Cuando la mili todavía era obligatoria, en aquel arcaico ejército de Franco que se resistía a desaparecer, nos tocó vivir acontecimientos singulares, que aún seguimos acarreando en la memoria. En realidad, se había aprobado ya la Constitución del 78 y el país llevaba unos años disfrutando de la democracia, pero las administraciones públicas seguían rigiéndose por esquemas y costumbres franquistas.

Había mandos de pedigrí, descendientes de familias nobles o acomodadas. Tras ellos deambulaba también una patulea variopinta de oficiales y suboficiales ascendidos desde soldado raso tras muchos años de servicio militar, los conocidos chusqueros, muchos de los cuales parecía que hubieran escapado de alguna novela de Valle-Inclán. Los más pintorescos eran los mandos procedentes de la Legión, sujetos familiarizados con el hachís marroquí y a menudo dados a empinar el codo.

Una noche, formada nuestra compañía para la última revisión del día, en un silencio casi sepulcral a la espera del toque de retreta, a un soldado se le escapó una ventosidad. El teniente, bastante achispado, le preguntó cuántos años tenía. El muchacho, azorado, respondió que diecinueve. El teniente se quedó reflexionando y al cabo de unos segundos eternos, con voz ronca de aguardiente y nicotina, vociferó: “¡Pues tiras pedos como uno de cuarenta!”.

El actual procurador de Ciudadanos en las Cortes de Castilla y León, Francisco Igea, no es un bufón ni tampoco un personaje valleinclanesco. Sabe perfectamente que solo a base de flatulencias oratorias su solitaria figura política se mantendrá en el ‘candelabro’ mediático.

Un cargo público naranja comentaba con sorna que la sensación en esta legislatura es que Ciudadanos tiene en las Cortes regionales más procuradores que nunca. Pero lo paradójico es que solo tiene uno, Igea, pero hace ruido como si fueran veinte, igual que el infeliz soldadito de antaño.

Lo mismo le ocurre a Pablo Fernández, portavoz nacional de Podemos y único procurador de la formación morada en el parlamento regional. Fernández llega a los plenos con la botella de gasolina en el morral. Gracias a esta estrategia, incendiaria consigue acaparar casi siempre la atención mediática y que sus intervenciones generen titulares periodísticos.

O sea, Fernández e Igea son dos hábiles pirómanos de la oratoria, expertos en flatulencias verbales, dos showman avezados en el manejo de la escenografía teatral, dos alumnos aventajados del cóctel Molotov parlamentario. Gracias a estas habilidades, consiguen convertirse en los protagonistas de la fiesta. He aquí, en resumen, lo que sucedió en el último pleno de las Cortes de Castilla y León.

Por otra parte, enfrente tienen a los trece parlamentarios de Vox, quienes, en su fuero interno, están convencidos de que la dialéctica de los insultos y las confrontaciones escandalosas son muy beneficiosas para ellos. Mierda a raudales quiere Dios, parecen pensar, que es lo que gusta a nuestra parroquia.

Contamos así con un vicepresidente de la Junta, Juan García-Gallardo, que ha saltado a la fama a nivel nacional e internacional por sus declaraciones surrealistas sobre diversos asuntos, v.gr., que el sexo es solo para procrear.

Para más guasa, preside las Cortes un procurador de Vox, Carlos Pollán, cuya formación recela de los parlamentos regionales y que manifiesta que, si la matemática parlamentaria se lo permitiera, les prendería fuego a todos.

Cuando a uno lo eligen presidente de un parlamento autonómico debe distanciarse del debate político, guardarse para sí sus ideas, y mantener una postura estrictamente institucional. El presidente es quien debe prestar amparo a los parlamentarios, con independencia del partido al que representen. Pero resulta que Pollán hace lo contrario, y aprovecha las redes sociales para arremeter contra Igea. En fin, un disparate.

A mayores, García-Gallardo acostumbra a lanzar insultos por lo bajini cuando el orador se halla en la tribuna, quizás para confundirlo y sacarlo de sus casillas y que estalle, como ocurrió con Igea el martes y con Pablo Fernández el miércoles.

Cochiquera, macarra, imbécil, autócrata, presunto delincuente, niñato, que se jodan, show, pocilga, pijo de ciudad…, son algunos de los términos y expresiones que se escuchan últimamente en las Cortes de Castilla y León. La imagen que unos y otros están dando de la institución es triste y penosa.

Castilla y León no salía antes en ningún telediario. Ahora es raro el día en que algún medio de comunicación nacional no se hace eco de lo que sucede aquí. Pero la imagen siempre es negativa, de broncas, insultos y ventosidades diversas. Entre unos y otros están convirtiendo el parlamento autonómico en una zahúrda.

Pagamos sueldos millonarios a una ristra inacabable de políticos y a sus desmesurados séquitos para que nos monten un circo cada semana. Es para correrlos a gorrazos, tú.