Contra máscaras y vacunas

Para sentirnos libres, verdaderos,

pidamos permiso a la oficina,

al timbre, a la firma, al visto bueno,

al bostezo seguro y la rutina.

Pidamos que la mar y el verano

se nos dicten por vía de decreto,

con tutela oficial no será vano

dejar el corazón un poco suelto.

Pongamos mascarillas a la inválida

senectud del silencio, por si zumban

los bozales de los tábanos, la escuálida,

eterna juventud de alguna tumba.

Dependa la verdad de una vacuna,

solemne somnolencia de la audacia,

nuestra mente y descanso sean fortuna

financiera feroz de la farmacia.

Funcionarios del eco y de la nada

asexuados multipliquen sus esporas,

esa fe que fecunda en cada errata

el tiempo intemporal de las demoras.

El urticante pólipo perenne

parezca natural como un amigo,

aunque mate la tinta de su vientre

y nos deforme con su ácido ambiguo.

Acaso una farándula seremos,

batuta de la mano marioneta,

de cuerdas de un guiñol, caras de sello,

de absolutos asesinos del poeta.