El origen americano de la leyenda urbana de Ricky y ‘Sorpresa, sorpresa’

El origen americano de la leyenda urbana de Ricky y ‘Sorpresa, sorpresa’

Televisión

El origen americano de la leyenda urbana de Ricky y ‘Sorpresa, sorpresa’

Surgió en los años 80, y en Australia se cuenta con un caballo y un terrón de azúcar

30 abril, 2018 13:18

La pasada semana en Liarla Pardo se habló sobre fake news, y recordaron una de las mayores leyendas urbanas de España protagonizada por una persona famosa: la de Ricky Martin en Sorpresa Sorpresa, cuando él fue el presunto sorprendido al encontrarse a una fan que usaba a su perro Ricky con fines sexuales.

Este bulo surge en España en 1999, cuando comenzó a asegurarse que en el programa Sorpresa, Sorpresa, el artista portorriqueño había querido sorprender a una admiradora, y que la esperaba escondido en el armario. Siempre, según el testimonio del amigo de un amigo que lo habría visto (o que lo tendría grabado) la historia continuaba conque la chica llegaba a su casa, se desnudaba y se untaba en sus genitales mermelada (o paté, o crema de cacao), según la versión, y que llamaba a su perro Ricky para que lo lamiese.

Pese a que era un programa de gran audiencia, nadie negó que eso sucediese, y cuando en el fin de semana se repitió el programa muchos estuvieron atentos a sus pantallas esperando ver el momento, que nunca sucedió. Tal como recogió el programa de laSexta, Antena 3 tuvo que desmentir la información, que llegó a ser investigado por la Fiscalía del Menor.

"Hemos sido víctimas de un bulo. Nos han atacado en una especie de locura colectiva. Un ataque en el que se hablaba de algo que nunca ocurrió y de protagonsitas que nunca han existido. Todo es mentira", decía Concha Velasco, la presentadora de Sorpresa, sorpresa, una semana más tarde.

Pero aquello se quedó en la cultura popular debido a que tenía todos los ingredientes: hechos creíbles y conocidos (pero extraordinarios), protagonizado por personas normales, y narrados por personas que lo cuentan de un modo creíble porque piensan que son reales, Se apunta que el origen del rumor pudo ser a través de una llamada a un programa de radio, pero lo curioso de esta leyenda urbana es que en Estados Unidos y Canadá llevaba años contándose, aunque con otros protagonistas.

La leyenda apareció en un libro de 1999 con el perro Rex

De hecho, el folclorista Jan Harold Brunvand la recogió en su libro ‘El fabuloso libro de las leyendas urbanas: Demasiado bueno para ser cierto’, que vio la luz en Estados Unidos en 1999, el mismo año que llegó aquí la historia de Ricky.

En su obra, Brunvand recoge cartas de revistas y periódicos entre 1981 y 1993, y una de ella habla de cómo las amigas de una mujer guapa y soltera le organizan un cumpleaños sorpresa y se esconden en el sótano de casa de ésta, esperando que llegue del trabajo. Como una de ellas había cuidado del gran danés de la homenajeada, el perro no se sobresaltó con la visita, así que su dueña no sospechó nada al llegar.

Cuando regresó a casa se dio una ducha, y al salir acudió al sótano a llamar a su perro, Rex, que acudió a la voz de su dueña, y tras él fueron todas las amigas. El final era de esperar: se encontraron a su colega desnuda, embadurnada de mantequilla de cacahuete, mientras el perro le lamía la crema.

En Australia se cuenta con un caballo y un terrón de azúcar

Existen multitud de variaciones al respecto, según la zona en la que se cuente.La protagonista puede ser una mujer que pronto va a casarse, una enfermera, una empleada de banco, o incluso un hombre. Los organizadores de la fiesta la esperarían en el sótano o en el salón (aunque nunca en un ropero), y el can puede responder al nombre de Lucky, Chief, Kippy o Skippy. Y también hay variaciones sobre qué se huntaba la dueña: paté, mermelada, crema...

De esta leyenda urbana, conocida como ‘The Lap Dog’,hay constancia que ya se narraba en Canadá a principio de los años 90, y a través de Internet comenzó a circular en 1994. Incluso, existen versiones más barrocas: en Australia se cuenta pero no con un perro y paté, sino con ¡un caballo y un terrón de azúcar!