Cuando el escrutinio superaba ya el 90%, el presidente de la Junta en funciones y candidato del PP a revalidar el puesto, Alfonso Fernández Mañueco, comparecía para valorar los resultados de las elecciones autonómicas de Castilla y León. “El PP ha ganado las elecciones”, sentenció sin demasiada convicción.

Sus declaraciones resultaron excesivamente previsibles. Sin quitarle la razón (objetivamente el PP ha sido la fuerza más votada), lo cierto es que se trata de una victoria pírrica. Un triunfo con más amargores que dulzuras, que consiste en dos exiguos procuradores más frente a los 29 que logró en las autonómicas de 2019.

Los 31 procuradores que ha conseguido ahora quedan muy lejos de la mayoría absoluta de 41 que se precisa para gobernar en solitario. Por tanto, su única opción para mantener el cargo es pactar con Vox. Dadas las circunstancias, no parece que en los planes de Mañueco esté la convocatoria de nuevas elecciones, una posibilidad que había sugerido en Madrid el secretario nacional de su partido, Teodoro García Egea. Repetir las elecciones podría hacer más grande aun el socavón.

El problema es que PP y Vox son primos hermanos y, en gran medida, se disputan el mismo territorio ideológico. El líder de Vox, Santiago Abascal, sabe que el futuro de su partido pasa por propinar al PP todas las dentelladas que pueda de aquí a las próximas elecciones generales. Por tanto, una futura coalición de gobierno en Castilla y León beneficiaría más a Vox que al PP.

Así, ante la disyuntiva de el PP o yo, parece que Alfonso Fernández Mañueco ya ha elegido la suya. Esto es al menos lo que se desprende de sus primeras declaraciones, en las que manifestó que tratará, mediante el diálogo, de conseguir “un gobierno estable”. Numéricamente, ese gobierno presuntamente estable solo es posible con Vox.

Ayuso juega por libre

¿Aceptarán Pablo Casado y Teodoro García Egea dicha alianza? Habrá que verlo. Porque un gobierno de coalición con Vox en Castilla y León perjudicaría enormemente las aspiraciones nacionales de Casado. Sería regalarle pólvora dialéctica fácil al socialismo de Pedro Sánchez.

¿Qué opinarán sobre este pacto presidentes autonómicos como Alberto Núñez Feijoo o Juan Manuel Moreno Bonilla, que abogan porque el PP se expanda hacia el centro político como único modo de lograr un triunfo futuro? Otra gran incógnita.

En medio de todo el tinglado, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que juega por libre. Ayuso expuso en una de sus comparecencias en Castilla y León lo que Mañueco no se había atrevido a explicitar: “Prefiero un pacto con el partido de Ortega Lara que con quienes lo secuestraron”.

Las tensiones internas en el PP nacional no han pasado desapercibidas para los analistas en la campaña electoral. La presencia de Pablo Casado, con sus fotos pastoriles, los remolachazos y demás, no parecían muy del gusto de Fernández Mañueco. Muchos en el PP consideraban que Casado en vez de sumar, restaba, cuantas más apariciones públicas suyas, peor.

Mañueco habría preferido que Isabel Díaz Ayuso se hubiera prodigado más en Castilla y León. Pero Teodoro García Egea no estaba por la labor, por el temor a que eclipsara a su jefe, Casado. Sorprende que en algún mitin ni siquiera se la dejara intervenir. Solo cuando las encuestas certificaban a un PP en caída libre respecto a las expectativas iniciales, se tiró de Ayuso in extremis. Pero ya era tarde.

Las elecciones autonómicas adelantadas en Castilla y León han servido paradójicamente al PP para poner frente al espejo sus contradicciones. La victoria que ayer anunciaba Mañueco, amarga victoria, acabará teniendo consecuencias nacionales en el PP. Un plebiscito nacional que cobrará a la postre unos derroteros muy distintos a los que Casado y Egea preveían.

Las lágrimas de Tudanca

En el lado opuesto, el líder socialista Luis Tudanca, quien, con lágrimas en los ojos, abría la puerta a su posible marcha. La política es implacable cuando no hay resultados. Tudanca ha hecho un gran esfuerzo en los últimos años, pero en vano. Los escaños se le han esfumado en Soria y en León sobre todo, feudos socialistas.

En Soria porque esa marca blanca de la izquierda que algunos dicen que es Soria Ya se le ha ido de las manos y se ha convertido finalmente en un boomerang contra el propio PSOE. En León, por los vaivenes leonesistas del Ayuntamiento de la capital leonesa y de la Diputación, en ambos casos con gobiernos socialistas. El beneficiario de esta deriva leonesista, la UPL de Luis Mariano Santos Reyero, que vuelve a tener tres representantes en las Cortes de Castilla y León como en sus mejores tiempos.

De poco le han servido al PSOE las encuestas del CIS de José Félix Tezanos, que, tal como hemos visto, más que retratar la realidad, trataban de condicionarla.

En cuanto a Ciudadanos, lo que se preveía. Los 12 procuradores de 2019 se quedan ahora en 1, en la persona de su candidato a la Junta, Francisco Igea, cuyo papel en el nuevo parlamento será absolutamente intrascendente, igual que el de Pablo Fernández, líder regional de Podemos.

Mañueco ha hecho un pan como unas tortas, sí, no sólo para él, también para el PSOE, Ciudadanos y Podemos. Vox, UPL y Soria Ya son los verdaderos triunfadores de estas elecciones anticipadas que han puesto a Castilla y León en el centro de la política española.