcionan, pero en otros casos los adultos deben intentar adaptarse a estos cambios para poder sintonizar con los jóvenes y emitir en la misma frecuencia.

Solo de esta manera esa sociedad distópica se puede convertir en un nirvana donde la convivencia sea agradable y de calidad.