Nadie es nadie sin tu abrazo

'Dánae' (1553), la primera 'poesía' de Tiziano. Stratfield Saye Preservation Trust

¿Alguien sabe qué es el cuerpo de una mujer? ¿A quién abraza su abrazo?, ¿a quién ve? En todo principio vital existe una incógnita que la proximidad oculta. Don Juan y Onán tienen de común una gran soledad. Los dos son biológicamente nulos. De Bertrand Russell es esta frase terrible: “La monja y la prostituta son lo mismo pues ambas abusan de su sexualidad, una por defecto y otra por exceso”. ¿Nadie habita entre estos dos extremos?, ¿quién? El poeta se confiesa ignorante.

Entre tus brazos se mueve

el corazón sin balanza,

sin ti no existe la danza,

todo pesa, nada hay leve.

No eres agua en las peceras,

ni Venus, ni Diana, no cazas,

tampoco tus dobles tazas

ofrecen lo que tú quieras.

Las maldades verticales

ciegas son, salobres púas,

con tus hombros acentúas

dulzuras horizontales.

Aunque tus manos coronan

al dios que sirvas o adules,

los firmes ojos azules

te vengan, lo desmoronan.

Más allá de tu regazo,

nada hay ni se contempla,

en él un hombre se templa:

nadie es nadie sin tu abrazo.