Imagen del 'trailer' de 'Val', el documental de  Val Kilmer.

Imagen del 'trailer' de 'Val', el documental de Val Kilmer.

Bluper Aguántame las palomitas

Kilmer, en carne viva

El documental 'Val' no se anda con concesiones ni condescendencias y traza un crudo retrato del actor.

23 mayo, 2022 01:23

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Reconozco que he visto Val, el documental sobre Val Kilmer que acaba de estrenarse en Filmin, porque todo el mundo (cuando digo “todo el mundo” quiero decir en realidad “varios amigos”) me lo habían recomendado. No es el documental que yo habría elegido ver por varias razones, pero básicamente por dos: no soy muy fan de Val Kilmer y soy hipocondríaca.

Ver a Kilmer hoy en día hablando con dificultad mientras pulsa un botón en su garganta para poder hacerlo deja una sensación de tristeza y desasosiego difícil de sacudir. Resulta perturbador reconocer en él al Iceman guaperas de Top Gun o a aquel Jim Morrison, casi más Morrison que el propio Morrison. La cinta no se anda con concesiones ni condescendencias y traza un crudo retrato del actor, como si de unos votos nupciales se tratara, tanto en las alegrías como en las penas, en la salud y en la enfermedad.

Refugiado en la fe, la familia y el arte, Kilmer sigue recuperándose del cáncer de garganta que, irremediablemente, divide en dos, el antes y el después, tanto el documental como su vida. Aunque ambas partes se entrelazan en la cinta, es inevitable ser consciente de la diferencia y acusarla. Y es sorprendente comprobar que toda esa vida esté filmada. Videos caseros de su infancia se entremezclan con los posteriores grabados por él mismo y las escenas de las propias películas, para constatar de manera casi hiriente que la vida pasa, implacable, y deja cicatrices: de la muerte temprana de un hermano a un divorcio, de la ruindad de un padre a la pérdida de la madre, de la juventud y el éxito a la enfermedad y la decadencia.

Fotograma del documental 'Val'.

Fotograma del documental 'Val'.

Val Kilmer se muestra abierta y honestamente, en toda su vulnerabilidad, y creo que es eso precisamente lo que le da un valor extra a la cinta: la sensación de que no ha pretendido con ella proyectar una imagen calculada para provocar una reacción concreta en el espectador. Podría ponerme estupenda y hablar de “desnudo” y de “verdad”, pero es que se empieza así y se acaba diciendo “delicioso” e “imprescindible” y eso sí que no.

A mí me ha servido para descubrir a un personaje que hasta ahora no me había entusiasmado demasiado, quizá por lo errático de su trayectoria o porque nunca me pareció el más guapo de la clase (o me parecía serlo exageradamente). Lo malo es que ha sido a cambio de una bajona importante, porque no es éste un documental apacible o liviano, al revés, es descarnado y áspero. Incluso los momentos de humor, que los hay y son por su parte, resultan áridos. Y es que a poca humanidad que tenga uno no puede evitar sentir algo bastante parecido a la compasión por un Val Kilmer que es apenas una sombra de aquel disparatado e irresistible Nick Rivers, pero al que no le falta ni un ápice de dignidad.