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Opinión

Otra forma de hacer las cosas. Si, se puede

9 septiembre, 2019 13:54

Es vergonzosa la película que nos están ofreciendo nuestros políticos, tanto de un lado como del otro, en la que los únicos que ganan son ellos y los que, como siempre, perdemos los “perritos sin alma”.

La izquierda, que ha tenido una victoria pírrica y ridícula, intentado alargar el tiempo para ganar adeptos y colocarse en una posición mejor; la extrema izquierda engreída, inepta para negociar, mononeuronal, para alcanzar un sillón, empeñada en ellos.

La caterva de radicales independentistas e insolventes mentales de la periferia, o comen anchoas o miran la luna, llorando por un sueldo del Estado que denigran.

En el centro izquierda, ya no saben si suben o si bajan, se marchan unos, se engolan otros, como buenos tahúres negocian lo que no negocian, se sientan con quien no se quieren sentar y, finalmente, intentan cazar un voto de derecha, otro de izquierda y, entre tanto, se desangran políticamente por falta de rigor.

La derecha, empeñada en ser oposición y en consolidar su sillón en pos de que gobierne una izquierda que nos arruine para, después, ellos, ganar y decir que ellos nos sacan de la ruina, con nuestro esfuerzo. Y no se les cae la cara de vergüenza, juegan con nuestro pan para solucionar el suyo, unos capeando el temporal de la corrupción y los otros envolviéndose en una bandera que es de todos y ellos no saben defender, en un discurso de enardecimiento para el que ellos no tienen mistos con los que encender, cargados, siendo cariñoso, de personajes con sendas delictuales e incapaces mentales, eso sí, muy engolados y vanidosos.

Ni estas castas tienen vergüenza, ni tienen un proyecto de futuro que ofrecer que no sea el esfuerzo, el sacrificio y el sufrimiento de los ciudadanos.

Cuándo serán capaces de entender que ellos no son más que los gestores de nuestros servicios, de nuestro dinero, de nuestro futuro y, en cualquier caso, de lo que es nuestro y que “deberían” (¡ojalá!) de rendir cuentas de su gestión y responder de su incapacidad o negligencia. Hasta ahora, unos y otros, se han dedicado a apañar sus sueldos, sus futuros y dilapidar los nuestros; unos, solucionan nuestros problemas incrementando el gasto, aumentando los gestores, subiendo los impuestos y, los otros, recortando los servicios, reduciendo las prestaciones y no se aplican la austeridad, los recortes o las reducciones a ellos que, en todo caso, siguen en el machito lucrando muy por encima del trabajo que realizan.

Para cuándo entenderemos que se trata de reducir chiringuitos, minorar el gasto político, someter la sangría económica a nuestras necesidades y los servicios que precisamos reduciendo gestores, políticos y trabajadores públicos no necesarios y, con ese ahorro, incrementar los servicios, paliar los problemas de los necesitados y bajar los impuestos que permitan incrementar la inversión, mejorar la competitividad y generar empleo de calidad. Se trata de gastar en el ciudadano lo que el ciudadano aporta a la gestión pública y no llevárselo los gestores, como negligentes y administradores desleales, en su propio beneficio.

La izquierda resuelve el problema de los gastos con incrementos de impuestos, la derecha con una gestión reductora del gasto ciudadano, pero es posible reducir los gastos de la política y la gestión para, bajando los impuestos, devolver al ciudadano, en servicios, lo que pagamos.

Alguno dirá que esto es populismo, otro que es fascismo, otros que es idílico, pero muy pocos serán capaces de, con rigor y seriedad, decir que la fórmula no es correcta, pues para ella sólo es precisa honradez, trabajo, rigor y solvencia profesional, todo aquello que les falta a todas las cúpulas dirigentes de nuestros políticos en la actualidad, que se dedican a servirse sin servir, a actuar como trúhanes trileros para, al final, sólo ganar ellos y perder los ciudadanos.