Yolanda Díaz Pérez es la nueva diva de la izquierda española. Una especie de Margaret Thatcher en rojo con acento gallego. Arribó a Madrid en 2015 surfeando sobre las olas de las mareas galaicas impulsadas por Podemos. Y ha permanecido en un segundo plano hasta el “dichoso” día en que Pablo Iglesias abandonó el Gobierno para disputar a Isabel Díaz Ayuso la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Pertrechada de una sonrisa lagarta, sus formas suaves y su voz acaramelada confundieron el instinto político de Iglesias, quien se apresuró a señalarla como sucesora y nueva líder de la parte minoritaria del ejecutivo de coalición. Fue así como acabó donde está hoy, en la vicepresidencia segunda del Gobierno de las Españas, desde donde maniobra para liderar la “esquinita” de la izquierda a la que no llega el PSOE de Sánchez.

Iglesias habría preferido dejar al mando a Irene Montero, pero no se atrevió a tanto después de sus críticas a casos precedentes, como el de Aznar y Ana Botella. Además, los matrimonios amasando cargos públicos molestan a la parroquia. Y a la larga acaban produciendo a los partidos más perjuicios que beneficios, como bien pudo comprobar el propio Iglesias en sus carnes.

Ni Iván Redondo

Sin pretenderlo, Pablo Iglesias sirvió a Pedro Sánchez en bandeja de plata la que será su gran baza electoral para los próximos comicios generales. Un plan que ni Iván Redondo habría imaginado en el más retorcido de sus delirios.

Puesto que una mayoría absoluta en el Congreso es, hoy por hoy, un espejismo inalcanzable para el PSOE (también para el PP), Sánchez necesitará los escaños que rente la “esquinita” para seguir en el cargo. Y ahí estará Yolanda Díaz, con su sonrisa forzada y su vocecita de no haber roto un plato.

Así pues, Díaz se ha convertido en un producto de última hora de la ‘factoría Sánchez’, cuya intención oculta sigue siendo rebajar la influencia jacobina de Podemos en la izquierda española. “Siempre hemos sabido que el gran objetivo del PSOE es destruir Podemos”, nos susurra un importante dirigente morado.

Con Yolanda Díaz, Sánchez tiene ahora algo de lo que carece Pablo Casado, que solo cuenta hacia su izquierda con una diosa crepuscular: Inés Arrimadas. Por la derecha, Casado mira en corto y teme a Díaz Ayuso, obviando que su verdadero peligro está más allá, en el cortijo extremista de Rocío Monasterio y Macarena Olona.

Portadas burguesas

Yolanda Díaz necesita muchos apoyos para mantener el tipo. Sabe que su “esquinita” de la izquierda extrema es demasiado angosta para sus fines, y se ha lanzado a buscar votos transversales. De un comunismo castrista a un socialismo de Armani.

Pero, a pesar de su pose mansa, de su discurso aterciopelado, en el fondo de su corazón siguen anidando las ideas del colectivismo, la intervención estatal, la regulación extrema de todo, etc., como esa Agencia de Empleo que pretende crear ahora obligando a las empresas a pasar por su aro.

Existen empresas privadas que gestionan perfectamente las búsquedas de empleo (Infojobs, Randstad, Indeed, Jobtoday…). Pero la solución mágica de Yolanda es la de siempre: seguir malgastando el dinero público en estructuras inútiles, de costes astronómicos, para colocar a amiguetes y demás.

Por pura conveniencia personal, atempera ahora sus gestos, protagoniza portadas burguesas con vestidos ceñidos de cuero y así. Pero no conseguirá que se olvide fácilmente su perfil de Thatcher inversa. Tras el disfraz de niña bien, sigue la comunista antañona de ideas antieconómicas y perniciosas para el empleo. Y quien perjudica la economía, no hay que olvidarlo, acaba lesionando también lo social.