Lo que nos faltaba, después o todavía durante la pandemia, surge la guerra provocada por Putin contra Ucrania. Un conflicto que puede extenderse y que ya está suponiendo el dolor y el sufrimiento del pueblo ucranio, y también y de forma directa del ruso y más indirectamente de los limítrofes y de todos los europeos, e incluso de los mundiales. Una guerra que obedece al belicismo de un dictador y que es contraria a todos los principios básicos de la Paz Universal y de los derechos humanos.

Dicho todo esto, viene a mi memoria un episodio en el que participé con protagonistas ucranianos, como fue una boda donde oficié como concejal de un pueblecito de la sierra norte de Madrid, antes denominada “sierra pobre”, llamado Redueña y donde había aterrizado por casualidades de la política.

Fue en el año 2016 y los contrayentes eran una súbdita ucraniana llamada Iryna, y el novio, mi sobrino, hijo de una cuñada. Todo se desarrolló de acuerdo con lo previsto y en mi intervención incluí unas palabras en ucraniano, en honor de los familiares de la novia que habían venido de su país. Eran las usuales en estos casos y, naturalmente, agradaron a los oyentes ucranianos.

Posteriormente, en la celebración, la madre de la novia contenta y satisfecha nos cantó una bella canción típica de su país que luego la novia me tradujo. Hablaba de un amor bucólico y de los sentimientos de una pareja: “La joven fue por agua al pozo y sus dulces ojos eran azules y brillantes como las estrellas. Se abrazaron y besaron hasta el alba ¿Qué hacer?: amar, amar o irse

Los vi, como es lógico, felices y entusiasmados. Eran gente cariñosa y muy amable. Por eso, ahora que están sufriendo por el capricho de un tirano siento tremenda pena. Sin que además sepan, ni sepamos, muy bien por qué ni para qué. Y así hay miles de familias, destrozadas y hundidas, huyendo en cifras millonarias del horror de la guerra.

Sin duda, no sólo el amor, LYUBOV en ucraniano, está siendo dañado y atormentado, al igual que las familias (SIM'YI), se desmiembran y sufren con amargura mientras, las madres (MATERIV) y los padres sienten todos un dolor inmenso.

Ojalá pronto acabe este sufrimiento y volvamos a darnos la enhorabuena (VITAYU) y abrazar a los ucranianos como hermanos (BRATIV I SESTER), sin rencor y resentimiento para nadie.

Mientras tanto, sólo nos queda esperar que este nuevo Hitler no tenga muchos seguidores, para que los hijos de Putin, como los denominó Felipe González, no crezcan y más pronto que tarde desaparezcan, para que no haya más sangre ni muertos.

Creo que es lo que todos, o casi todos, deseamos. Como dije aquel día de la boda, que vuelva la felicidad y poder darnos pronto unas alegres muchas gracias (VELYKE SPASYBI).