La Ley concursal sirve para aupar al Supremo a la actual Fiscal General, que pasó de diputada del PSOE a ministra y, sin solución de continuidad, a Fiscal General, toda una carrera política que consolida una carrera profesional de segunda línea y que denota una falta de respeto a la división de poderes.

Los carteles contra los jueces, pagados con fondos públicos, en los que se adjetiva a los magistrados como machistas, es una nueva demostración de la falta de sensibilidad con la división de poderes. Adviértase que esta actuación está enmarcada con la defensa y/u ocultación de la investigación por encubrimiento de delitos de violación, prostitución y corrupción de menores a Mónica Oltra, defendida por la izquierda de forma vehemente y criticando a esos jueces que la someten a la Ley.

Alterar unilateral, personal, sin explicación, apoyo o cobertura, más allá de la decisión personal, de la política nacional en el Sáhara y de confrontación con Argel, demuestra la falta de respeto, la mentalidad y el modo totalitario de actuar de nuestro presidente del Gobierno.

La falta de medidas de prevención de riesgos económicos, sociales, jurídicos y sanitarios, frente al covid19, frente a la guerra, frente a la falta energética o abastecimiento…. que dejan a los ciudadanos desprotegidos y que se solventan con una reducción de los derechos fundamentales, señalada por el Tribunal Constitucional, implementar créditos sin rebajas de impuestos, bonificaciones sin reducir la presión fiscal y medidas que jamás afectan a la clase dirigente, que están generando inflación, desigualdad, mientras se eliminan los controles de trasparencia (criticábamos el plasma de Rajoy y pasamos al plasma con control de preguntas de Sánchez), se utilizan las normas sanitarias para colocar cargos políticos, gestionar sin control, reducir la libertad de expresión y minimizar las críticas al gobierno…. Podríamos estar así durante un largo rato dejando sobre la mesa medidas, actuaciones o la falta de estas que, no sólo sirven para el diseño de un control social y una perpetuación en el poder, manifiestamente antidemocrático, sino que conforman un modelo de alteración estructural de la democracia, rebajando la calidad de la democracia española a niveles alienadores.

La utilización de normas preestablecidas para un concreto ámbito de actuación está sirviendo para introducir modificaciones, regulaciones o cambios en otros ámbitos para los que no están diseñadas con el fin de ocultar las auténticas intenciones, ha sido repudiado por los controles constitucionales, pero cada día se utiliza más en lo que no sólo supone una irregularidad, sino un claro caso de piratas y/o filibusteros institucionales y políticos.

El régimen del 78 que se diseñó ab initio, con todos sus defectos, mantenía un sistema democrático de control al poder sobre el fundamento de estructuras de accountability, transparencia y contrapesos que permitían el desarrollo de una democracia de calidad, que en lugar de  impulsarse en la senda del fortalecimiento, crecimiento e incremento de los controles al poder, desde el primer mandato de Felipe González (PSOE), cursó por los caminos de, paulatinamente, desmontar los modelos de sometimiento del poder, reforzando un modelo diferente del creado, parlamentario, para ir construyendo uno de carácter presidencial del que había huido la Constitución.

La izquierda estatalista y/o planificadora, diseñada y desarrollada en España por el PSOE con sus distintos partner, se acabó convirtiendo en aquella que no sólo desmontó los modelos de planificación que toda sociedad moderna precisa (planes energéticos, hidrológicos, de seguridad, sanitarios, estratégicos de defensa, etc.) convirtiéndose además en exigentes de una fe en el líder propio, sino en aquella generadora de un modelo constitucional muy débil, baja calidad, defensor del poder y no controlador del mismo, así como propiciador de un cesarismo lejano de la realidad de los ciudadanos y muy próximo al totalitarismo desarrollado en el ámbito hispanoamericano por los regímenes totalitarios de la ultra izquierda dictatorial que admiran.

La democracia, la dignidad, el progreso, la libertad no son atributos de la izquierda, ni de la derecha, sino de aquellos que con su actuación demuestran defenderlos. Ya está bien de mantras falaces y ladinas actuaciones de unos políticos que no sirven, sino que acuden a servirse.