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Cultura

Una exposición "de prestigio internacional" para el Museo Patio Herreriano

14 marzo, 2018 17:07

La Capilla del Museo Patio Herreriano ha presentado la exposición de cuatro gigantes esculturas de Francisco Leiro, escultor de renombre internacional, con un gran trabajo a sus espaldas desde los años 80, siendo uno de los artistas españoles que ayudó al cambio de dirección del arte nacional treinta años atrás.

La concejala de Cultura y Turismo de Valladolid, Ana Redondo, ha destacado que se trata de una “escultura fabulosa, muy naturalista, que rompe con la coherencia como contrapunto, entre lo real y lo imaginario”, además de agradecer la presencia del artista, “uno de los grandes escultores internacionales”, siempre a caballo entre Nueva York y España, "luchando siempre por la libertad del arte" . “Transmite mucha fuerza”, ha añadido.

Francisco Leiro ha matizado que el poder exponer en la Capilla del Patio Herreriano, debido a sus dimensiones y su gran atractivo, le permite mostrar en toda su expresión las cuatro esculturas elegidas: "La Capilla del Patio Herreriano me permite jugar perfectamente con las escalas como quería, parece que las esculturas están hechas para ser expuestas aquí, parecen grandes héroes". "Hay que acercarse al arte y disfrutarlo", ha sentenciado.

Las esculturas que se exponen son las siguientes:

Meat market (2019). Cedro. 350 x 150 x 130 cm

Se trata de un homenaje a los empleados del extinto mercado de la carne en Chelsea, Nueva York. Es muy formalista en la pose y en la fuerza del personaje, muy clásica. El mandil que le cubre las piernas convierte al personaje en un poderoso volumen frontal que se prolonga en el torso. Mientras con la mano izquierda sostiene un machete lleva la mano derecha al hombro izquierdo para cargar sobre la espalda un cerdo abierto en canal. El gesto de la mano con el machete podría recordar al Perseo de Benvenuto Cellini. Todo pretexto permite profundizar en un tema para abordar los retos que impone la escultura.

Bouzas (2009). Madera de chopo teñida. 400 x 177 x 91 cm.

Es un homenaje a los trabajadores de los astilleros de Bouzas. En este caso es un soldador. Posee también algo de monumento, tal vez por las dimensiones. En todas las figuras de gremios o de oficios aparece un tratamiento formal que lo acerca a lo monumental, a una cierta escala monumental que queda rebajada a través de la temática de lo cotidiano.

Mariscador. (2011). Madera de cedro y hierro. 350 x 140 110 cm.

Representa a un mariscador de la Ría de Arousa. Es muy importante la ropa en mi obra de los últimos años. En este caso se trata de la ropa que usan los “mariscadores de a pie”. El hombre aparece blandiendo un “raño”, que se utiliza para recolectar almejas y berberechos. A nivel formal destacaría la composición del sujeto y el objeto o instrumental.

Afrodita (1997) Pino amarillo pintado. 365 x 287 x 366 cm.

Se sale fuera de esa línea. Fue una obra que realicé a mediados de los noventa (1994) y formaba parte de una exposición sobre los géneros que inauguré en la galería Marlborough de Nueva York en 1997.  Se trata de una fantasía con zapatos que tienen tres tacones y con una gran cola de plumas que podría evocar los carnavales de Brasil o a una “drag queen” de las Islas Canarias.  El propio título de la obra ya denota que se trata de una ironía. El humor tiene la función de poner límites a lo que pudiera parecer grotesco a algunas sensibilidades y de este modo se desvía cualquier discurso sobre la belleza.