Me acostumbré desde niña a escuchar sus campanas llenando el silencio de los amaneceres en el casco antiguo de Zamora. Esos amaneceres rosas y gélidos que se prolongan más allá del Duero y se extienden sobre una tierra de labradores y de pastoreo; amaneceres que se posan como pequeños cristales sobre surcos y terrones y anuncian el milagro del sol, un día nuevo.

Este silencio de la piedra a veces roto por los cánticos de los maitines que escapaban por las celosías del convento, el viejo palacio del marqués de Villagodio, que cierra la plaza de los tilos, la plaza de la infancia, de los juegos, de la memoria, de todos mis recuerdos.

Las monjas clarisas de Santa Marina, las Marinas, abandonan Zamora, dejando un poco más vacía esta pequeña parte de la España Vaciada. Vacío sobre vacío. Vaciada por decreto de olvido, de la nula voluntad política de traer el progreso a esta tierra de frontera rayana con el fado y la saudade. Los de antes y de los de después, de los de la diestra y la siniestra. Ninguno fue capaz de detener el tren del futuro en nuestros andenes, de taponar la sangría de los jóvenes a la búsqueda del pan, de la vida.

El viejo palacio del marqués de Villagodio

El viejo palacio del marqués de Villagodio

Así esta ciudad mía donde ya ni siquiera llegamos a los 60.000 habitantes, donde el censo decrece y mueren los sueños y las vocaciones, este destino maldito del éxodo. Apenas quedan tres monjas en el viejo inmueble cuyos miradores vierten al río, cuyas ventanas se entreabren cuando Cristo sube Resucitado por la cuesta de la primavera. Eternas vecinas del ora et labora, bordadoras de los mantos de las Vírgenes, de las sayas de los Nazarenos, custodias de sus renuncias zurziendo los males del mundo entre sus oraciones. Eran, son, la reserva espiritual de un mundo tan material que ya ni siquiera las entiende. 

Al oeste del oeste, mi tierra se desangra y los forzosos exiliados descuentan los días para que una nueva Semana Santa los traiga de vuelta a casa. Después, volveremos al silencio. No quedarán siquiera las campanas de Las Marinas anunciando el amanecer.