Las raíces del nuevo orden

Llegó la mano extranjera,

la semilla fue arrancada,

sin raíz quedó arraigada,

sin altura, altanera.

Hasta los ciegos percatan

cómo sin nudos anudan,

se visten donde desnudan,

acarician cuando matan.

Como plagas de jardín,

la poda nunca la pactan,

en primavera se jactan

de florecer sin abril.

Desde su esplendor boreal,

hasta la luz más discreta,

brillan en una perfecta

constelación funeral.

Arrugan los horizontes,

luego suplantan las huellas,

en Madrid son las estrellas

de los gobiernos bifrontes.

Raíces de redención,

parásitas, impúdicas, plenas,

no tienen sangre en las venas,

sólo virus y formol.

Expertas en la más fatua

y monolítica escuela,

en España las modela

la mano manca y la estatua.

Son la cerca y la sentina,

dueñas del silencio libre,

raíces de todo calibre,

del pedrusco y de la china.

En el orbe se hacen oír,

en todos los grandes foros:

la ONU, el Papa y los Soros,

desde el Caribe a Pekín.