Telecinco y su obsesión por hacer famosos a personajes que no interesan

Telecinco y su obsesión por hacer famosos a personajes que no interesan

Bluper UN EXTRAÑO MISTERIO

Telecinco y su obsesión por hacer famosos a personajes que no interesan

Varios nombres se pasean por los diferentes espacios de la cadena con ansias de fama pese al rechazo manifiesto del público.

31 enero, 2022 09:20

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El espectador lo tiene claro: hay personajes que nos lo meten por los ojos con calzador. Son varias las caras habituales de la pequeña pantalla que manera aparentemente inexplicable poseen una notoria presencia en los diferentes platós de televisión. Un fenómeno que tiene su mayor exponente en Telecinco y que gran parte de la audiencia no logra comprender. ¿Qué lleva a una cadena o productora a insistir en mostrar a un personaje que cuenta con la animadversión y el desinterés del público? Es una cuestión difícil de analizar en la que entran en juego factores que se escapan al entendimiento del espectador medio. 

Jonathan, hermano de Cora -concursante de Secret Story-, es uno de los últimos exponentes de este fenómeno. Un joven ruidoso, desagradable e irrespetuoso que han hecho desfilar por casi todos los platós de la cadena de Fuencarral. Si bien es cierto que en un primer momento pudo resultar cómica la manera en la que erupcionó en el plató del reality show por la sorpresa que provocó entre los allí presentes, una vez sorteado ese golpe de efecto tan solo queda el ver a un tipo que interrumpe el ritmo del programa. Unas salidas de tono que no solo no resultan graciosas, sino que provocan situaciones delicadas con un tipo que parece que esté a punto de estallar. 

Jonathan Vaquero en su estreno televisivo junto a Carlos Sobera.

Jonathan Vaquero en su estreno televisivo junto a Carlos Sobera.

Pese a las críticas y que la presencia de este particular joven no ha repercutido positivamente en los datos de audiencia, los diferentes programas de Telecinco se empeñan en invitarle a estar. Presencia que vistas desde fuera tiene más visos de originar polémicas negativas que subidones de audiencia. Pese a esta innegable realidad, cabe apuntar que los personajes 'incómodos' no siempre invitan a que el espectador cambie de canal. Y así lo demuestran varios ejemplos de sobra conocidos. Aída Nízar se convirtió a comienzos de los 2000 en el estandarte de este tipo de personajes televisivos, una mujer que no caía bien a la inmesa mayoría de la audiencia pero que, sin embargo, acaparaba la atención del espectador cada vez que salía por la televisión. Una 'villana necesaria' a la que odiar que sabía hacer muy bien su papel, pese a que el fragor de la batalla protagonizó algún que otro revalón con el que sobrepasó los límites. 

La figura del 'malo necesario' ha sido, y sigue siendo, muy valiosa. O sino que se lo digan a Kiko Hernández, que pese a no ser muy querido por la audiencia cuenta con un magnetismo innegable que le ha valido para mantenerse en la tele. Una tiranía cuestionable moralmente hablando, pero que resulta atractiva en un juego mediático que está basado en el conflicto. 

Aída Nizar, una de las mejores 'villanas' de la televisión reciente.

Aída Nizar, una de las mejores 'villanas' de la televisión reciente.

Si Kiko y Aída pertenecientes a un grupo de 'buenos villanos', otros nombres como los de Rafa Mora, Suso o Kiko Jiménez pertenecen justo al contrario. Colaboradores habituales que beben de la escuela de otros como Matamoros o Hernández, pero que no cuentan con las cualidades para enganchar al público. Personajes que carecen de interés y que la audiencia no reclama ver en ningún programa, inclusive cuando tratan de airear sus trapos sucios frente a los espectadores. Un hecho que les impide a que cada tarde y noche los veamos sentados en el banco de colaboradores. Un efecto que no resulta nada agradable para los televidentes, que reciben con desagrado la presencia de un personaje que nadie sabe porqué está ahí.

Los malos de manual, tiranos con gracia y personalidades ácidas que sacan de quicio al de enfrente, tienen su razón de ser el circo televisivo que hace de su materia prima el escarnio público. Labor para la que hay que contar con una pasta especial que muchos se empeñan en tener pero que jamás conseguirán pese a una constante exposición mediática. ¿Prueba error o intreses desconocidos detrás de personajes anodinos? Esa es la cuestión que se escapa del conocimiento de la crítica. No sabemos si los responsables de que estas personas continúen en televisión prolongan su estancia para ver si finalmente, y a fuerza de insistir, resulta beneficiosa su presencia. O que por el contrario existen otros compromisos que no se pueden hacer tan públicos y que darían respuesta al misterio. Un negocio que se maneja detrás de cámara, pero cuyo resultado es sometido a análisis puesto que se emite cada día a través de un electrodoméstico tan cotidiano como es la televisión.