Castilla y León

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Opinión

Ni toros, ni regocijos

5 septiembre, 2020 10:15

Por aquello de que las desgracias nunca vienen solas, a la catástrofe de la pandemia del Covid-19 se están uniendo, o son su consecuencia, multitud de desastres que asolan nuestro maltratado solar patrio. Hacer balance de tantas desgracias resultaría reiterativo y deprimente, pero hay, entre todas ellas, una que está dañando de forma especialmente cruel, me refiero al sector taurino, en el que las suspensiones de festejos lo están llevando a su práctica paralización total.

Todo ello repercutirá, ya lo está haciendo y muy gravemente, en las economías, muchas de ellas muy modestas, de la mayoría de sus protagonistas, en zonas, además, como es donde se cría el toro de lidia, de escasa población y muy pocos recursos.

En mi tierra salmantina, donde las dehesas son oasis de paz para el ganado de lidia, sus cuidadores pasaran pronto necesidades porque su producto esencial, como es el toro bravo, no encuentra otra salida que el matadero. Triste y ruinoso final para quien ha sido criado con mimo y notorio esfuerzo para su heroica lucha en la plaza de toros. Raúl Galindo, torero y ensayista, decía no hace mucho en nuestro Senado, citando a Ortega y Gasset “que no se torea para matar, se mata por haber toreado”. Ahora cientos de toros irán, ya están yendo, al desolladero, sin pisar el coso taurino.

Y sin adentrarnos en algo sobradamente conocido, también en el mismo Senado, Javier Fernández, veterinario de Las Ventas, señalaba que “la vida del toro de lidia durante el 99,81% de su vida es de mejor calidad en cuanto a bienestar animal se refiere, en comparación con la de cualquier otro animal”.


O sea, todo ello constituye un esfuerzo inútil cuando los espectáculos taurinos han dejado de celebrarse para ruina de tantas personas y desilusión de quienes como aficionados hemos de vernos privados de los mismos. Y claro, se me dirá que hay motivos más que suficientes y precedentes que justifican esta desolación.

Sin embargo, sobre estos últimos, viene a mis manos un antecedente del estudio realizado por el exalcalde de mi Ciudad Rodrigo y a la postre historiador Juan Tomás Muñoz, que ha descubierto en su trabajo sobre el Carnaval del Toro Mirobrigense, que precisamente en 1737 el Alcalde Mayor y el Gobernador de la Plaza para “divertir al pueblo y sus moradores i desterrar en parte la melancolía originada de tan repetidas enfermedades que se han padecido y se están padeciendo”, se organizó una corrida de novillos con dicho fin.

Ahora es al revés, se suspenden los festejos taurinos para entristecernos más aún y volvernos más melancólicos, aunque quizá para regocijo de los animalistas antitaurinos, que se estarán frotando las manos con la ilusión, esperemos que sea vana, de que las prohibiciones se perpetúen.

Pero lo que está cada vez más claro es que la reacción de los poderes públicos debe servir, al menos, si no para organizar festejos para atenuar los males y quebrantos que se están produciendo, no sólo en el campo sino también para los cientos de miles de profesionales que viven honestamente de la Tauromaquia.

Lanzar ideas al respecto puede resultar ilusorio, al igual que las críticas desaforadas que se están produciendo, pero al menos debe exigirse que las ayudas al mundo de la cultura incluyan, como debe de ser, al mundo taurino, cuya actividad dentro y fuera de la plaza está reconocido por ley, Patrimonio Cultural de nuestro país.